Algunas ciudades chinas anunciaron que flexibilizaron sus restricciones de COVID-19 tras las protestas generalizadas en el país. Sin embargo, los funcionarios advirtieron que mantendrán su política dinámica de Cero COVID y no dieron ninguna indicación de cuándo terminará.
El 30 de noviembre, en Guangzhou, un centro manufacturero situado cerca de Hong Kong, las autoridades sanitarias locales anunciaron el levantamiento de los cierres en varias partes de la ciudad, pero dijeron que las zonas designadas como de «alto riesgo» seguirían bajo confinamiento. La ciudad también anunció que dejaría de ordenar pruebas masivas de COVID-19 en todo el distrito.
Mientras que algunos habitantes de Guangzhou verán cómo su vida vuelve a una cierta forma de normalidad, otros se encontrarán rápidamente sujetos a nuevas restricciones. Por ejemplo, a los ciudadanos de algunas partes del distrito de Baiyun en Guangzhou se les dijo el miércoles que no podían salir de sus casas, después de que sus áreas fueran designadas como de «alto riesgo».
A partir del 1 de diciembre se impedirá a más ciudadanos salir de sus casas, después de que los funcionarios de salud del distrito de Liwan de Guangzhou designaran varias zonas nuevas del distrito como de «alto riesgo».
En Zhengzhou, una ciudad que alberga una importante planta de ensamblaje que fabrica los iPhones de Apple, los negocios, incluidos los supermercados, las bibliotecas, los gimnasios y los restaurantes, pudieron reanudar sus actividades a partir del 30 de noviembre, después de que las autoridades locales dijeran que se aplicarían las medidas normales de lucha contra el COVID.
En Shanghai, las autoridades sanitarias anunciaron el miércoles que eliminarían las medidas de control en 24 zonas de «alto riesgo» a partir del 1 de diciembre.
Chongqing, una megaciudad del suroeste de China, y la capital del país, Beijing, también han suavizado sus restricciones.
Protestas
Las protestas estallaron en toda China durante el fin de semana del 26 y 27 de noviembre, estimuladas en parte por la ira que provocó un incendio mortal en la región de Xinjiang, en el extremo occidental del país, en el que murieron 10 personas, según las cifras oficiales. Al parecer, las restricciones locales de COVID-19 impidieron a los residentes escapar del incendio y retrasaron la llegada de los socorristas al lugar de los hechos.
Las protestas también fueron provocadas por la creciente frustración de la población ante la drástica política china de COVID-19, que somete a las personas a repetidas pruebas de detección del virus y al confinamiento en sus hogares, además de suspender las operaciones comerciales.
Los manifestantes aprovecharon las concentraciones para exigir algo más que el fin de las medidas de confinamiento. Algunos demandaron reformas políticas, como la renuncia del líder chino Xi Jinping y del Partido Comunista Chino (PCCh).
Desde el mortífero incendio en Xinjiang, se han producido 51 protestas públicas en 24 ciudades de China, según el recuento más reciente realizado por Nathan Ruser, investigador del Australian Strategic Policy Institute. Entre ellas, siete protestas tuvieron lugar el 29 de noviembre.
Queda por ver si los manifestantes de China aceptarán la decisión del régimen comunista de suavizar las restricciones de COVID, y si seguirán saliendo a la calle para hacer reivindicaciones políticas.
Muchos manifestantes han sido detenidos o arrestados por las autoridades chinas. En una entrevista concedida a la edición china de The Epoch Times el 30 de noviembre, una mujer que presenció una protesta en el distrito de Haizhu de Guangzhou un día antes, dijo que la policía local detuvo a más de 10 manifestantes. La mujer pidió que se le identificara con un seudónimo por miedo a las represalias.
En la protesta de Haizhu, China desplegó policías antidisturbios con trajes blancos para dispersar a los manifestantes.
«Su apelación era acabar con el confinamiento», declaró la mujer. «Ellos no querían estar encerrados. Coreaban consignas pidiendo el fin del cierre».
Un hombre que trató de hacer fotos de una protesta en Shanghai el domingo por la mañana dijo a The Telegraph que la policía le ató las muñecas y los tobillos a una silla tras ser detenido.
«Ellos dijeron que no se me permitía hacer fotos. Tienen mucho miedo de que cuente la verdad a otras personas», declaró el fotógrafo, agregando que el trato que recibió dentro de la comisaría fue «una simple forma de tortura».
Una «señal de debilidad»
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, expresó su apoyo a los manifestantes en una entrevista con la NBC el miércoles, diciendo que la represión de Beijing de las recientes protestas es una «señal de debilidad.»
«Creo que cualquier país en el que se vea a la gente tratando de hablar, de manifestarse, de protestar pacíficamente, de dar a conocer sus frustraciones, sea cual sea el tema, en cualquier país en el que veamos que eso ocurre y luego veamos que el gobierno toma medidas represivas masivas para detenerlo, eso no es un signo de fortaleza, es un signo de debilidad», dijo Blinken.
Un día antes, la Comisión Central de Asuntos Políticos y Jurídicos, máximo órgano policial del régimen chino, lanzó una advertencia velada a los manifestantes. En una declaración, la comisión se comprometió a «reprimir resueltamente las actividades de infiltración y sabotaje de parte de fuerzas hostiles de acuerdo con la ley».
«Los órganos políticos y legales deben tomar medidas efectivas para (…) salvaguardar decididamente la seguridad nacional y la estabilidad social», añadió Blinken.
«China tiene que encontrar una forma de avanzar en el tratamiento contra COVID, una forma que responda a las necesidades sanitarias y también a las necesidades del pueblo», dijo el secretario de Estado.
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