Casi un tercio de la población estadounidense está afectada por el síndrome metabólico, un grupo de afecciones que incluyen el colesterol alto, el azúcar alta en la sangre y la obesidad, que aumentan el riesgo de padecer diabetes tipo 2, una enfermedad cardíaca o un accidente cerebrovascular.
Adoptar una dieta saludable y aumentar el ejercicio físico puede mejorar esta condición, pero esos cambios en el estilo de vida pueden ser difíciles de implementar y aún más complicados de mantener. Muchas veces estas intervenciones en el estilo de vida, incluso cuando se combinan con suplementos y productos farmacéuticos, no son suficientes para controlar completamente la enfermedad.
En un pequeño estudio piloto llevado a cabo en Cell Metabolism, los investigadores descubrieron que una alimentación restringida de 10 horas en pacientes con síndrome metabólico resultó en una reducción de la grasa abdominal, pérdida de peso, menor presión arterial, colesterol, azúcar en la sangre y niveles de insulina. Esta es otra adición a la larga lista de estudios que han demostrado que el tiempo que tomamos cuando comemos afecta nuestro metabolismo.
Desde el punto de vista de la medicina convencional, esta nueva y emocionante opción de tratamiento puede añadir una nueva herramienta para tratar a los pacientes con síndrome metabólico. Desde el punto de vista de la medicina funcional, este estudio añade más evidencia a una práctica ya establecida que se utiliza para hacer más eficiente el metabolismo y optimizar nuestra capacidad de autocuración.
La alimentación con restricción de tiempo es un método de alimentación en el que todas las calorías se consumen dentro de un lapso consistente de 10 horas. En un esfuerzo por apoyar sus propios ritmos circadianos, se les permitió a los participantes elegir su propio intervalo de tiempo restringido para comer dentro de los confines de un lapso continuo de 10 horas en el que se permitía comer y un tiempo de 14 horas de ayuno intermitente en el que no se les permite comer.
El ritmo circadiano es el biorritmo de 24 horas involucrado principalmente en nuestro ciclo diario de dormir y despertar. Estudios anteriores han encontrado que los patrones irregulares de alimentación y las comidas cercanas a la hora de acostarse podrían interrumpir este ritmo e incrementar el riesgo de síndrome metabólico y otras enfermedades crónicas asociadas con él.
El pequeño estudio incluyó a pacientes con síndrome metabólico. Aunque no se recomendó la reducción de calorías, algunos participantes informaron comer menos, probablemente debido al tiempo de alimentación más corto.
Enfocar todo el consumo de alimentos dentro de un tiempo de 10 horas permite que el metabolismo tenga un período consistente de 14 horas para optimizar la restauración de los sistemas del cuerpo sin que la digestión desvíe recursos metabólicos valiosos o que los altos niveles de insulina interfieran con el reciclaje celular. Esto es particularmente importante durante el sueño y las varias horas que lo preceden. Mientras que a los participantes se les permitió elegir sus propios intervalos de 10 horas para comer, ciertos patrones se hicieron evidentes en el curso del estudio. Los intervalos para comer se alejaron cada vez más del tiempo de dormir. Para restringir la ingesta de alimentos dentro de su tiempo de 10 horas, la mayoría de los participantes desayunaron más tarde por dos a cuatro horas y cenaron más temprano por una a cuatro horas cada día para no omitir ningún alimento.
Los participantes del estudio experimentaron una reducción de tres a cuatro por ciento en el peso corporal, el índice de masa corporal, la grasa abdominal y la circunferencia de la cintura. Los factores de riesgo de la enfermedades cardíacas se redujeron en seis por ciento en la presión arterial y en siete por ciento en el colesterol total. Los factores primarios de la diabetes, como la glucemia y la insulina, se redujeron en cinco y veintiún por ciento, respectivamente. No se observaron efectos adversos.
Las mejoras observadas por los participantes de este estudio fueron impulsadas por la autofagia, que significa «autocomida». La autofagia es la forma en que las células reciclan su contenido y, en última instancia, a sí mismas. Este proceso es fundamental para la forma en que el cuerpo humano se repara a sí mismo y ocurre principalmente mientras dormimos. El ayuno intermitente, particularmente alrededor de las horas de sueño, mejorará este proceso. Cuanto menos recursos se gasten en funciones metabólicamente costosas como la digestión y cuanto más bajo sea el nivel de insulina, más eficiente será este reciclaje celular y mejor podrá el cuerpo curarse a sí mismo de diversos desequilibrios.
La insulina reduce la autofagia. Cuanto más resistente a la insulina se vuelve una persona, menos capaz es su cuerpo de activar sus propios sistemas de curación inherentes. Esto también se refiere a una persona promedio sensible a la insulina, ya que la insulina se eleva después de las comidas en todo el mundo. Una cena grande y retrasada o episodios recurrentes de meriendas nocturnas pueden mantener los niveles de insulina elevados durante varias horas después de la hora de acostarse. Al programar nuestra ingesta de alimentos, podemos controlar la eficiencia de nuestro metabolismo mientras dormimos.
A lo largo del estudio, también se observó que los pacientes se colocaron en intervalos de alimentación más regulares, lo que permitió al cuerpo anticiparse a la necesidad de digerir para prepararse a optimizar la función metabólica. Combinando esto con 14 horas de ayuno intermitente alrededor del sueño nos lleva un paso más cerca de entender cómo optimizar nuestra propia curación y regeneración.
Armen Nikogosian, MD, practica la medicina funcional e integradora en Southwest Functional Medicine en Henderson, Nev. Está certificado en medicina interna y es miembro del Instituto de Medicina Funcional y de la Academia Médica de Necesidades Especiales Pediátricas. Su práctica se enfoca en el tratamiento de condiciones médicas complejas con un énfasis especial en el desorden del espectro autista en los niños, así como en problemas intestinales crónicos y condiciones autoinmunes en los adultos.
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