Este fue el año en que Estados Unidos replanteó su relación con China.
Comenzó con la decisión del presidente Donald Trump de enfrentar el robo de propiedad intelectual (PI) por parte del régimen chino.
Trump utilizó aranceles para castigar a China por sus delitos comerciales de larga data y exponer el plan económico «Made in China 2025» de Beijing, el ambicioso plan de China para dominar varias industrias de tecnología de punta y convertirse en una potencia manufacturera avanzada para el año 2025.
Pero trabajar para obligar a China a cambiar sus prácticas comerciales fue solo el principio.
Tal como el vicepresidente Mike Pence delineó en un discurso categórico en el Instituto Hudson en octubre, Beijing despliega un «método que incluye todo el gobierno, utilizando herramientas políticas, económicas y militares, además de propaganda para promover su influencia y beneficiar sus intereses en Estados Unidos».
El mensaje fue claro: Estados Unidos ya no se quedaría de brazos cruzados mientras China socava los intereses del país, tanto en territorio estadounidense como en el extranjero. Pence insinuó el alcance general de una política más dura entre Estados Unidos y China en los años venideros. Los gobiernos anteriores han ignorado el mal comportamiento de China, «pero esos días se han acabado», dijo Pence.
En 2018, la administración Trump y el Congreso de Estados Unidos –en una muestra de bipartidismo– atacaron el agresivo robo de propiedad intelectual de China; las campañas de espionaje e influencia; la fabricación del fentanilo, un opioide altamente tóxico, responsable de decenas de miles de muertes anuales en Estados Unidos; y la expansión de los intereses geopolíticos en todo el mundo. Fue un intento sin precedentes para obligar a China a jugar limpio.
Hasta ahora, el régimen chino ha hecho poco para convencer al mundo de que tiene la intención de seguir las reglas, a pesar de los clichés de prometer abrir sus mercados y liberar su economía.
Por ahora, la actual disputa comercial ha afectado a una economía china ya ralentizada, presionando al mandatario chino Xi Jinping y a su régimen a hacer las concesiones adecuadas.
Ha comenzado una tregua de 90 días, con China cediendo en algunos puntos como la reducción de los aranceles sobre las importaciones de automóviles estadounidenses. Queda por ver si el régimen chino introducirá cambios fundamentales en sus políticas económicas que apoyen y respalden a los sectores nacionales en detrimento de los Estados Unidos y otros competidores occidentales.
Propiedad intelectual
Este año, la administración Trump decidió que Estados Unidos debía lanzar una ofensiva táctica para contrarrestar el robo de PI patrocinado por el Estado chino.
El Departamento de Justicia (DOJ) atrapó a presuntos infractores en un caso tras otro de espionaje económico. En el más reciente, el 20 de diciembre, dos ciudadanos chinos –presuntos hackers que trabajan para la principal agencia de inteligencia de China, el Ministerio de Seguridad del Estado (MSE)– fueron acusados de robar propiedad intelectual y datos comerciales de empresas de todo el mundo. Los objetivos pertenecían a una amplia gama de industrias, todas ellas en campos que Beijing quiere desarrollarse de forma agresiva.
En noviembre, el DOJ anunció un caso explosivo como parte de una nueva iniciativa para perseguir el espionaje chino. Los fiscales alegaron que la empresa china de semiconductores Fujian Jinhua había robado tecnología del fabricante de chips estadounidense Micron sobre cómo fabricar chips avanzados.
Al mismo tiempo, el Departamento de Comercio prohibió a los proveedores estadounidenses exportar componentes tecnológicos a Fujian Jinhua, lo que efectivamente paralizó sus operaciones, ya que las empresas tecnológicas chinas dependen en gran medida de las importaciones extranjeras debido a que los sectores nacionales de China se encuentran rezagados en la innovación de chips.
En otra rara demostración de fuerza, un supuesto espía del MSE fue extraditado en octubre de Bélgica -donde había sido arrestado- a Estados Unidos, para enfrentar cargos por llevar a cabo un plan para robar secretos comerciales de empresas aeroespaciales estadounidenses y europeas. Esta es la primera vez que un funcionario del MSE ha sido extraditado para ser juzgado en Estados Unidos.
La administración Trump ha dejado claro que la propiedad intelectual es clave para el progreso económico de Estados Unidos, y China debe ser confrontada directamente, ya que busca robar información valiosa a través de cualquier medio que sea necesario.
Y como se señala claramente en el plan «Made in China 2025«, China está desesperada por ponerse al día en las tecnologías más atrasadas y poner fin a su dependencia de las importaciones extranjeras, como la fabricación de semiconductores.
En medio de una serie de informes de que China ha intensificado los ataques cibernéticos en los últimos meses, el Pentágono también presionó el acelerador para hacer frente a la amenaza china. Reveló una nueva estrategia del ciberespacio que detendría o interrumpiría más activamente la actividad cibernética maliciosa que perjudica tanto a los intereses militares como económicos de Estados Unidos.
El robo de propiedad intelectual también se produce mediante la adquisición de empresas tecnológicas estadounidenses. Para frenar esta salida, el Congreso aprobó un proyecto de ley que daría más poder al Comité de Inversión Extranjera en Estados Unidos –el cual revisa los acuerdos comerciales para evaluar los riesgos de seguridad nacional–, incluyendo la capacidad de examinar las inversiones de capital de riesgo de entidades extranjeras.
Trump también bloqueó notablemente un acuerdo de la empresa Broadcom con sede en Singapur para adquirir a Qualcomm, un innovador fabricante de chips estadounidense, aduciendo preocupación de que la empresa pudiera terminar bajo control chino.
Ámbito académico
La administración también ha reconocido que el espionaje ocurre en universidades y laboratorios, donde los científicos chinos son reclutados agresivamente por el Partido Comunista, y en empresas para transferir innovaciones de vanguardia para su comercialización en China.
