En 1956 comenzó una revolución contra la dictadura comunista en Hungría y mientras los luchadores de la libertad frenaban al ejército soviético, cientos de miles de hombres, mujeres y niños atravesaron la frontera de la libertad. Los tanques soviéticos volverían a tomar el país, pero el ejemplo de la breve revolución húngara atravesó el mundo y unió a la gente en la esperanza contra la tiranía.
Las historias sobre los luchadores por la libertad que arrancaron los emblemas comunistas de sus uniformes, derrocaron al régimen comunista húngaro y que ahora demorarían a las fuerzas soviéticas por 10 días mientras la gente se apresuraba a las fronteras para escapar, llegaron a la Europa libre y a los Estados Unidos.
El Canal Einser corría a través de la frontera entre Hungría y Austria. Allí fue que los húngaros intentaron escapar hacia el mundo libre y también fue allí que muchas personas de las sociedades libres enfrentaron el frío helado y a los guardias para rescatarlos.
El presentador de radio Barry Farber, ahora de 87 años, fue uno de aquellos jóvenes que viajaban a la frontera de Hungría para ayudar a salvar personas que escapaban de la tiranía. Recientemente, la Embajada Húngara en Nueva York le dio un premio por su trabajo.
“Habíamos estado esperando hace mucho tiempo por la rebelión detrás de la Cortina de Hierro, porque sabíamos que era horrible en aquellos países”, dijo Farber, señalando que todas las personas en la Unión Soviética vivían bajo una “terrible dictadura”. Con el tiempo llegó a un punto en que “los húngaros no lo iban a seguir soportando”.
El levantamiento de los poetas
Todo comenzó el 23 de octubre de 1956, con el recuerdo de un general muerto hace tiempo.
Un club de poetas dejó una corona de flores en Budapest a los pies de la estatua del General Józef Bem, quien había luchado por la libertad húngara en las décadas de 1830 y 1840.
Este acto, que tenía el propósito de conmemorar al general en su cumpleaños, envalentonó a los húngaros que vivían bajo la tiranía soviética. Cuando el pueblo vio que la policía secreta comunista no encarceló a los estudiantes, dijo Farber, el control del miedo se rompió y más personas se unieron a la protesta.
El grupo con sus nuevos miembros comenzó a marchar por la libertad hacia el edificio del Parlamento y los comunistas se pusieron nerviosos.
«Un padre llevaba a un bebé en la marcha y la policía secreta disparó», y le dio al niño, dijo Farber. «Una vez que el padre alzó a su bebé en el aire y mostró la cosa terrible que había ocurrido, la lucha por la libertad comenzó y de repente no había más comunistas en Hungría. Todos se convirtieron en luchadores por la libertad».
El disparo comenzó un levantamiento y las noticias del incidente fueron transmitidas por radio, libros, noticiarios cinematográficos y artículos en Estados Unidos y Europa Occidental.
Los soldados húngaros se unieron al levantamiento y dieron sus armas a los luchadores por la libertad. Los estudiantes se colgaban a los lados de los edificios para quitar los emblemas comunistas. A todas las banderas que llevaban el emblema comunista se les cortó la hoz y el martillo.
La rebelión ganó y Hungría fue liberada. Pero no duraría. La Unión Soviética vio la pérdida como un golpe a la imagen del liderazgo comunista en sí y pronto los soldados soviéticos y los tanques se dirigieron hacia las fronteras húngaras.
Luego de que los soviéticos atacaran para tomar Hungría nuevamente a principios de noviembre, los luchadores por la libertad los retuvieron por unos heroicos 10 días.
Una vez que el Ejército Rojo se abrió camino entre los luchadores por la libertad, los soviéticos estaban divididos entre recuperar el control en las ciudades y cerrar las fronteras. Mientras tanto, los ojos del mundo estaban sobre aquellos que aún intentaban escapar. Finalmente, 200.000 personas lograrían huir.
Como señaló Farber, Hungría no cayó ante el comunismo hasta que fue invadida por el Ejército Rojo en 1945. «Los soviéticos nunca conocieron una vida mejor, pero los húngaros sí», dijo, señalando que aquellos que fueron capaces de escapar «estaban tan felices de volverse a poner en contacto con la libertad. Fue muy, muy real allí».
De periodista a humanitario
Farber era un periodista en Carolina del Norte en ese tiempo y sacó a una chica noruega en una cita al cine un sábado por la noche. Los noticiarios cinematográficos se reproducían antes de las películas en los cines y contaban de la tragedia que se estaba desplegando y sobre la gente alrededor del mundo que iba a ayudar en las operaciones de rescate.
