Este es el décimo de una serie de artículos escritos por el personal de La Gran Época que describen los cimientos de la civilización china y exponen la visión del mundo tradicional chino. La serie examina el curso de la historia de China, mostrando cómo figuras claves, ayudaron en la creación de la cultura china de inspiración divina. Esta entrega resume los logros en tiempos de paz del Emperador Qin Shi Huang.
A pesar de que Qin Shi Huang reinó solo por 12 años y de que su dinastía cayó poco después de su muerte, el emperador creó el concepto de la China que conocemos hoy, una vasta civilización de variadas culturas y etnias que comparten una identidad común y un mismo lenguaje escrito.
Luego de unificar los siete estados en una dinastía, Qin Shi Huang puso en marcha la expansión de los límites del nuevo imperio y estableció el sistema imperial que sobreviviría los próximos dos mil años.
Antes de la Dinastía Qin, los reinos chinos, las dinastías Xia, Shang y Zhou, tenían pocos límites definidos y se encontraban en un estado fluido de integración, fragmentación y amalgamiento con tribus de las zonas fronterizas. El poder real llegó más allá de las capitales, con mucha autoridad conferida a los siervos feudales.
Asegurando las fronteras de China
En los cinco siglos de desunión y guerra civil entre los duques enemistados de los períodos de Estados en Guerra de Primavera y Otoño, gran parte de la población de China fue desplazada y sus regiones de agricultura fueron desoladas.
Al norte, la población nómada de Xiongnu tomó ventaja del caos para ir hacia el sur y saquear China Central.
Seis años después de conquistar China, en el año 215 a. C., el emperador Qin ordenó al General Meng Tian dirigir a 300.000 hombres en una expedición punitiva contra el pueblo invasor Xiongnu. Meng reivindicó las tierras al norte del Río Amarillo y la actual Mongolia Interior, estableciendo docenas de nuevos condados imperiales.
Luego de tratar con los Xiongnu, el Emperador Qin dirigió su atención al sur, hacia el Río Yangzi y más allá. Medio millón de personas se establecieron en el área ocupada por la raza Yue en el sureste, integrándose a la población local. Estas tierras fueron reorganizadas y eventualmente se convirtieron en las ciudades actuales de Suzhou y Fuzhou.
Más campañas al sur pusieron a las Baiyue (literalmente, “las cien Yue”) tribus bajo el poder de Qin.
El emperador envió al comandante Weitu Sui hasta lo más recóndito de las regiones conocidas actualmente como Guangdong y Guangxi y estableció tres prefecturas en estos nuevos territorios. Otro general, Chang E (que no debe confundirse con la Dama de la Luna, cuyo nombre también fue romanizado como Chang E), penetró las tierras que una vez pertenecieron al estado de Chu hasta las regiones montañosas y boscosas de Sichuan y Yunnan en el sudoeste de China. Él construyó una carretera que conectó estas partes con el resto del imperio Qin.
Para el final de estas campañas, el territorio central de China se duplicó en relación al Período de los Estados en Guerra (475 – 221 a. C.); y era cinco veces más grande que el área regida por la Dinastía Zhou (1046 – 256 a. C.). Se extendió desde Vietnam central en el sur hasta Mongolia en el norte. La Gran Muralla se extendía desde Corea por miles de kilómetros hacia los desiertos de Asia Central. La autoridad Qin fue establecida a lo largo de la costa este y sudeste, mientras que los ejércitos imperiales bordeaban las montañas del Himalaya en el oeste.
La Gran Muralla
La campaña del General Meng también permitió que China conectara y expandiera varias murallas defensivas desarticuladas e incompletas que habían sido construidas por los exestados Yan y Zhao, comenzando así la Gran Muralla China. Esta muralla abarcó 10.000 li chinos (un li equivale a alrededor de medio kilómetro), desde el oeste en la actual provincia de Gansu hacia el Río Yalu al este, el cual separa a China de la península coreana.
