Japón, que se encuentra en alerta máxima desde hace poco, no es ajeno a los terremotos, ya que se encuentra en una de las regiones con mayor actividad sísmica del mundo. Sin embargo, los megaterremotos, que cada vez preocupan más a los expertos, suponen un peligro de otra magnitud, incluso para un país acostumbrado a este tipo de desastres naturales.
Además de la indudable catástrofe humana, un desastre natural de esta magnitud podría devastar la infraestructura de la nación e impactar las cadenas mundiales de suministro de semiconductores. El papel fundamental del país en la industria tecnológica mundial hace que esta amenaza no sea sólo una preocupación nacional, sino mundial.
Los “megaterremotos de Nankai”, que tienen lugar a lo largo de la falla bajo la Fosa de Nankai (una importante frontera tectónica frente al sur de Japón) sólo se han producido nueve veces en los últimos 1400 años, registrando cada vez una magnitud de 7.2 a 8.0 grados.
La interrupción de la industria japonesa de semiconductores tras un seísmo tan catastrófico tendría ramificaciones mundiales. Japón es un actor clave en la producción de semiconductores y de los equipos especializados necesarios para su fabricación. La pandemia de COVID-19 subrayó la importancia crítica de estos componentes, y la escasez de semiconductores resultante puso de relieve su papel vital en en funcionamiento de todo tipo de dispositivos, desde teléfonos inteligentes hasta automóviles.
Una interrupción significativa podría provocar una escasez mundial, lo que afectaría gravemente a industrias y economías de todo el planeta.
Aunque Japón representa alrededor del 15 por ciento de la cadena de valor mundial de los semiconductores, posee más del 90 por ciento de los equipos de fabricación que crean circuitos en obleas y más del 50 por ciento de la producción de obleas, según la Asociación de la Industria de Semiconductores, una organización comercial con sede en Washington.
¿Amenaza inminente?
La última advertencia se produce tras la reciente actividad sísmica en la prefectura de Miyazaki, una región rural de la costa oriental de Kyushu, en el sur de Japón, frente al océano Pacífico.
Miyazaki, cerca de la Fosa de Nankai, es propensa a fuertes terremotos. Los temblores significativos en Miyazaki suelen indicar una acumulación de tensiones a lo largo de las fallas conectadas, lo que podría ser señal de un terremoto mayor y más devastador en Nankai. Históricamente, la actividad sísmica de Miyazaki ha precedido grandes terremotos en la zona de Nankai, lo que hace temer a los expertos sobre futuras catástrofes a gran escala.
“Es como la ruleta rusa; la bala ya está en la recámara”, afirmó Toshiyasu Nagao, director del Centro de Investigación de Predicción de Terremotos de la Universidad de Tokai, advirtiendo de la inminencia de un megaterremoto. “Puede que no se haya producido esta vez, pero podría ser la próxima o la siguiente. Un megaterremoto podría producirse en la década de 2030, y es casi inevitable para la de 2040 o 2050”.
El 8 de agosto, la región se vio sacudida por un terremoto de magnitud 7.1, que causó decenas de heridos y daños en al menos 53 edificios residenciales. El temblor interrumpió servicios esenciales, incluido el suministro de agua, mostrando la fragilidad de las infraestructuras ante tales amenazas naturales.
Este suceso llevó a Japón a emitir el 8 de agosto la primera alerta de megaterremoto de su historia, instando a los residentes a prepararse revisando los planes de evacuación y preparándose para posibles sacudidas más graves.
En respuesta a la escalada de la amenaza, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, tomó la medida sin precedentes de cancelar su gira por Asia Central, prevista del 9 al 12 de agosto, alegando que su objetivo actual es “garantizar que la respuesta del gobierno y la difusión de información estén en orden”.
Una perspectiva histórica
La depresión de Nankai ha producido algunos de los terremotos más devastadores de la historia de Japón, con registros que se remontan a casi 1400 años. Estos fenómenos suelen producirse cada 100 a 150 años. El último seísmo de gran magnitud se registró en 1946, y es posible que se produzca otro en breve.
Takashi Yokota, miembro del Comité de Evaluación de Terremotos de la Fosa de Nankai y profesor del Instituto Tecnológico de Aichi, señaló que el reciente seísmo de magnitud 7.1 podría desencadenar terremotos posteriores de magnitud 8.
Un tsunami tras un terremoto de este tipo podría ser la consecuencia más letal, con olas de hasta 30 metros en algunas zonas, según una evaluación hecha en el 2012 por el gobierno japonés. Esto podría provocar hasta 323,000 víctimas mortales y obligar a realizar hasta 9.5 millones de evacuaciones, siendo los tsunamis responsables de casi el 70 por ciento de las muertes previstas, según una estimación.
Nagao dijo que, a diferencia de los 20 a 25 minutos de tiempo de antelación que la gente tuvo durante el terremoto de Tohoku de 2011, los residentes cerca de la Fosa de Nankai pueden no tener casi tiempo para reaccionar antes de que llegue el tsunami. Las simulaciones indican que olas de 3 metros de altura podrían alcanzar ciertas zonas costeras en tan solo tres minutos.
Implicaciones globales
Las consecuencias económicas de un megaterremoto en Nankai podrían superar los 1500 millones de dólares, según estimaciones gubernamentales, con profundas repercusiones para la economía japonesa y el panorama tecnológico mundial. Esta cifra empequeñece las pérdidas del terremoto de 2011 y representa alrededor del 37 por ciento del PIB de Japón para 2023.
Satoshi Fujii, profesor de ingeniería de la Universidad de Kioto, advirtió que las secuelas podrían “deprimir la economía de Japón durante 20 años”, calificando la situación como una “verdadera calamidad nacional”.
El papel integral de Japón en la cadena mundial de suministro de semiconductores significa que el impacto de un desastre de este tipo repercutiría mucho más allá de sus fronteras. El terremoto de 2011 puso de manifiesto esta vulnerabilidad cuando una fábrica de semiconductores dañada en la prefectura de Ibaraki interrumpió la producción mundial de automóviles durante meses. Esta instalación era crucial para la fabricación de microcontroladores para motores de automóviles, con una parte significativa del mercado mundial.
Al no haberse detectado más movimientos sísmicos de importancia a mediados de agosto, el país ha levantado la alerta por megaterremoto. Sin embargo, la amenaza que se cierne sobre el país nos recuerda el frágil equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza y los entresijos de la industria moderna.
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