Miles de afganos protestaron este martes después de recibir un ultimátum por parte de los talibanes para abandonar sus casas en un barrio humilde en la ciudad meridional de Kandahar, habitado sobre todo por viudas de la guerra y huérfanos, para ser reocupadas por miembros de la formación islamista.
«No nos obliguen a salir de nuestras casas, somos gente pobre, no tenemos capacidad financiera ni una casa a donde ir. Desde hace tiempo no tenemos ni comida para comer, y ahora nos echan a la fuerza de nuestras casas», dijo a Efe Agha Gul, uno de los organizadores de la protesta.
«Es el colmo de la opresión», apuntó Gul, y agregó que hasta el momento los talibanes ya han expulsado a cientos de familias de Firqa, un barrio pobre de Kandahar en el que habitan unas 2000 familias.
La mayoría de los residentes de esta zona han perdido su empleo tras la toma de poder de los talibanes el pasado 15 de agosto, ya que gran parte de las oficinas gubernamentales y privadas permanecen cerradas, y las abiertas quedaron sin poder pagar a sus empleados por el colapso económico que vive el país desde entonces.
Es el caso de Haroon Agho, un profesor residente en Firqa que percibe un salario de 8000 afganis mensuales (unos 100 dólares) con el que trata de mantener a su familia de diez miembros y que ahora no sabe adónde ir después de que los talibanes le ordenasen abandonar su casa en un plazo de tres días.
Aquila, otra asistente a la protesta, explicó a Efe: «Están llamando a nuestras puertas para salir. Soy viuda y tengo hijos que cuidar, nos sacan a la fuerza de nuestras casas (…) y no tenemos adónde ir».
«Construimos estas casas con nuestro propio dinero» y ahora «los talibanes nos dicen que ya no podemos vivir aquí», se lamentó Abdul Hadi, otro manifestante que además fue amenazado por los talibanes con que le dispararían en la cabeza por haber trabajado con el anterior Gobierno como cocinero.
El ultimátum para la expulsión de miles de personas de sus casas se produce mientras la comunidad internacional lucha por brindar asistencia a unos cinco millones de desplazados internos en Afganistán, que abandonaron sus lugares de origen debido a la guerra y la sequía, según datos del depuesto Gobierno afgano.
«La gente en Afganistán se enfrenta a una situación catastrófica: obligada a abandonar sus hogares, privadas de servicios básicos y en riesgo de explotación y abuso», escribió el lunes en Twitter la jefa de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), Isabelle Moussard Carlsen.
La llegada al poder de los talibanes conllevó la suspensión inmediata de los fondos de la comunidad internacional, que suponían alrededor del 43 % del PIB anual del país, según los datos del Banco Mundial.
Casi un mes después, la Conferencia de Afganistán, celebrada ayer en Ginebra y organizada por la ONU, consiguió la promesa de más de mil millones de dólares de la comunidad internacional para el país, sobrepasando la meta fijada en unos 600 millones de dólares.
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