Las elecciones para la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA) están a la vuelta de la esquina: este miércoles tres políticos latinoamericanos presentan sus alegatos finales y el 20 de marzo se someterán al voto de los países de América.
Estos son los protagonistas de la pugna por la dirección del organismo multilateral más importante del continente:
1) Luis Almagro contra la «dictadura» de Maduro
Luis Almagro llegó a la OEA en marzo de 2015 aupado por la izquierda uruguaya del expresidente José Mujica (2010-2015) y con el aplastante apoyo de 33 de los 34 países del organismo.
Cuando se presentó a la elección, muchos consideraron que sería el «candidato del ALBA», la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, una organización que impulsaron los ya fallecidos presidentes de Cuba, Fidel Castro, y Venezuela, Hugo Chávez.
En los pasillos de la OEA, se temía que Almagro fuera a «dinamitar» el organismo desde dentro con políticas favorables a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Nada más lejos de la realidad. Unos meses después de asumir el poder, su relación con Venezuela se tensó notablemente, en parte debido a que el líder de ese país, Nicolás Maduro, rechazó la observación electoral de la OEA para las elecciones de 2015, en las que la oposición se hizo con el Legislativo.
Una fuente diplomática aseguró a Efe que la relación de Almagro con Maduro no cambió «por motivos ideológicos», sino porque el uruguayo sentía que el Ejecutivo venezolano estaba violando los principios básicos del sistema de derecho interamericano, sobre el que se sustenta la OEA.
«Es un hombre de principios», manifestó esa fuente.
El resultado ha sido un secretario general que, por primera vez en la historia, ha ido más allá de las posiciones de los Estados de la OEA, lo que le ha cosechado odios y afectos casi por igual: unos le consideran «el adalid de la democracia» y otros le critican por actuar al «servicio del imperio» (EE.UU.)
Hace cinco años, cuando llegó a la OEA, prometió que no optaría por la reelección; pero ahora ha decidido postularse porque cree que la «dictadura» de Maduro se ha fortalecido y es necesario plantarle cara.
2) Hugo De Zela y la capacidad de negociar
Actual embajador de Perú en EE.UU., Hugo de Zela ha intentado retratarse como el único candidato capaz de actuar de «interlocutor creíble» en las peores crisis del continente, lo que incluye Venezuela, pero también otras tragedias de las que la OEA se ha ausentado en los últimos años.
Se ha posicionado en contra del uso de la fuerza en Venezuela y considera que la única salida para la crisis en esa nación es un «diálogo efectivo» entre los simpatizantes de Maduro y los del líder opositor Juan Guaidó, reconocido como gobernante encargado por más de medio centenar de países, incluido Perú.
Quienes le conocen bien aseguran que es un hombre capaz de encontrar puntos de acuerdo entre partes aparentemente irreconcilables, dijo a Efe otra fuente diplomática.
Con 42 años de experiencia, De Zela ha desempeñado el papel de «actor secundario» en las grandes crisis del continente: en 2017, como vicecanciller de Perú, articuló el Grupo de Lima para promover entre los países de las Américas una salida diplomática a la crisis de Venezuela.
Entre 1994 y 1998, fue uno de los encargados de negociar el fin al conflicto limítrofe entre Perú y Ecuador, que generó tres guerras en 180 años. Y, en 1989, recorrió Centroamérica para verificar el cumplimiento de los acuerdos de paz que pusieron fin a las sangrientas guerras de esa región.
Además, De Zela conoce de cerca la enorme burocracia de la OEA, ya que ejerció como jefe de gabinete de la Secretaría General en dos ocasiones: de 1989 a 1994 y de 2011 a 2015.
No obstante, a pesar de sus credenciales, la Casa Blanca ha pedido a De Zela que retire su candidatura porque considera que crea «divisiones innecesarias». EE.UU. respalda a Almagro y, debido a su poder geopolítico, suele tener un peso desproporcionado en la elección del secretario general de la OEA.
3) María Fernanda Espinosa quiere ser «puente»
La ecuatoriana María Fernanda Espinosa quiere ser el «puente» que una a la OEA, polarizada por la crisis en Venezuela.
En diciembre presentó su candidatura catapultada por Antigua y Barbuda y, ahora, está intentando conquistar los 14 votos del Caricom, aunque fuentes diplomáticas han dicho a Efe que no votarán en bloque debido al poder que ejerce sobre ellos Washington. En total, para ser elegido, cualquier candidato necesita el apoyo de 18 de los 34 Estados miembros.
Espinosa aspira a ser la primera mujer en liderar la OEA, aunque ya hizo historia como la primera latinoamericana en presidir la Asamblea General de la ONU y, anteriormente, ejerció durante un breve periodo como ministra de Exteriores para los Gobiernos en Ecuador de Rafael Correa (2007-2017) y su sucesor, Lenín Moreno.
Dentro de Ecuador, es una figura divisoria: círculos conservadores que apoyan a Moreno desconfían de ella por sus vínculos con el Ejecutivo anterior, mientras que el movimiento correísta busca tumbar su candidatura a la OEA porque la consideran una «traidora».
En enero, el propio Correa dijo a Efe que Espinosa tiene una «insaciable ambición» y la responsabilizó de la persecución judicial que le impide regresar a su país.
No obstante, los partidarios de Espinosa aseguran que tiene capacidad para convertir la OEA en una institución del siglo XXI con iniciativas para mejorar la vida de los indígenas y las mujeres, así como para atajar la crisis climática.
De ser elegida, ha prometido que actuará como una especie de «CEO» o consejero delegado de la OEA: invitará a los países a definir una agenda y ella se encargará de implementarla.
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