Los efectos de los costosos fármacos contra el cáncer pueden no alcanzar los beneficios para la salud a largo plazo que se pretenden conseguir, según un nuevo y exhaustivo estudio que examina docenas de ensayos clínicos publicado en Clinical Drug Investigation.
La mayoría de los beneficios de los fármacos contra el cáncer son inciertos
Un equipo de investigadores de la Universidad de Gotemburgo analizó los datos de las solicitudes de reembolso de 40 ensayos clínicos. Aunque los informes de reclamaciones mostraban que los medicamentos para tratar el cáncer renal, de pulmón, de mama y otros tenían valor terapéutico, había pocas pruebas de que los fármacos fueran beneficiosos a largo plazo.
Los resultados de sólo siete de los 40 ensayos mostraron que los fármacos desempeñaban un papel significativo en la prolongación de las tasas de supervivencia de los pacientes. Sólo cuatro estaban relacionados con una mejora de la calidad de vida.
Los análisis más profundos se centraron en un seguimiento medio de 6,6 años a partir de datos recogidos entre 2010 y 2020 en Suecia. Los investigadores analizaron 22 fármacos destinados a tratar nueve tipos de cáncer: carcinoma de células renales, linfoma de Hodgkin, leucemia linfocítica crónica, leucemia mieloide crónica, melanoma y cánceres de pulmón de células no pequeñas, mama, ovario, trompas de Falopio y tiroides. Sólo siete de las 22 indicaciones farmacológicas contaban con al menos un ensayo que mostrara pruebas concluyentes de la tasa de supervivencia global y la calidad de vida. Los 15 restantes o bien no incluían datos sobre supervivencia global o calidad de vida, o bien no desempeñaban un papel significativo en la mejora de ninguna de las dos.
«Demostramos que la mayoría de los fármacos lanzados con pruebas limitadas aún carecen de pruebas claras de cómo afectan realmente a la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes», afirmó en un comunicado de prensa Gabriella Chauca Strand, autora principal y estudiante de doctorado en la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo.
«La falta de pruebas confirmatorias de resultados importantes para los pacientes es problemática y crea incertidumbre sobre cómo estos fármacos contribuyen realmente a un beneficio significativo para el paciente y, en última instancia, sobre la eficacia con la que se utilizan los recursos en la atención sanitaria», añadió.
Interrogantes
Esto plantea la cuestión de posibles e importantes fallos en el sistema sanitario. Se calcula que 18,1 millones de personas en todo el mundo padecerán cáncer (excluido el cáncer de piel no melanoma) en 2020. Para satisfacer la demanda de tratamiento y comercializar rápidamente los fármacos, la mayoría de los ensayos clínicos se centran en los cambios en los biomarcadores para demostrar que un medicamento tiene éxito, pero no incluyen medidas basadas en la longevidad. Las decisiones de reembolso también se basan en biomarcadores específicos del cáncer. Centrarse únicamente en los biomarcadores no basta para justificar el reembolso por parte de terceros, argumentan los autores en el artículo.
El precio de tener cáncer supone una enorme carga económica para los pacientes, las familias y el sistema sanitario. Según un estudio del 2021, los tratamientos y cuidados de los 15 principales tipos de cáncer en Estados Unidos costaron más de 156,000 millones de dólares en 2018. El tratamiento farmacológico fue el mayor gasto, con 4000 millones de dólares, casi el doble de lo que se desembolsó en cirugías. Otro estudio publicado en 2020 mostró que el coste total del cáncer en Europa fue de 199,000 millones de euros (unos 217,000 millones de dólares) en 2018. Los costes sanitarios de todos los tipos de atención oncológica ascendieron a 103,000 millones de euros (unos 112,000 millones de dólares), de los cuales 32,000 millones (unos 35,000 millones de dólares) se gastaron explícitamente en medicamentos contra el cáncer.
El cáncer es la segunda causa de muerte tanto en Estados Unidos como en Europa.
Ante los retos que plantean los limitados recursos de los sistemas sanitarios y la creciente carga de morbilidad, garantizar la rentabilidad debe ser un objetivo esencial de salud pública. La aplicación de tratamientos caros cuya eficacia no está clara afecta negativamente no sólo a los pacientes con cáncer, sino que también puede suponer un gasto en forma de coste desplazado para otros pacientes que padecen la enfermedad, escribieron los autores del estudio.
El estudio pone de manifiesto la urgente necesidad de debatir cómo el tratamiento del cáncer absorbe cada vez más los limitados recursos de los sistemas sanitarios y qué fármacos deberían aprobarse para su reembolso, concluyeron.
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