William Blake escribió: «Ver un mundo en un grano de arena. Y un Cielo en una flor silvestre». El Buda habló sobre tres mil reinos, y para el taoísmo, el cuerpo humano es un cosmos.
Hay historias en la antigua China de gente que entró en un vasto mundo a través de una pequeña abertura.
Un mundo dentro de una calabaza
Había un funcionario llamado Fei Changfang en Runan que estaba a cargo de los bazares durante la Dinastía Han del Este. Un anciano vendedor de medicina en el mercado siempre tenía una calabaza colgada de la puerta de su negocio.
Todos los días, cuando el bazar cerraba, el anciano saltaba dentro de la calabaza. Ninguno de los vendedores del bazar o la gente de la ciudad lo vio excepto por Fei Changfang, quien un día lo pudo ver desde un segundo piso.
Asombrado, lo invitó al anciano con carne y vino. El anciano le pidió que regresara al día siguiente.
Fei regresó el segundo día como se le instruyó. El anciano saltó adentro de la calabaza junto con él. Aunque la boca de la calabaza era pequeña, había un vasto y hermoso mundo adentro. Había exquisiteces y vinos aterciopelados por todos lados.
Los dos hombres tomaron unos tragos antes de regresar. Fei se volvió discípulo del anciano y comenzó a practicar el taoísmo.
Un mundo dentro del cuerpo humano
Una historia sobre Pingyang Sheng fue registrada por Le Jun en la Dinastía Qing.
Nadie sabe de dónde era Pingyang Sheng. Se decía que se había perdido cuando era niño, y cuando llegó a su casa a la edad de 15 años, había perdido la habilidad de hablar. Él tampoco se peinaba ni se bañaba. No calzaba zapatos; solo ropas raídas. No comía ni bebía agua.
Un intelectual de apellido Zhou notó que Pingyang Sheng era diferente de los otros. Él trató de averiguar la razón detrás de su peculiar comportamiento, pero no pudo.
Un día, Zhou estaba paseando en un campo luego de una tormenta, cuando divisó a Pingyang Sheng. Este no se había embarrado en el lodo, y sus pies no estaban ni siquiera sucios. Zhou lo siguió hasta un viejo templo y lo espió detrás de una puerta. Él vio a las estatuas de Buda levantarse para recibir a Pingyang Sheng y tener una conversación con él, y ahí se dio cuenta de que Pingyang Sheng podía hablar.
La noche siguiente, Zhou le hizo una reverencia a Pingyang Sheng y le pidió ser su discípulo. Pingyang Sheng se rió. Dijo que no era un inmortal, y que lo que Zhou había visto eran solo trucos de magia.
Él se descubrió el pecho para revelar un agujero cuadrado e invitó a Zhou a entrar. Zhou no podía creer lo que veía, pero igual levantó el pie. Inmediatamente, había entrado en el pecho de Pingyang Sheng a través del agujero cuadrado.
Había un vasto mundo dentro del agujero. Había campesinos cultivando la tierra, gente que se apresuraba llevando carga sobre los hombros, y niños correteando. Había también un bazar que vendía toda clase de cosas. La flora y la fauna era abundante.
Zhou no tuvo problemas para vivir en el mundo dentro del agujero cuadrado. De hecho, se sintió tan a gusto, que casi se olvida de que estaba dentro del pecho de Pingyang Sheng.
Luego de tres días, Zhou llegó a un resplandeciente palacio. Todos en el palacio vestían prendas glamorosas. Tenían sabrosas comidas y té hecho con agua de nieve. Pavos reales, fénixes y grullas bailaban en la puerta. No había viento, pero se podía oír una música encantadora.
Zhou viajó una larga distancia en el mundo dentro del agujero cuadrado. Perdió la cuenta de en cuántas posadas se quedó. Las estaciones pasaban y el tiempo volaba. Zhou comenzó a sentir que no se dirigía a ningún lado.
Lloró de soledad. Pensó que estaba soñando, pero no era un sueño. Pensó que estaba muerto, pero aún estaba vivo. Al final, ya no lo pudo soportar. Gritó el nombre de Pingyang Sheng.
De pronto, se cayó de la oreja izquierda de Pingyang Sheng y estaba de nuevo en el mundo real. Una vela sobre una mesa que había estado encendida cuando partió seguía encendida. Un anunciador indicó la cuarta vigilia de la noche (alrededor de la 1 de la madrugada).
En unas pocas horas, Zhou había experimentado casi media vida.
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