La innegable crisis de Venezuela y el mayor éxodo masivo de la historia latinoamericana ha llevado a los socialistas a sostener que los chavistas no introdujeron un socialismo real. Todos los problemas, en lo que supuestamente era un paraíso socialista revolucionario, son por culpa de una “guerra económica” del malvado imperio estadounidense.
Dada la lealtad sectaria hacia el socialismo en todo el mundo, esta ofuscación adquirió mucho impulso. Desafortunadamente, eso incluye a miembros prominentes de la oposición venezolana, que parecen incapaces de ver lo que está sucediendo ante sus ojos. Por ejemplo, el partido político Voluntad Popular de Leopoldo López –un preso político y quizás el líder opositor más reconocido– es miembro de pleno derecho de la Internacional Socialista.
El chivo expiatorio y la constante presión del socialismo, sin embargo, no significan el fin de la locura. También condena a más naciones a seguir el ejemplo de Venezuela hacia una pesadilla económica y política autoimpuesta.
La palabra «socialismo» no es necesariamente el elemento crucial; lo que el socialismo representa es la centralización de los medios de producción. A menudo formulados en términos que suenan bien, como liberación y justicia, el socialismo significa una economía de mando y control que desestima los derechos de propiedad y la autonomía individual, en contraste con el capitalismo.
En palabras del periódico Socialist Worker, socialismo significa “una sociedad basada en trabajadores que colectivamente poseen y controlan la riqueza creada por su trabajo […] en la tradición marxista”. El tema dominante en las publicaciones socialistas es la búsqueda de resultados igualitarios, logrados a través de la redistribución de recursos y una fuerte intervención de la economía, especialmente con una explícita propiedad y control de las industrias por parte del Estado.
¿Cómo encaja la Venezuela de la era chavista (1999 hasta el presente)? Hugo Chávez y sus aliados estaban tan empecinados en introducir una “revolución” socialista que uno se siente como un mosquito en una colonia nudista; hay tantas políticas para destacar. Chávez expandió enormemente los programas socialistas existentes, y el dictador Nicolás Maduro –el sucesor elegido por Chávez– ha continuado y acentuado el intervencionismo. Cuando Chávez murió en 2013, tenía 32 ministerios gubernamentales. Ahora hay 40, incluyendo Ministerios de Comunas, Soberanía Alimentaria, Agua y Ecosocialismo, y Suprema Felicidad Social.
He aquí algunas políticas socialistas ideológicamente simbólicas de la época chavista, agrupadas en cinco categorías:
1) Confiscación, nacionalización de industrias
La confiscación de empresas privadas se ha convertido en un procedimiento estándar en Venezuela, y una reciente decisión de un tribunal internacional otorgó un acuerdo de 2000 millones de dólares a ConocoPhillips por una expropiación de 2007. En ese mismo año también se expropiaron empresas de comunicaciones. En 2008, le tocó al cemento, acero, minería y productos lácteos. Del mismo modo, en 2009, fue el turno del arroz, de una aerolínea local y algunas tierras de cultivo.
Inevitablemente, en 2010, a medida que la escasez se hacía evidente, el régimen tomó el control de las cadenas de supermercados, los procesadores de alimentos y los fabricantes de empaques, sin que esto aliviara la escasez. En 2008, había 800.000 empresas privadas registradas en Venezuela. Para 2017, ese número se había reducido a 270.000.
2) Control de precios
Los precios fijos son el bastión de los analfabetos económicos, ya que generan escasez o excedentes y alimentan los mercados negros. Sin embargo, el brazo propagandístico chavista, TeleSUR, celebró 33 aumentos salariales mínimos entre 1999 y 2016, impulsados por una política monetaria irresponsable y una inflación astronómica.
El salario mínimo fue solo el comienzo. Para lograr “precios justos”, desde 2014 todas las empresas se limitaron a un margen de ganancia máximo del 30 por ciento sobre los costos. Mientras tanto, casi todos los artículos del hogar tuvieron precios establecidos por la Superintendencia para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (SUNDDE), generando estantes vacíos para todo tipo de producto, desde papel higiénico y desodorante hasta cerveza. El centro de estudios de libre mercado de Venezuela, Cedice Libertad, estima que el control de precios obligó a 28.000 empresas a cerrar en 2015 y a 20.000 en 2016.
Quizás el peor control de precios de todos –que es un imán para el enriquecimiento ilícito– fueron los controles escalonados del tipo de cambio. Estos son anteriores al régimen chavista y se remontan a 1940, pero crecieron a magnitudes incomprensibles, desviándose del tipo de cambio del mercado negro por amplios márgenes de magnitud. Eso sucede cuando se tiene hiperinflación y se quitan tres ceros de la moneda (2008), luego otros cinco (2018).
Un primer paso útil para cualquier gobierno orientado a una reforma sería desmantelar por completo el Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX), que administra (léase: corrompe y deslocaliza) el intercambio de divisas en Venezuela.
3) Proyectos utópicos
Chávez empezó más proyectos personales de los que se pueden registrar, pero quizás el mayor fue el de las casas nuevas y renovaciones de viviendas. En una población de 32 millones de habitantes, el programa que comenzó en 2009 ha renovado casi 600.000 viviendas. Con una extensión del programa de 2011 se construyeron 1,9 millones de nuevas viviendas para los que fueron considerados pobres.
Uno puede ver cómo el régimen logró gastar suficiente dinero para generar inflación y luego hiperinflación. Tal era la mentalidad de dependencia y privilegio de la gente que, cuando los precios del petróleo declinaron, el régimen se negó a hacer recortes y se limitó a imprimir más billetes para mantener los niveles de gasto.
