La temporada de huracanes en 2023 en la cuenca atlántica, que concluye oficialmente este jueves, sorprendió por su «inesperada actividad», con la formación de 20 tormentas con nombre y 7 huracanes, de ellos 3 de categoría mayor, y «la temperatura récord» de la superficie marina.
En teoría, la actividad en la cuenca atlántica se iba a ver influida este año por la aparición del fenómeno meteorológico El Niño en el Pacífico, que suele apaciguar las condiciones que dan pie a la formación de huracanes en el Atlántico.
Pero tanto la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EE.UU. (NOAA, en inglés), que había vaticinado en mayo pasado una temporada de huracanes «casi normal» en la cuenca atlántica, como la Universidad Estatal de Colorado (CSU), tuvieron que corregir radicalmente su pronóstico a mitad de temporada.
Los promedios de la temporada de huracanes en el Atlántico, que va del 1 de junio al 30 de noviembre, son de 14 tormentas con nombre y 7 huracanes, 3 de ellos mayores, por lo que la elevada formación de tormentas este año supone la cuarto mayor desde 1950, según la NOAA.
A la vez, «el calor anómalo extremo» registrado en el Atlántico contrarrestó parte de los vientos cortantes típicos provocados por El Niño que, usualmente, inhiben la formación de tormentas en la cuenca atlántica.
Fue una temporada «inesperadamente» activa, con más del doble de sistemas de los que uno esperaría en el Atlántico en un año marcado por la presencia de El Niño, dijo a EFE Hugh Willoughby, profesor del Departamento de Tierra y Medioambiente de la Universidad Internacional de Florida (FIU).
El océano «tiene fiebre»
Es cierto, precisó Willoughby, que la aparición de El Niño «suprime generalmente la actividad ciclónica» en el Atlántico y puede debilitar las tormentas por acción de la «cizalladura del viento», pero este año «las muy calientes aguas del Atlántico condujeron a una temporada de huracanes superior al promedio».
Al igual que el científico del FIU, María Torres, directora del Departamento de Especialistas del Centro Nacional de Huracanes (NHC, en inglés), considera que esta temporada se caracterizó por las «temperaturas récord en la superficie del Atlántico» y un «fuerte fenómeno de El Niño».
«La temperatura récord de la superficie del mar en 2023 (con temperaturas en agosto de 25.19 grados centígrados) permitió que se formaran numerosas tormentas, aunque muchas de ellas no se fortalecieron mucho o fueron de corta duración», dijo Torres a EFE.
De hecho, este verano fue el más caluroso desde que comenzaron los registros globales en 1880, según científicos del Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la Administración Nacional estadounidense de Aeronáutica y el Espacio (NASA).
Sin duda, este año, el huracán de mayor impacto en la cuenca atlántica fue Idalia, que tocó tierra como ciclón de categoría 3 en el noroeste de Florida en agosto pasado y dejó campos inundados por las marejadas ciclónicas de 7 a 12 pies (2-3.6 metros), cultivos perdidos y enormes pérdidas de producción.
La firma Moody’s Analytics calculó en un informe preliminar que los daños y las pérdidas de producción causadas por el huracán en esta región de Florida conocida como ‘Big Bend’ oscilan entre los 12,000 y 20,000 millones de dólares.
Especialmente llamativo resultó la ruta que siguieron esta temporada numerosas tormentas tropicales y huracanes, hacia el norte, «mar adentro», eludiendo a menudo, afortunadamente, zonas pobladas, apunta Torres.
Explica la experta del NHC que este hecho se debió a que «la cresta de alta presión que normalmente dirige» los sistemas hacia el oeste no fue tan fuerte en 2023, lo que permitió que la mayoría de las tormentas o huracanes que se formaron «giraran hacia el norte y volvieran a curvarse en el Atlántico central u occidental».
Solo un huracán de los siete registrados, Lee, alcanzó en septiembre la máxima categoría (5) en la escala de Saffir-Simpson al oeste de Bermudas, sin llegar a causar grandes daños en su desplazamiento hacia aguas del Atlántico Norte.
Rápida intensificación de las tormentas
Pero, como subraya Willoughby, «uno no se daría cuenta, pero desde el año 2000 ha habido más huracanes dañinos: Un océano más cálido significa que hay más energía disponible».
Un reciente estudio de la revista científica Scientic Reports avanza en la misma línea y sugiere que una «rápida intensificación» de huracanes se está produciendo «con frecuencia» en la cuenca del Atlántico Norte.
Para Torres, en este contexto, «la amenaza de huracanes que se intensifican rápidamente antes de tocar tierra ha planteado durante mucho tiempo una amenaza para quienes se encuentran en zonas costeras».
Así, los huracanes más fuertes que azotaron Estados Unidos en los últimos cien años (de categoría 4 y 5) «fueron tormentas tropicales antes de tocar tierra»; por ello, advierte la científica, «si hubiese un aumento en el rango de intensificación rápida en un clima caliente, esto podría aumentar el riesgo de experimentar estos eventos».
Pese a que no hay todavía un definitivo consenso científico, la NASA sostiene que el verano más cálido de lo habitual que se registró en 2023 «continúa una tendencia de calentamiento a largo plazo, impulsada principalmente por las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el hombre».
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