La presencia militar estadounidense en Siria está sometida a una presión cada vez mayor en un contexto de creciente volatilidad en la región y realineamientos geopolíticos.
El 24 de marzo, Estados Unidos prometió proteger los activos militares y el personal desplegado en Siria tras los ataques consecutivos contra sus bases.
«Vamos a trabajar para proteger a nuestra gente y nuestras instalaciones lo mejor que podamos», dijo el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, en declaraciones televisadas.
En referencia al teatro sirio, añadió: «Es un entorno peligroso».
Más temprano ese mismo día, una base estadounidense en el noreste de Siria fue objeto de un ataque con misiles, según funcionarios estadounidenses.
En el momento de redactar este reporte, aún no estaba claro quién estaba detrás del ataque, que según Kirby no causó víctimas.
Un día antes, una base estadounidense cerca de la ciudad nororiental siria de Hasakah fue atacada por un avión no tripulado que, según funcionarios de defensa estadounidenses, era «de origen iraní».
Según el Pentágono, ese ataque dejó un contratista militar muerto y seis militares heridos.
Estados Unidos respondió atacando posiciones en el este de Siria asociadas con el Cuerpo de Guardias Revolucionarios de Irán, dijo el Departamento de Defensa en un comunicado.
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en el Reino Unido, afirmó posteriormente que los ataques habían matado a 11 combatientes apoyados por Irán en tres zonas distintas del este de Siria.
Sin embargo, fuentes citadas por los medios de comunicación iraníes dijeron que ningún iraní había muerto en los ataques.
The Epoch Times no pudo verificar ninguna de las dos afirmaciones.
Siria, desgarrada por la guerra, sigue siendo objeto de frecuentes ataques extraterritoriales.
El 22 de marzo, Israel –considerado un aliado clave de Estados Unidos en la región– llevó a cabo un ataque aéreo contra el aeropuerto de Alepo, en el noroeste de Siria.
Según funcionarios sirios, el ataque israelí causó «importantes daños materiales» y suspendió temporalmente las operaciones del aeropuerto.
Era el tercer ataque israelí contra el aeropuerto en los últimos seis meses.
Israel lleva a cabo frecuentes ataques en territorio sirio. Funcionarios israelíes afirman que los ataques tienen como objetivo activos militares iraníes desplegados en el país.
Desde su creación en 1948, Israel ha librado tres grandes guerras con Siria. Los dos países nunca han mantenido relaciones diplomáticas y técnicamente siguen en estado de guerra.
Siria denuncia la «ocupación» estadounidense
Estados Unidos sigue manteniendo una presencia militar en Siria, compuesta por unos 900 soldados, con el objetivo declarado de impedir el resurgimiento del grupo terrorista ISIS.
Se dice que es una rama de Al-Qaeda, ISIS fue noticia internacional en los años posteriores a 2014 cuando invadió grandes franjas de Siria e Irak.
En 2019, el grupo terrorista había sido erradicado en gran medida, lo que llevó al entonces presidente Donald Trump a retirar la mayoría de las tropas estadounidenses de Siria.
Sin embargo, varios cientos de tropas permanecieron en el país, concentradas principalmente en el noreste y noroeste de Siria.
Damasco, por su parte, ve la continua presencia militar estadounidense como una «ocupación» ilegal.
Es una opinión compartida por Irán y Rusia, que mantienen fuerzas militares en Siria –aunque por invitación de este último– desde 2015.
Pero también es una opinión compartida por Turquía, miembro de la OTAN, que durante más de una década ha sido un enemigo acérrimo del presidente sirio Bashar al-Assad.
Turquía se opone al apoyo de Washington a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una coalición de grupos sirios formada en 2015 con el objetivo aparente de luchar contra el ISIS.
El principal componente de las FDS es el YPG, un grupo militante kurdo que Ankara considera terrorista.
El YPG es la rama siria del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que ha llevado a cabo numerosos ataques contra objetivos turcos —civiles y militares— a lo largo de sus 45 años de historia.
Respaldadas por Estados Unidos, las Fuerzas de Autodefensa controlan actualmente gran parte del noreste de Siria, que se ha convertido en un enclave autónomo de facto en el que el gobierno sirio ejerce escasa autoridad.
Ankara, cada vez más frustrada por el apoyo de Estados Unidos al YPG, ha tomado recientemente medidas —alentada por Rusia— para reconciliarse con Damasco.
En diciembre, los ministros de Defensa turco y sirio celebraron una reunión histórica en Moscú.
Se esperaba que la reunión allanara el camino para la plena normalización de los lazos entre ambos países tras una década de hostilidad mutua.
La retirada depende de la «derrota total» del ISIS
El 4 de marzo, el general del ejército estadounidense Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, visitó a las tropas desplegadas en Siria para revisar los protocolos de seguridad y evaluar los esfuerzos para combatir al ISIS.
Durante la visita, Milley dijo que la presencia continuada de Estados Unidos en Siria merecía los riesgos que implicaba.
«La derrota duradera de ISIS y seguir apoyando a nuestros amigos y aliados en la región … son tareas importantes que se pueden hacer», dijo a los periodistas.
Damasco calificó la visita de Milley de «violación flagrante» de la soberanía de Siria, mientras que Ankara convocó al embajador estadounidense para expresar su descontento con la medida.
Cuatro días después, el congresista Matt Gaetz (R-Fla.) propuso una ley que exigía la retirada total de las tropas estadounidenses de Siria.
El proyecto fue ampliamente rechazado, con 321 votos en contra y 103 a favor.
«La retirada de este despliegue legal y autorizado de tropas estadounidenses debe basarse en la derrota total del ISIS», declaró tras la votación Michael McCaul (R-Texas), presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.
Con información de Reuters
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