NUEVA YORK —Justo cuando los dueños de restaurantes de la ciudad de Nueva York pensaban que tal vez podrían salir de las aplastantes restricciones de COVID-19 y volverían a la «normalidad», el gobierno local les asestó otro golpe: tener que comprobar que sus clientes estén vacunados o se enfrenten a multas.
En respuesta, los propietarios parecen haber adoptado una de dos posturas. Algunos apoyan la norma siempre que evite más cierres, mientras que otros la rechazan por considerarla una imposición irrazonable en sus ya vulnerables operaciones.
Los restaurantes han sido uno de los rubros más afectados por el cierre impuesto en respuesta a la pandemia del virus del PCCh (Partido Comunista Chino), causante del COVID-19. La ciudad de Nueva York presumía de un escenario gastronómico floreciente en 2019, con más de 23,000 establecimientos y más de 300,000 empleados, según un informe del contralor estatal (pdf).
Los cierres redujeron el empleo del sector alrededor de dos tercios en abril del año pasado. Desde entonces se fue recuperando gradualmente, en gran parte gracias a los fondos federales de ayuda y a la solidaridad de los propietarios. Las ventas de diciembre de 2020 bajaron entre un 50 y un 100 por ciento respecto al año anterior en la mayoría de los restaurantes y bares, según una encuesta realizada por la NYC Hospitality Alliance, un grupo del sector. Para dos de cada cinco, las ventas bajaron entre un 90 y un 100 por ciento. Si el gobierno deja de conceder ayudas, como subvenciones al alquiler y la prohibición de desahucio, casi la mitad dijo que cerraría el negocio. Solo el 15 por ciento indicó que no lo haría. El resto no estaba seguro.
El requisito de vacunación, anunciado por el alcalde Bill de Blasio el 3 de agosto, se aplicaría tanto al personal como a los clientes de restaurantes, bares, gimnasios y locales de ocio. Es posible que se extienda también a otros establecimientos, dijo un funcionario del Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York a The Epoch Times.
Los negocios tendrán que pedir a los clientes su tarjeta de vacunación emitida por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) o la confirmación de la vacunación en la aplicación móvil de la ciudad o del estado. La norma entra en vigor el 16 de agosto y su aplicación mediante inspecciones comenzará el 13 de septiembre.
Más de un tercio de los neoyorquinos no han recibido ni siquiera la primera de las dos dosis de la vacuna, que se desarrolló a una velocidad récord el año pasado y se puso en marcha a través de una autorización de emergencia antes de la finalización de los ensayos clínicos.
Todavía no está claro cómo funcionará en la práctica el requisito de la ciudad, dijo el director de New York City Hospitality Alliance, Andrew Rigie, a The Epoch Times.
«La ciudad anunció la normativa y en las próximas semanas va a desarrollar las directrices, por lo que todavía hay muchas preguntas que deberán ser respondidas», dijo Rigie por correo electrónico. «Nosotros trabajaremos para informar las directrices para que sean lo más claras y justas para los restaurantes».
Los propietarios de bares y restaurantes están «muy divididos sobre el tema», añadió, basándose en las conversaciones que Alliance ha tenido con algunos de ellos.
«Algunos lo apoyan, otros se oponen. Todos parecen estar de acuerdo que no podemos volver a aplicar restricciones y cierres más severos», dijo.
Para Karla Martinez, gerente del restaurante Chirp en el Garment District de Manhattan, el anuncio de la normativa fue «confuso».
«El alcalde diciendo una cosa, el gobernador diciendo otra, los CDC diciendo otra», dijo Martínez.
Algunas personas ya se sienten molestas cuando se les pide que se pongan una mascarilla. Pedir la tarjeta de vacunación solo agravará la situación, sugirió.
«Ellos se van a enfadar», dijo.
Ni siquiera está segura de cómo aplicar la normativa, ya que no dispone de presupuesto para tener a una persona de pie junto a la puerta comprobando los documentos de vacunación de la gente.
Su restaurante peruano lleva tres años en funcionamiento, sobreviviendo con dificultad a los cierres y pendiendo de un hilo.
«Sigue siendo duro», dice. «Cada día es muy incierto para nosotros. No sabemos si mañana podremos abrir las puertas».
Ella esperaba que las normas no le cuesten clientes.
«Pero a estas alturas, no sabemos nada», dijo.
Mostafa Zouini, gerente del cercano Café Aroma, indicó que cumplirá la norma, pero reconoció que hará que algunos clientes no estén contentos.
«Es como volver al punto de partida», dijo.
Zouini recordó las reacciones que recibió cuando la ciudad dijo a los establecimientos que debían hacer que los clientes pusieran su dirección de correo electrónico para rastrear el contacto e incluso que se les comprobara la temperatura antes de ser atendidos.
«Ellos se enfadaron y se fueron», dijo.
Al final de la calle, el gerente del restaurante italiano Pomodoro se opuso a la nueva norma
«Es estúpido, porque no es nuestro trabajo vigilar a la gente», dijo, identificándose solo por su apellido, Liu.
Liu indicó que apoya que todos se vacunen, pero no está a favor de rechazar a los clientes basándose en eso.
«Ya sea que no esté vacunado o lo esté, sigue siendo mi cliente», dijo.
Él espera que las empresas ignoren la regla en lugar de perder clientes por ella.
«La gente no la seguirá», dijo, sugiriendo que es culpa del gobierno que tanta gente no reciba la vacuna.
La falta de incentivos no es el problema central que frena a la población, dijo. El problema es que «no tiene alcance». En su opinión, el gobierno debería centrarse únicamente en educar a la gente.
«En cambio, nos están imponiendo estas ridículas leyes», dijo.
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