«No hay lugar más sagrado en el mundo que este», reza una audaz inscripción en el dintel central del Sancta Sanctorum. Enclavado en el extenso complejo de la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma, el Sancta Sanctorum se conoce en latín como el «Santo de los Santos». Esta capilla privada es una de las pocas piezas de arquitectura paleocristiana que se conservan en un edificio que en la actualidad se caracteriza principalmente por sus reformas renacentistas y barrocas.
Para muchos, la pretensión de santidad de la capilla no es infundada. Situada en la sede tradicional del papado y una de las iglesias más antiguas de la cristiandad, este pequeño espacio alberga un gran número de reliquias sagradas, recogidas por los papas romanos a lo largo de los siglos y veneradas por millones de personas en el mundo católico.
Encima del altar se encuentra la famosa «acheiropoieta», un icono de Jesucristo del siglo VIII que se cree que fue pintado «no por manos humanas». En la Edad Media, se llevaba en procesión en las fiestas importantes del año litúrgico.
Centro de la cristiandad occidental
Algunos visitan la capilla por su significado religioso, pero otros lo hacen por su arte. Por encima de la hilera de santos de pie añadidos en el Renacimiento tardío, las paredes superiores de la capilla están llenas de pinturas al fresco de alrededor de 1278, poco comunes incluso en la Ciudad Eterna. Se crearon en un momento histórico, cuando Roma se reafirmaba como centro político y religioso de la cristiandad occidental. El arte se convirtió en un vehículo clave de ese mensaje.
Un tema central de las pinturas es el martirio. En lugar de representar el ciclo vital de un santo en particular, los cuadros destacan cinco momentos diferentes de la muerte, casi todos ocurridos en Roma durante la persecución de los cristianos. Pedro, el primer Papa, aparece crucificado cabeza abajo, ya que, según la tradición, se consideraba indigno de morir como Cristo. El apóstol Pablo es decapitado, con leche en lugar de sangre, fluyendo milagrosamente de su cuello. Esteban y Lorenzo, diáconos de la Iglesia primitiva, mueren apedreados y quemados en una parrilla, respectivamente. Inés, apenas una adolescente, es condenada a morir decapitada por su decidida fe.
Sin embargo, estas horripilantes escenas no pretenden evocar el horror. En su lugar, conmemoran el heroísmo de los primeros mártires cristianos, cuyos momentos de muerte marcaron el triunfo de su fe y su santidad.
El Papa Nicolás y San Nicolás
Mientras que las escenas de martirio servían para recordar el especial significado espiritual de la ciudad papal, el singular episodio de la vida de San Nicolás debe verse con otros ojos.
Según relatos legendarios, el primitivo obispo cristiano salvó a tres muchachas de ser obligadas a prostituirses arrojando en secreto por la noche sacos de monedas de oro a través de su ventana, para que su padre pudiera pagar sus dotes. Cuando el padre lo descubrió y dio las gracias al donante, y Nicolás le ordenó que mantuviera el regalo en secreto. Hoy, la mayoría de la gente lo conoce como Papá Noel.
El santo es, de hecho, homónimo del Papa Nicolás III (circa 1225 -1280). El Papa encargó la reconstrucción y decoración del Sancta Sanctorum como parte de su campaña para restaurar la deteriorada ciudad medieval.
Aquí, en su capilla privada, el Papa se arrodilla en el marco izquierdo del ciclo de frescos, flanqueado por Pedro y Pablo y presentando una maqueta del edificio al Cristo situado en un trono. Como líder eclesiástico y cívico de Roma, aparece casi sobredimensionado, con sus rasgos faciales meticulosamente retratados. En medio de las poderosas amenazas políticas de reyes y emperadores, Nicolás se esforzó por afirmar la primacía de Roma y sus ciudadanos como verdaderos herederos de la autoridad apostólica de la Iglesia antigua. El arte y la arquitectura se convirtieron así en poderosos medios de comunicación.
Así, el generoso acto del santo reflejaba el gasto principesco del propio Papa. Del mismo modo que las niñas empobrecidas pudieron mantener su dignidad y moralidad gracias al regalo de San Nicolás, el patrocinio artístico y arquitectónico del papa Nicolás contribuyó a restaurar el estatus de Roma como venerable ciudad papal digna de bellas obras de arte e impresionantes monumentos. Aunque la mayoría de sus intervenciones bajomedievales han sido destruidas posteriormente por el abandono, los desastres y las reconstrucciones posteriores, el Sancta Sanctorum sigue siendo un brillante recordatorio de un importante momento de renovación en la larga historia de la ciudad eterna.
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