La semana pasada, Médicos de primera línea de Estados Unidos (AFLDS, pos sus siglas en inglés) habló en Kansas City, Missouri. La fundadora de AFLDS, la Dra. Simone Gold, llevó su mensaje de que el COVID-19 no es algo de temer y que hay tratamientos disponibles. Al comienzo de la pandemia, fue despedida tras hablar en apoyo del medicamento contra la malaria, la hidroxicloroquina (HCQ).
En ese momento, el presidente Donald Trump alababa la eficacia del medicamento, pero poco después la FDA revocó la autorización de uso de emergencia para el mismo. Ahora, estudios recientes confirman que «la hidroxicloroquina en dosis bajas combinada con zinc y azitromicina fue un enfoque terapéutico eficaz contra el COVID-19».
The Epoch Times entrevistó a Sarah Abshner, una enfermera titulada que trabajó en este campo durante 8 años, pero que lo dejó esta primavera y decidió ser voluntaria en AFLDS después de lo que presenció. Expresó su pasión por la «lucha por la libertad en el ámbito de la medicina» y ofreció material inédito para respaldar sus afirmaciones.
Comenzó presentándose: «Me encanta ser enfermera y tenía las mismas preocupaciones que la Dra. Gold cuando vimos lo que estaba pasando».
Abshner trabajó durante la pandemia hasta el 17 de marzo de este año. Dijo que esperaba que las cosas cambiaran después de las elecciones, pero cuando llegó el gran impulso de la vacuna, supo que no podía, en conciencia, adherirse al discurso común sobre el COVID-19: «Parte de nuestro trabajo consiste en obtener el consentimiento informado. Con estos ensayos de vacunas, no ofrecen el consentimiento informado. Dicen que es segura para las mujeres embarazadas, pero las mujeres embarazadas fueron excluidas de los ensayos».
«Temas de conversación sobre la vacuna»
«Todos sentimos que vimos que las cosas no estaban bien. Pero a los médicos les importa la reputación y la cultura de la cancelación de hoy en día. Ellos [los pacientes] nos miran y confían en lo que decimos. Y había una línea tácita en mi trabajo. Si me hubiera desviado del discurso (…) por eso me fui. Cuando recibimos los ‘temas de conversación sobre las vacunas'».
Abshner también señaló: «No estoy en contra de las vacunas. Me he puesto todas las vacunas que se pueden poner, excepto ésta. Pero cuanto más la impulsan, más la rechazo. Me hace ver que el público tiene una falta de comprensión fundamental de lo que son los ensayos clínicos».
Explicó las 3 largas fases de los ensayos clínicos, que aún no han finalizado para las vacunas COVID-19. La fase 1 incluye los ensayos con animales. En la fase 2 se abren los ensayos para pequeños grupos de personas a los que se compensa por permitir que se experimente con ellos. Luego, en la fase 3, si la fase 2 o la 1 no muestran problemas graves, se prueba con un grupo más grande de personas dentro de los hospitales. Si se encuentran problemas, hay que perfeccionar el medicamento.
«¿Cómo pasamos de eso a simplemente, vamos a dar esto a la gente y si tienen una reacción adversa, eso es todo? Esa es la historia del COVID. Es que todo se ha desviado de la normalidad, especialmente la industria médica. Estamos viendo muchas evidencias anecdóticas. Teníamos un mejor sistema de recopilación de datos. Pero ahora no hemos tenido cuidado. No entiendo por qué presionan tanto. Si buscas las regulaciones de la FDA, ni siquiera están siguiendo sus propias regulaciones. No se puede decir que algo es seguro mientras está en ensayos clínicos».
Cambio en las normas médicas
Abshner describió su frustración por la forma en que se ha manejado el COVID-19: «Al principio de todo esto, no lo conocíamos. Pero está bien decir que nos equivocamos. Pero a los médicos, sobre todo a los jóvenes, les cuesta admitir cuando se equivocan, y a las enfermeras, a menudo tenemos que decirles que sean sinceras y lo admitan».
Explicó por qué dejó la profesión: «Nuestro trabajo como profesionales de la medicina es lidiar con el pánico. Pero con el COVID lo estaban fomentando».
«No volvería a menos que la medicina cambiara. Tiene que cambiar».
Su experiencia con los pacientes ofrece más perspectiva: «[La] temporada de gripe 2017-2018 fue la peor que he visto nunca. Nos faltaron empleados. Muchas enfermeras y médicos se contagiaron de la gripe incluso con la vacuna antigripal. Y los pacientes murieron. Pero al llegar enero, febrero de 2020, ninguno de mis pacientes moría. Y yo trabajo en oncología con pacientes de leucemia. Los llamamos los pacientes ‘canario en la mina de carbón’ porque sus sistemas inmunológicos son muy débiles».
La medicina «se ha vuelto irreconocible»
Volviendo al uso de tratamientos controvertidos como la hidroxicloroquina, señaló que «no se trata solo de la hidroxicloroquina y la ivermectina, sino que hay muchos tratamientos que son alentadores. Lo singular del COVID es que ya no importaba que el fármaco funcionara. La medicina como profesión se ha vuelto irreconocible».
A continuación, señaló cómo esto la llevó a unirse a AFLDS: «Un día puedes ser el favorito de la izquierda, pero si te desvías, te atacan al día siguiente. Sé que tenemos que tener un nivel más alto porque estamos tratando con la vida de las personas».
Señaló que «en la India, cuando dejaron de utilizar los antimaláricos [como la HCQ], fue cuando se produjo el gran repunte del COVID. Y cuando se cuestiona por qué el Primer Mundo lo está haciendo tan mal, pero África no, África lo está haciendo mejor porque toman HCQ una vez a la semana para prevenir la malaria, por lo que no tuvieron ninguna muerte».
El precio de denunciar
Cuando le preguntamos cómo ha manejado su familia su decisión de dejar la enfermería, dijo: «Mi marido me apoya increíblemente. Me vio entrar en una profunda depresión durante el COVID. Realmente pensé que la gente lo vería y que las cosas cambiarían».
Pero, por desgracia, no todo el mundo es tan comprensivo. «Mis padres están al cien por cien de acuerdo. Son exabogados del gobierno. Para ellos, el gobierno nunca haría nada malo. Las cosas se volvieron muy divisivas cuando comenzó el gran impulso de las vacunas. No he hablado con mi padre, y estábamos muy unidos, desde febrero. Y no he hablado con mi madre desde marzo. Estamos en guerra».
Los profesionales médicos como Abshner que hablan en contra del discurso son suspendidos, y la información sobre ellos es censurada. Pero ella tiene la esperanza de que, al salir a la luz, otros hablen.
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