La frontera de Venezuela con Colombia se convirtió en «tierra de nadie». Mientras bandas paramilitares asesinan a soldados, el régimen de Nicolás Maduro se mantiene silente.
Durante los últimos días del 2019, dos sargentos venezolanos fueron asesinados y un comando de la Guardia Nacional fue atacado mientras que la tiranía de Maduro permite la acción deliberada de criminales en la frontera.
Un reportaje publicado por la periodista Sebastiana Barráez en Infobae reveló que la noche de la Navidad, el 24 de diciembre, paramilitares atacaron con artefactos explosivos las instalaciones de la Tercera Compañía del Destacamento Núm. 212, en el municipio Pedro María Ureña del estado Táchira, en la frontera con Colombia.
Desde hace más de un año se ha desarrollado una cruenta batalla entre grupos irregulares armados, donde bajo la mirada complaciente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, el ELN, las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (FBL/FPLN), las FARC y la banda Los Pelusos se enfrentan a otros paramilitares.
Uno de los principales responsables de lo que sucede en la frontera es Freddy Bernal, un policía que de la noche a la mañana pasó a tener un cargo paralelo como «Protector del Táchira», usurpando así las funciones de la gobernadora de este estado.
Aunque Bernal prometió ocuparse de las bandas irregulares, se mantiene de brazos cruzados, pues la Fuerza Armada de Venezuela no está preparada para lidiar con organizaciones sanguinarias entrenadas y dispuestas a morir y matar.
La zona fronteriza se ha convertido en «tierra de nadie», donde por poder y territorio se desató una guerra entre guerrillas. De allí surgieron graves y silenciosas masacres: decapitan a personas relacionadas con los cuerpos militares y policiales de Venezuela, mientras llevan a cabo sus delitos.
Al parecer, bandas armadas llegaron a la frontera para disputarse el poder con el ELN y los colectivos chavistas, y ahora hay una guerra entre delincuentes que el régimen no sabe cómo detener.
En los últimos meses el conflicto se ha centrado en las disputadas rutas de narcotráfico de la provincia de Ureña, mientras que la zona al norte, conocida como Guaramito, se mantiene bajo el dominio de una frágil alianza entre Los Rastrojos y el Ejército Popular de Liberación (EPL).
Guaramito, que es punto de tránsito clave para inmigrantes y mercancías ilegales, también es un centro de contrabando de gasolina que representa una de las economías criminales más lucrativas de esa región limítrofe. Los Rastrojos tienen una base de operaciones en Boca de Grita, por lo menos desde 2018 desde allí coordinan sus operaciones de contrabando de gasolina en colaboración con elementos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
A Bernal le encomendaron la misión de poner orden en la frontera, sin embargo, en los años que lleva ejerciendo de «protector del Táchira», se ha dedicado a irrumpir en mercados a plena luz del día para «pedir precios justos», a llevarse presos a empleados de comercios y tiendas, mientras los cuerpos paramilitares delinquen a la luz del día.
Este artículo fue publicado originalmente en PanAm Post.
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.
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