Opinión
La Guerra Fría llegó a su fin hace más de un cuarto de siglo. Cuando los vientos de cambio comenzaron a soplar en el bloque oriental, y luego el Muro de Berlín finalmente cayó, muchos de nosotros nos preguntamos qué traería el futuro.
Recuerdo que en el verano de 1990, conducía un auto por el valle del río Shenandoah, en Virginia, con un veterano líder del movimiento anticomunista y hablábamos sobre cómo sería la vida sin la amenaza soviética dominando nuestra política exterior.
“¿Olvidaremos cómo eran, y será más fácil llevar el socialismo a Estados Unidos después de la disolución de la Unión Soviética, porque lo habremos olvidado?”, le pregunté. Estuvo de acuerdo en que esto sería un gran peligro; Estados Unidos podría olvidar los horrores del socialismo cuando ya no fuera una doctrina armada que amenazaba nuestra propia existencia.
La evidencia de que gran parte de Estados Unidos ha olvidado los horrores del socialismo en el siglo XX parece estar apareciendo en los campus universitarios y entre los ciudadanos. Aunque a aquellos de nosotros que crecimos durante la Guerra Fría nos resultaría particularmente difícil de creer, el socialismo está creciendo como sistema político/económico aprobado en Estados Unidos.
Algunos estudiantes universitarios, incluyendo a algunos que conocí personalmente, ahora ven a Marx, Lenin y Stalin con un grado de nostalgia y alegría curiosa.
Más de 100 millones de personas murieron a manos de los regímenes comunistas en el siglo XX. Muchísimos millones más pueden haber sobrevivido físicamente a la tortura y a las dietas de hambre de los campos de educación y trabajo a los que fueron sometidos por sus “crímenes” (de pensamiento y de otro tipo), pero nunca serían los mismos.
Diciembre nos brinda la oportunidad perfecta para repasar algunas de las lecciones brutales del siglo XX, ya que este mes se conmemora el cumpleaños número 100 del mayor testigo del mundo sobre el precio del socialismo manifestado en el comunismo soviético: Alexander Solzhenitsyn.
Un patriota
¿Quién era Alexander Solzhenitsyn? Un gigante intelectual, un escritor con grandes logros y un patriota ruso que se resistió a lo que los comunistas habían hecho a su pueblo y a su amado país. Sin embargo, el ganador del Premio Nobel de Literatura ha sido olvidado en gran medida en las aulas estadounidenses y en nuestra conciencia pública de hoy.
Con la desaparición de su figura en nuestra memoria pública y sus libros apenas leídos, hemos perdido gran parte de la imaginación que una vez nos sirvió como arma contra las tentaciones del poder del gobierno y las visiones políticas exageradas. Hoy en día, revisar su trabajo aportaría mucha claridad moral a nuestro discurso político.
Solzhenitsyn nació en Kislovodsk, Rusia, el 11 de diciembre de 1918, pocos meses después de que su padre fuera asesinado. Fue criado por su madre sola y educado en matemáticas, filosofía e historia. Durante su educación y hasta la Segunda Guerra Mundial, no pareció cuestionar la corrección suprema del sistema soviético.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, Solzhenitsyn comenzó a cuestionar al régimen mientras observaba cómo se llevaban a cabo los crímenes de guerra contra civiles alemanes.
Su gran error fue escribir sobre tales preocupaciones en lo que creyó sería una carta privada a un amigo de confianza. Bajo gobiernos totalitarios, sin embargo, no existen cartas privadas (o pensamientos) y muy pocos amigos de confianza.
A pesar de ser un soldado condecorado al servicio de la URSS, Solzhenitsyn fue encarcelado por expresar sus preocupaciones. Finalmente fue sentenciado a ocho años en un campo de trabajo y fue colocado en un exilio interno permanente después de salir vivo tras el tiempo transcurrido en los campos.
Comenzó a escribir mientras estaba en prisión, incluso memorizando largos poemas y prosa porque no tenía bolígrafo ni papel. Lo que finalmente produjo fue un conjunto de obras al nivel de los grandes de la literatura rusa y que no tiene rival en ser una ventana a la deshumanización del terror socialista.
Obras maestras
Su gran obra maestra, “El archipiélago del Gulag”, publicada en 1973, es un coloso de múltiples volúmenes que suele ser mencionado con mucha más frecuencia de lo que es leído, pero recientemente se volvió a publicar una versión reducida en una edición económica y accesible, con un prólogo de Jordan Peterson.
Sus libros “Pabellón del cáncer” y “El primer círculo” son también brillantes observaciones sobre las consecuencias humanas del gobierno totalitario. Sin embargo, si uno encuentra a Solzhenitsyn por primera vez, permítanme recomendarles que empiecen con su pequeña novela “Un día en la vida de Iván Denisovich”, que, como su nombre indica, se trata de un día en la vida de un detenido en un campo de prisioneros soviético.
El lector acompaña a Ivan mientras este lucha por mantener cierta apariencia de humanidad dentro de los muros del sistema penitenciario más inhumano. Lo vemos arriesgarse a un grave castigo por ocultar un trozo de pan en su colchón, con el que espera raspar el último remanente de sustento de un futuro tazón de gachas. Vemos a los prisioneros ser señalados por números sin sentido en lugar de los nombres que sus padres eligieron para ellos o que sus amigos los apodaron. Vemos la dureza de los inviernos rusos experimentados sin las botas y guantes adecuados, y la lucha por dar a la vida algún sentido más allá de la mera supervivencia animal en medio de la represión.
Solzhenitsyn fue expulsado finalmente de su tierra natal y vivió en Vermont, EE. UU., durante las últimas dos décadas de la existencia de la Unión Soviética. Aunque era un solitario, sus escritos contribuyeron a la imaginación de muchos que lucharon contra las fuerzas deshumanizadas del siglo XX. También planteó un desafío a Occidente, regañandonos por nuestra propia pérdida de espíritu y nuestro creciente materialismo.
Este centenario del nacimiento de Solzhenitsyn es el momento adecuado para recordar a la gente la brutalidad inhumana del totalitarismo en todo el mundo, y no hay una mejor manera de hacerlo que leer y compartir su trabajo.
Gary L. Gregg preside la cátedra de Mitch McConnell en la Universidad de Louisville, donde también es director del Centro McConnell para el Liderazgo Político. Es autor o editor de una docena de libros, incluidas sus novelas para adultos jóvenes publicadas como “The Remnant Chronicles”.
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de la Gran Época.
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