Quiero decirle a los jóvenes que pueden hacer cualquier cosa que se propongan; la felicidad y el éxito son muy personales e individuales.
Cuando tenía 11 años, nos mudamos de la ciudad de California a la zona rural de Idaho. Cuando quería ir a casa de un amigo, me quejaba a mi padre. Él me decía: «Ya te las arreglarás». Así que iba en bicicleta tres kilómetros en cada dirección o, en invierno, corría. No era fácil y a veces no parecía seguro, pero más tarde hacía lo mismo para ir al colegio si no quería coger el autobús y su incómodo horario.
Cuando llegué a mi primer apartamento, vivía a seis kilómetros de la universidad y a dos del trabajo. No podía tener coche, así que corría o iba en bicicleta. En seis meses, me mudé más cerca y pagué el alquiler más alto. Tardé un año en ahorrar para comprarme un coche; tenía 18 años. Me compré el coche de mis sueños, un Ford Mustang rojo de 1966. También me di cuenta de que iba a tardar un poco más en graduarme, ya que tenía dos trabajos.
Cuando se me ocurrió que la vida sería más feliz si tuviera una casa en propiedad, no tenía ni idea de que una mujer soltera pudiera acceder a ella, así que hice los trámites necesarios para comprar una en una subasta, en una zona aceptable. Una vez más, tuve que trabajar en dos empleos para conseguirlo. Mis compañeros de trabajo parecían tener una vida más fácil; tenían tiempo para socializar, pero me di cuenta de que muchos de ellos seguían viviendo en casa. Me casé con un hombre agradable y conservador. Después de pagar esa casa, dudó cuando le dije que quería pagar los alquileres al contado. Yo no tenía ni idea de cómo hacerlo, pero me di cuenta de que lo conseguiría, así que él apoyó mi sueño.
J.R. Simplot era mi héroe. Recuerdo que me dijo: «Mi consejo a los jóvenes es que se apoderen de una parte de la acción». Yo aún me consideraba joven (34 años), así que di el salto.
Pasaron varios años. Me di cuenta de que quería probar suerte en la bolsa y ofrecer pagarés inmobiliarios. Entonces, entramos en una profunda recesión en 2006. Las cosas se estancaron durante mucho tiempo, pero seguí invirtiendo y trabajando en dos empleos.
Mientras planeaba mi próximo gran negocio, me reunía con el asesor de inversiones del trabajo para mi reunión anual. Un día me dijo: «Sabes, viajo por todo el Estado y ayudo a la gente con su jubilación. Nadie obtiene la tasa de rentabilidad que usted (16 por ciento). ¿Le importa si le pregunto cómo lo está haciendo?». ¿Se lo imagina a él (un experto en finanzas) haciéndome esa pregunta a mí (un funcionario)? No salí caminando de aquella reunión, levité. Un año después, a los 54 años, me jubilé y pasé a la siguiente gran aventura.
Constantina «CK» Kortopattis, Boise, Idaho
¿Qué consejo le gustaría dar a las generaciones más jóvenes?
Hacemos un llamamiento a todos nuestros lectores para que compartan los valores intemporales que definen el bien y el mal y pasen la antorcha, por así decirlo, a través de su sabiduría y la experiencia adquirida con esfuerzo. Creemos que la transmisión de esta sabiduría ha disminuido con el tiempo y que solo con una sólida base moral podrán prosperar las generaciones futuras.
Únase a nuestro canal de Telegram para recibir las últimas noticias al instante haciendo click aquí.
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.