Al día siguiente, a Farber lo autorizaron a cubrir la historia. Recibió un llamado de la Fuerza Aérea diciendo que podían llevarlo hasta Munich, donde podría cubrir la evacuación de refugiados a Estados Unidos por la Fuerza Aérea.
«Pero sabían bien», dijo Farber, «que no podrían llevar periodistas estadounidenses tan cerca de la frontera húngara y no soltarnos».
Era la noche de Navidad de 1956 cuando el reportero llegó a la frontera entre Austria y Hungría. No obstante, no pasó mucho tiempo hasta que los periodistas, incluido él, encontraran un nuevo propósito para estar allí.
«Nunca vi algo como ésto», señaló Farber. «Cuando llegamos a la frontera eramos periodistas, pero cuando vimos lo que [estaba] sucediendo, todos los periodistas dejaron sus lápices, papeles y cámaras, y en vez de tomar nota, alzaban bebés de las balsas».
La gente que escapaba de Hungría estaba llena de gratitud, expresó. «Estaban besando el suelo del mundo libre».
Fue en el Canal Einser que el periodista se unió a los voluntarios de «La Flota de la Libertad» que ayudaban a los refugiados que venían en ferry cruzando el canal helado cerca del Puente de Andau, el cual luego sería inmortalizado en el libro de 1957 que lleva el mismo nombre y cuenta sobre los eventos.
«El sonido viaja lejos cuando hace frío», relató Farber. «Solo podíamos hablar susurrando y todos estaban tan abrigados que no se podía distinguir si la persona delante era hombre o mujer».
Contó que se inclinó hacia adelante y se presentó y como lo quiso el destino, la chica frente a él era la hermana de la noruega que había llevado al cine solo cinco días antes. También relató que entre los humanitarios, había un aire de amistad, determinación y esperanza.
El sistema establecido por los voluntarios era crudo pero efectivo. Dos hombres remaban en una balsa de goma a través del canal. Llenaban la balsa de refugiados, luego uno de los hombres se quedaba en la otra orilla para tirar de la balsa ida y vuelta entre las orillas usando una cuerda.
«La Flota de la Libertad»
Los guardias patrullaban las costas y ocasionalmente se podían ver rayos de luz de sus linternas. A veces los guardias arrasaban los campos con una ametralladora. Farber señaló que los refugiados sabían que no debían venir cuando el sol comenzaba a salir y «los hacíamos cruzar deprisa».
Relató que en una ocasión, luego de lograr hacer cruzar a alrededor de 48 refugiados, y después de cargar la balsa de goma de regreso en la Land Rover, un chico irlandés dijo que otro grupo de refugiados había llegado a la otra orilla.
«Como caricaturas, bajamos la balsa, corrimos nuevamente al canal y los hombres de la balsa se tiraron de panza». No obstante, cuando llegaron a la otra orilla, cargaron a los refugiados y «cada uno de los dos encargados de la balsa pensó que el otro estaba en la otra orilla».
Rescataron otras 26 personas, pero los hombres de la balsa se quedaron en la orilla soviética, con la balsa y sin remos.
Farber era la segunda persona que tiraba la cuerda y un joven noruego llamado Torvald Stoltenberg estaba en frente de él. Sin pensarlo, Stoltenberg se tiró de panza a la balsa e intentó remar usando solo sus manos.
«Era inútil», dijo Farber, «la corriente lo llevaba hacia abajo».
Pero por un capricho del destino, había un palo que sobresalía del agua, y Stoltenberg fue capaz de usarlo para cruzar. Farber dijo «Había personas religiosas entre nosotros que pensaron que Dios puso el palo allí- Ninguno de nosotros lo vio allí en medio del río».
Luego brilló una luz desde dentro del bosque, y como señaló el periodista, «las únicas personas que tendrían una luz allí eran los malos». Farber también observó que gracias a Stoltenberg, quien actualmente es un político noruego, los hombres de la balsa fueron rescatados antes de que la patrulla los alcanzara.
Durante la revuelta en Hungría, Farber notó que el «comunismo estaba en auge, y la revolución húngara lo golpeó de forma tal que nunca se recuperó». Su impacto, dijo, se sintió hasta que el pueblo de Alemania del Este derribó el Muro de Berlín.
Los refugiados ayudaron al mundo a ver más claramente que «el comunismo es un fraude», y que aquellos que están atrapados dentro de él «lo odian y harían cualquier cosa para salir de él», dijo Farber.
Cuando se trata de la libertad y el comunismo, expresó el periodista, «demasiadas personas han aprendido la diferencia de la forma difícil».
«La libertad es algo por lo que vale la pena luchar», afirmó. «No se le puede permitir al comunismo afilar sus dientes y comenzar a tomar países nuevamente».
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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