Chaminie Wheeler, una pediatra de Pensilvania, puso su carrera en peligro tanto por hablar libremente sobre la vacuna anti COVID-19 como por negarse a recibirla.
Hasta este mes, la Dra. Wheeler trabajaba para dos sistemas hospitalarios.
«Me despidieron de un sistema de salud y me dijeron que no volviera porque no cumplí con lo que querían que le hiciera a mi cuerpo», dijo la Dra. Wheeler a The Epoch Times en una entrevista telefónica. Ella trabajaba en el Hospital Infantil de Filadelfia del Hospital Grand View de Sellersville. Pero también perdió su trabajo en el sistema médico de St. Luke’s después de hablar con los medios de comunicación en contra de la orden de vacunación por COVID-19.
Ni el Hospital Infantil ni el St. Luke’s respondieron a las solicitudes de comentarios para este artículo.
«Fue una cuestión de libertad de expresión. Si yo hubiera optado por quedarme callada, estoy bastante segura de que me habrían concedido una exención sanitaria», dijo a continuación. «Me encanta cuidar a los niños, pero como soy una médica franca me la quitaron».
La doctora también está sufriendo otras consecuencias. Alguien la denunció ante la junta médica por hablar en contra de la orden de vacunación, lo que provocó una investigación y ella tuvo que contratar a un abogado para que la ayude a salvar su licencia médica.
«Hablando de atar las manos a los médicos. Uno ni siquiera puede decir lo que piensa».
La Dra. Wheeler, dice que se trata de una herida sangrante que estaba presente en la atención médica desde mucho antes del COVID-19.
Pérdida de la atención personalizada médico-paciente
«Nuestro sistema de atención médica se ha convertido en un sistema que arrebató la atención sanitaria de las manos de los médicos y la puso en manos de los administradores de hospitales, las compañías de seguros y las empresas farmacéuticas», dijo la Dra. Wheeler.
Por ejemplo, un médico puede pensar que un determinado medicamento sería el mejor tratamiento para un paciente, pero el protocolo del hospital dice que hay que probar primero otros tres medicamentos específicos o todos los que tienen una determinada presión arterial deben ser tratados de la misma manera. Sin embargo, los individuos tienen necesidades diferentes.
«Los médicos tienen que seguir los protocolos de los hospitales, que a menudo se basan en estudios realizados por las empresas farmacéuticas y respaldados por las compañías de seguros. Tiene que ver con los litigios y la mala praxis. Si uno es médico y va en contra del protocolo, puede ser demandado», añadió la doctora. «¿Quién dirige realmente la medicina? No son médicos. Son los administradores, los seguros y las farmacéuticas».
Los médicos renunciaron libremente a su autonomía, indicó. Les gusta más trabajar con los pacientes que ocuparse de las tareas administrativas y eso provoca ahora una falta de atención personalizada del paciente.
«Esto es una llaga para la medicina», dijo a continuación. «Esta pandemia arrancó la curita y dejó al descubierto la llaga».
Hay médicos que tienen pacientes con COVID-19 muriendo delante de ellos y no pueden hacer nada para ayudarlos debido a los protocolos, añadió.
Muchos médicos han recetado Ivermectina y dicen que funciona, indicó la doctora. Algunos hospitales la incluyeron en sus protocolos en su momento. Los efectos secundarios de la ivermectina son bien conocidos pero a los médicos se les dice que no la utilicen porque no está aprobada para su uso en casos de COVID-19.
«La hipocresía de esto es increíble», dijo la Dra. Wheeler. «Al mismo tiempo, los médicos pueden dar otros medicamentos no aprobados para COVID, como el Pulmozyme, que ayuda a descomponer la mucosidad».
«Cuando un paciente está en su última esperanza, intubado en la Unidad de Cuidados Intensivos y la familia dice: ‘¿Podemos probar esto?’ entonces el hospital dice ‘Por supuesto que no’. Eso no es compasivo. Mientras el medicamento no vaya a perjudicarles nosotros debemos hacer todo lo posible para ayudarles a vivir».
Este sistema ha erosionado la confianza entre médico y paciente.
«Formamos parte de este enorme sistema del que no podemos desprendernos», dijo la Dra. Wheeler. «Tenemos que restablecer la confianza en nuestro sistema médico. Esta orden de vacunación va en contra de eso porque quita los derechos individuales entre médicos y pacientes. Los médicos no pueden prescribir exenciones médicas porque temen perder su trabajo».
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades aún no ha documentado casos de alguien con inmunidad natural que haya transmitido el virus, dijo a continuación, indicando que la inmunidad natural es superior a la vacunación, aunque ésta se promociona como la única opción.
«Cuando se expone esta única narrativa, que solo hay una manera de hacer las cosas y se pone a todo el mundo en la misma caja, se muestra la llaga de la medicina: la falta de atención personalizada del paciente».
Libertad
La Dra. Wheeler llegó a Estados Unidos en su adolescencia procedente de Sri Lanka, un país socialista, cuando solo sabía unas 50 palabras en inglés. Sus padres la siguieron cuando estaba en el primer año de universidad.
«Haber podido venir aquí y ser lo que uno quiere ser —la libertad de aquí— merece la pena luchar. Estados Unidos es un faro de esperanza en el mundo. Es el mal el que quiere dividirnos en dos clases, vacunados y no vacunados», dijo la Dra. Wheeler. «Soy cristiana y seguidora de Jesucristo. Creo que él es el autor de la libertad. Nos dio la libertad de seguirlo o negarlo. Tenemos que luchar por nuestra libertad. Nuestro gobierno no tiene autoridad para quitarnos la libertad».
Una vez alguien le preguntó si estaba dispuesta a morir en la colina de una vacuna.
«No. Pero estoy dispuesta a morir en la colina de la libertad y esto es sobre la libertad, elección individual y la libertad médica para cada estadounidense».
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