Son las cuatro de la madrugada en Caracas y cientos de autos están estacionados al borde de una autopista esperando por la gasolina. Resignado, Yorvik aguarda su turno. «He pasado noches enteras para poder surtir acá», dice mientras intenta contener el sueño.
Está entre los últimos de la fila. Teme que al llegar al surtidor, se acabe la gasolina y las horas de espera hayan sido en vano. Pero eso no es sólo lo que lo inquieta. «Yo me he quedado sin teléfono por culpa de eso. Nos roban en la cola. Se paran los motorizados y nos roban todo», relata.
Ninguna de las personas en el lugar puede asegurar que el combustible alcanzará para todos los que están en la fila, incluso, desde el día anterior. Para resistir, llevan alimentos, bebidas y algunos objetos personales que les den algo de comodidad o distracción para pasar el tiempo que deben esperar.
Jorge Alvarado se recuesta sobre su almohada y revisa continuamente su reloj. Dos veces a la semana, duerme frente a una gasolinera, pues trabaja como distribuidor de mercancías y no puede dejar de usar su carro.
«Es difícil porque si te dan ganas de hacer las necesidades tienes que aguantar, porque si te vas de la cola, pierdes el puesto. Esto nos genera tristeza, humillación, impotencia, porque no podemos hacer nada, porque todos los cuerpos y las autoridades las tienen tomadas el gobierno», dice Alvarado en diálogo con la Voz de América.
En la medida que va amaneciendo, algunos intentan hacer catarsis con quienes comparten la misma amargura, como Sebastiano y Luis, dos hombres que pasan de los 50 años. Se conocieron hace apenas una hora y ya han conversado sobre los temas que regularmente afligen a los venezolanos: el alto costo de la vida, la emigración de sus seres queridos y la escasez del carburante. «No sabemos si vamos a echar gasolina. Si llega la gandola o no llega la gandola. Pero bueno, seguir esperando», dice Luis, quien labora como chofer.
Ya en la mañana, por toda la ciudad, las hileras de vehículos se cruzan entre sí. Muchas de ellas ocupan al menos tres cuadras.
El régimen de Nicolás Maduro ha intentado frenar la escasez de gasolina con importaciones directas desde Irán. Desde el pasado 24 de mayo han arribado al país unos siete tanqueros de esa nación, sin embargo, lo que ha llegado es insuficiente para abastecer la demanda local de 120,000 barriles de gasolina diarios. Por ello, alertan los expertos, las filas se mantendrán durante todo el año.
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