La Casa Blanca ha tomado medidas para limitar la duración de los visados concedidos a los ciudadanos chinos que estudian en campos específicos que el régimen chino se ha propuesto desarrollar, como la robótica, la aviación y la fabricación de alta tecnología.
Luego tomaron medidas los Institutos Nacionales de Salud (NIH), primero diciéndole a las organizaciones de investigación de todo Estados Unidos que contactaran al FBI para recibir asesoramiento sobre cómo detectar el espionaje, y luego advirtiéndoles sobre el programa de reclutamiento de «Mil Talentos» de China, diseñado para traer de vuelta a China a los mejores científicos e ingenieros chinos que trabajan en el extranjero.
Preocupados por la posibilidad de que gobiernos extranjeros tengan acceso a investigaciones importantes financiadas por los NIH u otras agencias federales, los NIH recomendaron cambios en el proceso de revisión por pares y en los formularios de divulgación de información financiera para los proyectos de investigación.
La administración Trump también ha llamado la atención sobre el tema de la influencia china en las universidades estadounidenses, que a menudo se pasa por alto, a través de los Institutos Confucio financiados por Beijing, y las asociaciones estudiantiles chinas, que según los observadores reprimen la libertad académica y difunden la propaganda de Beijing. Varios legisladores han presentado proyectos de ley para restringir la financiación de los Institutos Confucio.
Como parte de la campaña del Departamento de Justicia, la administración también está escudriñando a los medios de comunicación de habla china que difunden la propaganda de Beijing en suelo estadounidense. El DOJ quiere asegurarse de que estos medios de comunicación se registren como agentes extranjeros y revelen abiertamente sus vínculos.
Contrarrestando el OBOR
El proyecto emblemático de China para ampliar la influencia geopolítica es la iniciativa Un Cinturón, Una Ruta (OBOR). A través de la financiación de proyectos de infraestructura y de acuerdos comerciales, el régimen ha presionado a los países –sobre todo a los del sudeste asiático y África– para que acaten sus planes. Muchos países se han endeudado como resultado de los proyectos OBOR, y algunos se han visto obligados a ceder el control de puertos estratégicos y otros activos al no poder pagar los préstamos.
Los funcionarios estadounidenses se han dado cuenta de que deben ofrecer una alternativa. El secretario de Estado, Mike Pompeo, dio a conocer una estrategia indopacífica que dedica 113 millones de dólares a proyectos de tecnología, energía e infraestructura en el sudeste asiático. El plan incluye trabajar con aliados como India y Japón para forjar alianzas más sanas en la región.
Este mes, el consejero de seguridad nacional John Bolton explicó que la nueva estrategia para África tiene como objetivo impulsar a la creciente clase media del continente, ayudar en los esfuerzos antiterroristas y alentar a las empresas estadounidenses a invertir en las naciones africanas.
Fentanilo
China es la mayor fuente de fentanilo, un opioide sintético que está causando decenas de miles de muertes en Estados Unidos cada año. La droga está en el centro de la actual crisis de adicción a los opiáceos en Estados Unidos.
Desde que se reunió con el mandatario chino Xi Jinping en noviembre del año pasado en Beijing, Trump ha puesto el tema en el primer lugar de su agenda. Durante mucho tiempo, las autoridades chinas hicieron poco para frenar la fabricación de la droga dentro de sus fronteras. Trump convenció a Xi para que controlara las exportaciones y compartiera información de inteligencia sobre el tráfico de drogas.
Durante las últimas negociaciones comerciales celebradas en el margen de la cumbre del G-20 en Argentina, Xi acordó clasificar la droga como una sustancia controlada, sujeta a las penas máximas previstas en el código penal chino. Queda por ver si se aplicará alguna medida significativa.
El futuro
Desde legisladores hasta académicos estudiosos de china, los principales responsables de la toma de decisiones de Estados Unidos están apoyando una postura más dura hacia China, después de décadas de esperar que la liberación económica traiga mayores libertades políticas a China.
En cambio, «en los últimos años, China ha dado un fuerte giro hacia el control y la opresión de su propio pueblo», dijo Pence en su discurso.
Está claro que se necesita un nuevo enfoque para impulsar el cambio en China.
En medio de un año de dura acción legal, el Departamento de Justicia tomó quizás la medida más audaz hasta ahora: solicitar el arresto y la extradición de Meng Wanzhou, directora financiera del gigante chino de las telecomunicaciones Huawei.
Cuando estaba a punto de abordar un vuelo en Vancouver, Canadá, Meng fue arrestada por acusaciones de Estados Unidos de cometer fraude bancario para eludir las sanciones contra Irán. Dado que Huawei es una compañía clave apoyada financieramente por el régimen chino para cumplir con sus ambiciones tecnológicas –incluyendo llevar a cabo el despliegue global de 5G planeado por China– su arresto provocó reacciones rápidas y airadas de Beijing.
Tres canadienses ya han sido detenidos en China tras su arresto, y los medios de comunicación estatales han pedido a los ciudadanos chinos que boicoteen las marcas canadienses. Como hija del fundador de Huawei, Meng es uno de los ejecutivos de más alto nivel de la compañía que ha sido atrapada por las autoridades estadounidenses en los últimos años.
De manera similar a cuando Estados Unidos impuso una prohibición a las exportaciones de ZTE, empresa china de telecomunicaciones (y competidora de Huawei), después que no cumpliera con los acuerdos de los tribunales relacionados a su violación de las sanciones a Irán, el procesamiento de Meng podría ser una muestra de lo que está por venir si China sigue ignorando flagrantemente las normas internacionales establecidas.
Sigue a Annie en Twitter: @annieeenyc
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