Shakespeare desempeña un papel clave para enseñar a los niños a dar saltos creativos

Por JENNIFER KITCHEN
14 de junio de 2021 12:54 AM Actualizado: 14 de junio de 2021 12:54 AM

En algún lugar, en lo más profundo de su memoria, probablemente pueda recordar una o dos citas de Shakespeare. Lo amen o lo odien, todo el mundo en Reino Unido estudia «El Bardo» en la escuela. Mientras los principales estudiosos de la literatura de Shakespeare se reúnen para debatir los matices más sutiles de su obra, está claro que, 450 años después de su nacimiento, las obras y la poesía de Shakespeare desempeñan un papel único en la educación inglesa. Ahora, las nuevas formas de enseñar a Shakespeare animan a los niños a dar saltos creativos con su lenguaje y su significado, y les ayudan a aprender en el proceso.

El nuevo plan de estudios de inglés sigue insistiendo en que todos los alumnos deben estudiar a Shakespeare, abarcando al menos dos de sus obras entre los 11 y los 14 años. Pero desde que comenzó la educación pública, se debate si Shakespeare debe enseñarse y cómo.

Los victorianos introdujeron la idea de leer la literatura de Shakespeare para «mejorar» las mentes de los jóvenes. A finales del siglo XX, esta idea se tradujo en un enfoque reduccionista, basado en los exámenes, que exigían a los alumnos que analizaran detalladamente las escenas individuales, a menudo con poca o ninguna comprensión de la obra como un todo dramático.

Sin embargo, la publicación de Enseñando Shakespeare del académico de Cambridge Rex Gibson, en 1998, ha llevado a centrarse en dar vida a las obras como representaciones teatrales. Gibson argumenta que si tratamos las obras de Shakespeare como guiones para ser representados, los alumnos pueden interpretar activamente un texto de forma que les resulte relevante.

Es la propia complejidad del lenguaje de Shakespeare la que hace que su obra sea tan adecuada para los enfoques creativos dirigidos por los estudiantes. La dificultad del lenguaje, la complejidad de las tramas y la lejanía de los escenarios de las obras exigen a los niños nuevas formas de pensar. Y cuando estudian las obras representándolas, les permite asumir riesgos creativos, lo que les da un sentido de confianza y propiedad sobre el texto.

Enseñanza de Shakespeare

En la actualidad, la filosofía y los ejercicios prácticos de Gibson, junto con otras ideas como las relativas al uso de la voz y el lenguaje de la profesora de canto Cicely Berry, han creado un enfoque más unificado de la forma en que los niños aprenden Shakespeare.

Aunque compañías como la Royal Shakespeare Company (RSC), el Shakespeare’s Globe y el Shakespeare’s School Festival tienen su propia visión de la educación de los niños sobre Shakespeare, comparten un compromiso con los ejercicios grupales en la sala de ensayo. En definitiva, se invita cada vez más a niños y profesores a jugar con Shakespeare.

Jugar con el lenguaje

El especialista en educación teatral Joe Winston ha estudiado este enfoque lúdico de Shakespeare en el marco de la RSC con algunos de sus alumnos más pequeños. Ha utilizado juegos y ejercicios para explorar la historia de La Tempestad con niños de cuatro y cinco años.

Mi propia investigación en curso con el Festival de Escuelas de Shakespeare analiza cómo se anima a los profesores a explorar las posibilidades vocales de la lengua con sus alumnos, a disfrutar jugando con las curiosas palabras. Una profesora, al presentar a su clase de niños de nueve y diez años la lengua de Ricardo III, les animó a: «disfruten de las palabras extrañas, pruebenlas como si fueran dulces». Los niños se deleitan con ello y comienzan sus ensayos sintiendo que esta lengua es «suya».

Las ventajas de empezar con un enfoque lúdico como éste, que evita la necesidad de dar tortuosas explicaciones sobre la lengua de Shakespeare, están cada vez más respaldadas por la investigación lingüística. El lingüista Guy Cook sugiere que los niños pequeños aprenden el lenguaje con la misma facilidad jugando con la «forma» que con el «contenido».

Otra de las claves de este enfoque de la enseñanza de Shakespeare es el conjunto: un modelo teatral de creatividad colaborativa. El principio es que el trabajo conjunto crea un espacio seguro que nunca es una zona de confort. Esto elimina la presión (no hay una respuesta correcta o incorrecta) sin reducir lo que está en juego (los miembros del grupo siguen siendo responsables los unos de los otros, de las exigencias del texto y, si actúan, del público). Se desaconsejan los «turnos de estrella» de un niño y el profesor se convierte en un facilitador informado, en lugar de una autoridad indiscutible.

En la práctica, el enfoque de conjunto puede hacer que los papeles se compartan entre todo el reparto: imagina una clase de primaria llenando el escenario del Globo durante una representación de La Tempestad. En la escena en la que Ariel suplica su libertad y Próspero se la niega, un alumno se sitúa en el centro como Próspero, mientras 25 niños se mueven a su alrededor como el hada Ariel, dando sus respuestas a coro.

En una clase o ensayo, los alumnos también pueden explorar una escena juntos en pequeños grupos a través de fotogramas congelados e improvisaciones modernas. Los profesores pueden intervenir para suscitar el debate, invitando al grupo a consultar sus guiones, a pensar en otras versiones de la obra que hayan visto o a establecer vínculos con sus propios intereses. Por ejemplo, un grupo de niños de GCSE que observé ensayando Tito Andrónico y que estaban encantados con su contenido oscuro y los temas de la lealtad y la traición. En la representación final solo aparecerán dos actores, pero toda la clase contribuyó a dar forma a la escena.

Asumir riesgos creativos

Se trata de un enfoque basado en juegos, ejercicios, experimentos e improvisaciones construidos por el profesor, pero en el que los alumnos deben dar un salto creativo. Trabajar en Shakespeare de esta manera requiere tiempo, riesgos y confianza mutua.

Los resultados artísticos y educativos no son precisamente predecibles en términos de niveles educativos y límites de grado. Sin embargo, la evaluación nacional llevada a cabo por el Festival de Escuelas de Shakespeare y la investigación encargada por la RSC indican que cuando los estudiantes son capaces de jugar con Shakespeare y construir significados fieles tanto a los textos como a su propia experiencia vivida, crecen en confianza y compromiso académico.

Jennifer Kitchen recibe financiación del Consejo de Investigación Económica y Social. Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Lea el artículo original aquí.


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