Manchuria, los manchúes y el significado de ser chino

Por Leo Timm
19 de diciembre de 2019 6:20 PM Actualizado: 20 de diciembre de 2019 2:20 PM

La última dinastía de China, la Qing (1644 – 1912), fundada por la etnia invasora manchú, también fue una de las grandes entre todas las dinastías. Conocida por sus capaces e ilustrados gobernantes tempranos, los Qing fomentaron una edad económica y cultural dorada, que se expandió por el triple territorio de China hasta alcanzar las remotas áreas de Asia Central y el Himalaya.

Los Manchúes, uno de los grupos étnicos modernos dentro de docenas de ellos en China, tienen su origen en las tribus nómadas de las bastas llanuras, colinas boscosas y planicies más allá de la Gran Muralla. Localizada en lo que hoy son las provincias industriales del nordeste de China, su tierra natal, Manchuria, fue el sitio de intercambio cultural, desarrollo imperial e identidades en evolución.

Encerrada en la historia de Manchuria y los manchúes se encuentra escondida la imagen de una corriente profunda que atraviesa los 5.000 años de la civilización china.

Dentro de la experiencia manchú se ve reflejada la naturaleza misma de la identidad china, modelada constantemente por la interacción de las dualidades yin-yang: conflicto y armonía, fragmentación y unidad, lo regional y lo universal.

Identidades regionales

Durante siglos, los chinos se han referido a ellos mismos como la “gente Han”, lo que se debe a la gloriosa Dinastía Han (260 a. C. – 220 d. C.). Pero como revela la historia de los manchúes, las líneas entre lo Han y lo foráneo a menudo son vagas e incluso indefinibles.

Descendientes de los yurchen, un pueblo nómada cuya sociedad estaba organizada en clanes tribales, los manchúes, vivían en la periferia de la civilización china. En el siglo XVII, cuando iniciaron sus campañas para conquistar China, su desarrollo como pueblo se basó en la forma que eligieron para manejar la gran sociedad que trataron de gobernar. El resultado fue una mezcla entre manchúes y chinos, donde ambos se influenciaban uno al otro.

Una pintura coreana del siglo XVIII que representa a dos guerreros jurchen y sus caballos. (CC BY, Kim Yun-gyeom 1711 ~ 1775)

La totalidad de la población manchú estaba organizada en unidades militares llamadas “las ocho banderas”. A medida que la conquista de China se puso en marcha, estas unidades ayudaron a perpetuar la identidad manchú al mismo tiempo que facilitaron su integración en el concepto general de “China”.

En esta paradoja, como introduce Pamela Kyle Crossley en su trabajo “Los manchúes”, la unión de las banderas se convirtió en la fundación de una cultura unificada, no solo compartida por los manchúes, sino también por un gran número de han y mongoles que los apoyaron en la conquista. Hacia el final de la Dinastía Qing, escribe Crossley, los abanderados Han se habían vuelto completamente manchúes, incluso el mismo significado de “manchú” había cambiado.

Los emperadores más exitosos de la Dinastía Qing, Kangxi y Qianlong, intentaron demostrar a través de la política, que para los manchúes era completamente posible ser chinos, en el sentido general, sin negar su herencia y condición de clase dominante.

Kangxi, que reinó entre los años 1661 y 1722, alentó a los funcionarios y a la nobleza manchú a estudiar el idioma, la historia y las costumbres de China. Algunas de las contribuciones de Kangxi al legado Qing incluyen la creación de un diccionario completo de los caracteres chinos y la construcción de un templo dedicado a Yue Fei, el general del siglo XII de la Dinastía Song y héroe nacional chino que luchó con uñas y dientes contra los antecesores yurchen de los manchúes.

En palabras del historiador de China, Robert B. Oxnam, autor de “Ruling From Horseback” (Gobernantes a caballo), los manchúes hubiesen querido “gobernar desde el caballo”, pero Kangxi “descubrió que era más fácil desmontarse luego de la conquista para sentarse en el trono de China”.

Intercambios universales

Las políticas de gestión de un imperio que ahora incorporaba a mongoles, turcos y tibetanos, así como a cientos de millones de chinos Han, demostraron que el universalismo fue el nombre del juego para el nieto de Kangxi, el emperador Qianlong. Reinando desde 1735 hasta 1799, durante una era de bienestar y seguridad, se calificó a sí mismo como un monarca universal, cuya conducción y acción cultural iluminadas unieron a las muchas etnias de las extensas tierras Qing.

