La cara de Ernesto “El Che” Guevara está impresa por todo el mundo –en camisetas, murales, y afiches; pero para las víctimas cubanas que sufrieron bajo su revolución, la imagen positiva que intentan vender del guerrillero comunista está muy lejos de la realidad.
Cincuenta y cuatro años después de la muerte de “El Che” Guevara–uno de los asesinos comunistas más sanguinarios de Latinoamérica–su imagen aún es idealizada como un ícono de la justicia social y de la cultura hispana–especialmente entre los jóvenes.
Carlos Eire, historiador de la Universidad de Yale, fue un sobreviviente que logró escapar de Cuba a los 11 años luego que Fidel Castro tomara el poder del país, pero sus familiares no corrieron con la misma suerte.
«Yo tuve varios primos que desde el año 60 en adelante empezaron a luchar contra el régimen castrista. Y dos de ellos llegaron a La Cabaña bajo el poder de Che Guevara. A uno lo fusilaron, al otro no lo fusilaron porque había nacido en Sevilla y contaba como ciudadano español», dijo Eire en el programa Entrevistas EpochTV, de The Epoch Times.
Uno de sus primos había sido capturado por el régimen de Castro porque llevaba armamentos en su automóvil a una casa para esconderlos, ya que el plan era alzarse contra la dictadura.
El historiador dijo que sus primos, como muchos otros jóvenes cubanos de la época, se dieron cuenta que tampoco iba a haber democracia con Castro. Así que decidieron la lucha de la misma manera que lo hicieron contra el anterior dictador Fulgencio Batista.
«A mi primo lo torturaron físicamente de varias maneras–todas terroríficas», agregó. «A mi tío lo torturaron psicológicamente. En la noche anterior a un fusilamiento le dijeron: ‘Mañana, cuando oigas los disparos, es tu hijo al que estamos fusilando’”, relató.
En La Cabaña, dijo Eire, había un letrero que leía: “Todas las ejecuciones son por orden del comandante Ché”.
«Hay muchos testigos que cuentan que al «Che» le encantaba–en caso no llegaran a matar a alguien durante un fusilamiento–ir y darles un tiro a la cabeza personalmente», dijo. «Era un hombre muy cruel y le encantaba aterrorizar».
Tras la victoria de la revolución comunista, Guevara también se apropió de una de las mansiones más lujosas de La Habana–y Eire fue su vecino.
«Se apoderó de una mansión enorme–de por lo menos un tercio o mitad de una manzana completa. Era una de estas mansiones cerradas, con un muro grandísimo, y unas rejas por donde salía el «Che» y un chofer lo llevaba en un Mercedes Benz», agregó.
El académico cubano señaló que no se debería seguir mostrando el símbolo de El Ché como una figura positiva en Latinoamérica, ni como una referencia de un progreso verdadero.
«Esta propaganda sucede porque pintan un cuadro muy lindo, y muy falso de este tema de la justicia social–que la Revolución Cubana fue algo que le mejoró la vida a los cubanos, y que el socialismo y el comunismo le pueden mejorar la vida a los pobres», continuó.
«La verdad es que eso es una utopía que se promete pero que nunca será posible», dijo.
«Como historiador, veo las cosas no solamente en el presente, pero me extiendo al pasado– y el comunismo nunca funciona», añadió.
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