Para mostrar lo fiel que era a los ideales socialistas, Chávez también inició 50 comunas, nuevos suburbios o aldeas con propiedad “social”. El tamaño inicial era de unas 250 familias, y la esperanza era conseguir 350 comunas en funcionamiento. Sin embargo, dada la crisis económica, los residentes y los candidatos abandonaron ese sueño irrealizable.
4) Demonización de los empleadores
¿De qué serviría un movimiento socialista sin capitalistas codiciosos que demonizar? Los destinatarios tradicionales de los ataques son los empleadores, y Venezuela no es la excepción.
Chávez enfrentó a los empleados contra los empleadores e hizo que despedir a alguien fuera en esencia imposible. Además de aumentar los beneficios requeridos para incluir un mínimo de 15 por ciento de participación en las ganancias, Chávez prohibió los períodos de prueba. El tremendo riesgo asociado con la contratación de mano de obra significa que más de la mitad de las personas trabajan en negro en el sector informal de la economía.
¿Se puede culpar a los empleadores por su renuencia? La revolucionaria burocracia significa que iniciar un nuevo negocio en Venezuela lleva al menos 230 días.
5) Alianzas anticapitalistas y marxistas
Las alianzas socialistas de Hugo Chávez comenzaron mucho antes de su mandato como presidente. Después de liderar dos sangrientos golpes de Estado en 1992, Chávez recibió un perdón y salió en libertad en 1994 (qué error fue ese). Al salir de la cárcel aceptó una invitación de Fidel Castro para reunirse en La Habana, y Chávez no ocultó su admiración por el dictador totalitario y su posterior mentor.
Las alianzas internacionales chavistas tuvieron dos propósitos principales: unificar a los regímenes socialistas y trabajar con cualquiera que se opusiera a Estados Unidos. Como Estados Unidos es el símbolo capitalista, la lógica ha sido que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Entre los aliados menos ideológicos se encuentran Bielorrusia, Irán, Libia y Siria.
El principal bloque ideológico fue la Alianza Bolivariana, que Chávez fundó con Cuba en 2004. Entre sus miembros se encuentran los regímenes socialistas y autoritarios de línea dura de América Latina, como Bolivia y Nicaragua. Tan fervientes y antiamericanos son los miembros que incluso Ecuador se retiró hace poco.
La relación amistosa entre el régimen chavista y las terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es igual de mala. En 1995, Chávez recibió entrenamiento guerrillero de estos marxistas violentos, y él y Maduro respaldaron el acuerdo de paz de las FARC que los electores colombianos rechazaron en 2016. Los comandantes de las FARC deambulan libremente por Venezuela y saquean los recursos naturales del país.
6) Racionamiento
“Gratuito” es el máximo control de precios, ya que establece como máximo cero. Cuando las personas no enfrentan ningún costo, consumen todo lo que pueden, hasta que obtienen cero beneficio.
Los regímenes socialistas y las economías mixtas han encontrado muchas maneras de impedir el consumo desenfrenado, desde hacer que la gente haga cola durante horas hasta establecer cantidades máximas por persona u hogar, como en Cuba.
Los chavistas tienen un esquema particularmente elaborado llamado carnet de la patria. Es una tarjeta de identificación personal que permite a los venezolanos acceder a programas sociales, atención médica, alimentos racionados y subsidios. También le permite al régimen saber quién votó en las elecciones ficticias.
Chávez se postuló para presidente en 1998 con una agenda de militancia socialista –apoyada por Cuba, el Partido Comunista de Venezuela y el Movimiento Socialista–, aunque se calificó a sí mismo de “humanista” revolucionario. Él y su sucesor Maduro procedieron a promulgar cada política socialista de libro durante casi 20 años. Gastaron valiosos recursos nacionales en una letanía de argucias de ingeniería social e impusieron innumerables controles de precios.
Las clasificaciones internacionales confirman la transición de Venezuela al socialismo radical, que no debe confundirse con los Estados de bienestar nórdicos que dependen en gran medida de la producción capitalista. La clasificación de Libertad Económica Mundial del Instituto Fraser ubica a Venezuela como la economía menos libre –la más planificada centralmente– en todo el mundo.
Los idiotas útiles de todo el mundo celebraron el surgimiento del socialismo del siglo XXI.
Sin embargo, ahora que los resultados catastróficos han llegado –escasez, pobreza, miseria, desempleo, hiperinflación, emigración, corrupción, hambre, ilegalidad y conflicto– de repente todo lo que sucedió ya no es socialismo.
Los gobernantes de Venezuela no son santos idealistas, por no decir otra cosa, y sus políticas socialistas coincidieron con el fin de la democracia. Sin embargo, el concepto de que esto último es el responsable de la crisis y no lo primero es, en el mejor de los casos, engañoso.
Consideremos Singapur, con una democracia limitada y derechos restringidos a la prensa y a la asociación. Con una de las economías más capitalistas del mundo, Singapur ofrece altos niveles de vida y seguridad, y atrae a expatriados. ¿Cuántos socialistas quieren vivir en Venezuela? Hasta los chavistas están escapando.
Los autoritarios tienden a favorecer el socialismo porque los incentiva con más poder y deja débil a la población. En cambio, el capitalismo laissez-faire –el derecho a la propiedad y la libertad de intercambio– incentiva al individuo y deja a los gobernantes con un rol limitado.
Fergus Hodgson es fundador y editor ejecutivo de la publicación de inteligencia latinoamericana Antigua Report.
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.
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