Oficial estandarte del ejército Qing durante la era de Qianlong. Creado a finales de 1700. (CC BY 3.0)

Al mismo tiempo, Qianlong estaba preocupado de que los manchúes estuvieran perdiendo la comprensión de sus orígenes. A diferencia de Kangxi, Qianlong ya no animó a los manchúes a llenarse de las tradiciones literarias y burocráticas Han. En su lugar, insistió en que los manchúes estudiaran su lengua ancestral y mantuvieran la búsqueda de la excelencia en la arquería y la equitación, lo que definió a sus antepasados yurchen.

Defendiendo su política por escrito, Qianlong señaló que los reyes legendarios tradicionalmente venerados por los Han tenían sus propias costumbres, que luego serían consideradas atrasadas o incluso barbáricas por las sociedades posteriores. Según Crossley, mientras el mismo Qianlong continuó con el legado de Kangxi en la forma de un gobernante iluminado y universal, esperaba que otros manchúes se apliquen individualmente en la cultivación de sus raíces.

Los planes de Qianlong incluían la escolarización obligatoria de la nobleza en la lengua y cultura manchú, y en contraste con Kangxi, dijo a los abanderados que un nuevo estudio de las formas chinas era innecesario. Sin embargo, alejados por más de un siglo de la generación que había conquistado China, muchos abanderados consideraron las medidas como arcaicas e instrucciones forzadas para sus estilos de vida.

¿Quiénes son los chinos?

Para el tiempo de la muerte de Qianlong, en 1799, los intentos de preservar la cultura manchú tal cual había existido antes de la dinastía Qing habían fallado. En contra de todas las medidas oficiales, los manchúes continuaron integrándose con los Han hasta el punto en que su lenguaje solo era utilizado en los asuntos importantes, utilizándose el mandarín para la vida cotidiana y los negocios.

Pero incluso cuando se fueron adaptando a la cultura china mayoritaria, los manchúes mantuvieron su propia identidad y llegaron a universalizar su enfoque, por lo que en esencia, no hay diferencias con las muchas élites que establecieron las anteriores dinastías “Chinas”.

Aunque Manchuria estuviera históricamente imposibilitada para los inmigrantes Han, el poder menguante de la corte Qing frente a la invasión extranjera hizo que se revirtiera esta política a finales del siglo XIX. Durante las siguientes décadas, decenas de millones de chinos Han atravesaron la Gran Muralla para adentrarse en lo que llamaban “dongshansheng” o las “Tres Provincias del Nordeste”, que constituyeron la antigua patria manchú.

Damas Manchúes comprando adornos para el cabello en Peking, provincia de Pechilie, China. Fotografía de 1871-1872. (John Thomson/CC BY 4.0)

El éxito de la dinastía Qing al crear y cimentar un imperio chino duradero a través de fronteras étnicas o regionales llegó con un precio para sus fundadores: los abanderados manchúes, ocupados luchando guerras fronterizas y gobernando a los Han, estaban concentrados en la capital de Beijing o dispersos en los rincones del imperio, muy alejados de su patria, Manchuria, como señala el historiador Shao Dan en su libro “Patria remota, frontera recobrada”.

Sin embargo, según Dan, cuya obra explora los desafíos que enfrentan los manchúes y sus grupos étnicos en la China actual, los manchúes preservaron su cultura e historia, heredada del imperio Qing, en la forma de comunidades étnicas que continúan existiendo a lo largo de China y Taiwán.

En las últimas décadas, después de generaciones de agitación política, muchos chinos escogieron reclamar su identidad manchú, llegando a ser un grupo de decenas de millones.

A pesar de que los manchúes fueron subsumidos dentro de la gran civilización-Estado chino, aportaron sus propias contribuciones. El conocido estilo de vestimenta china contemporánea, el qipao o cheongsam, es una evolución directa de los vestidos manchúes.

Una huella más profunda que ellos y etnias previas del norte imprimieron sobre China fue el idioma: el mandarín, la lengua oficial del país que cuenta con más de 800 millones de hablantes nativos y que debe mucho de su vocabulario y fonología a la influencia de este tipo de lenguas “bárbaras”.

Ahora, Manchuria es el hogar de más de 100 millones de personas. Más del 90 por ciento de ellas tiene sus raíces ancestrales en la cuna de la civilización china, el valle del Río Amarillo. Pero como nos demuestra efectivamente el ejemplo de los manchúes, “China” no pertenece a una única raza o región, sino que es una civilización dinámica que incorpora un rico mosaico de historias paralelas, culturas y lenguajes.

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