La Gran Muralla es uno de los logros más famosos del Primer Emperador. Sun Yat-sen, padre de la república de China, comparó su construcción con las legendarias hazañas del Emperador Yu el Grande y sostuvo que sin la protección brindada por la Muralla, China habría sido invadida hace tiempo por los nómadas norteños.
Construir La Gran Muralla requirió reclutar cientos de miles de peones a la fuerza, un punto comúnmente señalado en las críticas al Emperador Qin.
Un famoso cuento folclórico, la historia de la Dama Meng Jiang, cuenta sobre una mujer que no escatimó esfuerzos en buscar los restos de su esposo entre los huesos de trabajadores muertos. Mientras que comúnmente se cree que la historia ilustra la cruel inhumanidad del reinado de Qin, el escritor Menglong de la Dinastía Ming aclaró el asunto cientos de años atrás: la Dama Meng había existido efectivamente, pero ella era la esposa de un general del estado de Qin y el general había muerto defendiendo un refuerzo contra tropas enemigas, no construyendo una muralla.
Escritura y caminos
El Emperador Qin hizo mucho para asegurar que China se mantuviera unida por largo tiempo después de su muerte. Lo más conocido fue que estandarizó el sistema de escritura y el ancho de los caminos, los cuales continuarían siendo usados por miles de años. Un refrán chino que rinde homenaje a este logro se traduce como “en libros, los mismos caracteres; en carruajes, el mismo ancho”.
Los caracteres chinos, utilizados desde tiempos legendarios, fueron estandarizados bajo el reinado de Qin en pinceladas básicas que aún son legibles para los lectores modernos. Estas formas no sufrieron mayores cambios hasta la reforma de los años 1950 por las autoridades comunistas, que ordenaron la simplificación de la escritura china. Los caracteres tradicionales aún son usados en Taiwán y Hong Kong.
Mientras que la escritura estandarizada unió los pensamientos de la nación, el sistema revolucionario de caminos de Qin mantuvo el vasto territorio del imperio físicamente unido. El emperador, quien activamente recorría su territorio, solía mandar a construir carreteras enormes delante de él en sus viajes a lo largo de viejos caminos en zonas rurales.
Estas carreteras que irradiaban desde la capital de Qin en Xianyang (la ciudad moderna de Xi’an), se extendían hacia Mongolia Interior, la Península de Shandong en el este, lo que hoy en día es Guangzhou en el sur y la actual Gansu en el oeste.
Las carreteras de la época de Qin eran construidas con una mezcla de cal y divididas en tres grandes secciones, con un “carril imperial” en el medio. El ancho de los caminos se estandarizó para el ancho de ciertos carruajes y, los caminos mismos, penetraban incluso grandes montañas en regiones remotas. Registros de la Dinastía Han dicen que las carreteras hacían posible viajar más de 160 kilómetros por día.
Orden imperial
El Emperador Qin estableció subdivisiones de prefecturas y condados; y atendió cuidadosamente el manejo y desarrollo de sus conquistas. Esto estableció fuertes cimientos políticos y culturales para los próximos dos mil años de civilización china.
Qin abolió el viejo título de rey y estableció que la autoridad del emperador, concedida por el Cielo, era insuperable en el reino mortal. Su reina no fue solo la primera entre muchas esposas, sino un parangón de maternidad a cargo de todas las concubinas imperiales y sus aposentos en el palacio.
Como heredero legal del trono, el príncipe de la corona imperial fue la única persona que obtuvo su puesto a través de sucesión hereditaria. Todos los viejos títulos hereditarios y posiciones feudales fueron abolidos y reemplazados por funcionarios designados y ministros. Tres señores (entre los cuales se encontraba un canciller) y nueve ministros, respondían directamente al emperador y tenían responsabilidad por los varios departamentos administrativos a cargo de gobierno, supervisión y justicia. Las tres categorías estaban diferenciadas para limitar la corrupción y las disputas burocráticas internas.
Por 2000 años, todas las dinastías desde los tiempos de Qin hasta el fin de la Dinastía Qing en 1911, sin importar su cultura u origen, heredaron el sistema imperial fundado por el Primer Emperador.
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