SMITHTOWN, Nueva York— Dado que el 27 de septiembre entró en vigor la orden del Estado de Nueva York de que todos los trabajadores del sector sanitario se vacunen contra el virus del PCCh (Partido Comunista Chino), varios empleados del sector sanitario no vacunados y quienes los apoyan se manifestaron frente al Centro Médico St. Catherine of Siena en Smithtown, Long Island.
La manifestación comenzó a las 11 de la mañana, y una de las dos primeras participantes en llegar fue Karen Roses, técnica de atención a pacientes en un hospital de Northwell en Riverhead, Nueva York.
Roses lleva más de 20 años en el sector de la salud. No está vacunada y cree que obligar a vacunarse es «peligroso» y priva a la gente de sus libertades.
Sabe que su negativa a vacunarse podría suponer que pierda su trabajo, pero dice que «no se va a dejar intimidar ni presionar [por] nadie por ningún motivo».
«No es una declaración en contra de las vacunas. Es una declaración sobre la libertad de elegir», dijo a The Epoch Times.
Roses compartió el auto con una compañera de trabajo que tampoco se vacunó, ya que quiere tener hijos y teme poner en peligro su salud.
El grupo estaba formado por unos 40 participantes. Se reunieron junto a la entrada del hospital. Llevaban pancartas —una que comparaba la situación actual con la Alemania nazi— y gritaban a los conductores que pasaban, que a menudo tocaban el claxon en señal de apoyo.
Gabby (que prefirió no dar su apellido) es técnica de ultrasonidos desde hace cuatro años. La joven de 27 años ha solicitado una exención religiosa a su empleador para la vacuna contra la gripe cada año y siempre ha sido aprobada.
Pero todo ha cambiado y su exención religiosa para la vacuna contra el virus del PCCh ha sido denegada.
«Me han dicho que soy un peligro para el público y para mis pacientes», declaró a The Epoch Times. Su empleador ha instituido los «despidos continuos», por lo que no sabe exactamente cuándo será despedida.
Tiene más de 200 horas de tiempo libre pagado y de baja por enfermedad, pero si la despiden, no obtendrá nada de ese dinero.
Aunque muchos de los manifestantes llevan tiempo en el mundo laboral, el más joven del grupo era Maverick Stow, un joven de 18 años que se graduó en el instituto William Floyd el pasado mes de junio.
Stow considera que si la orden de vacunación se impone a los trabajadores de la salud hoy, mañana será a otro sector.
«Al final va a ser que van a empezar a llamar a las puertas de las casas y a ponerte la vacuna», dijo Stow a The Epoch Times.
Debbie Rizzo, una logopeda de 48 años, coincidió con Stow.
«Si [el gobierno] puede forzar una inyección, ¿qué más pueden hacer? No hay fin», dijo Rizzo a The Epoch Times.
La manifestación en St. Catherine no fue la única realizada en Long Island el lunes. Rizzo asistió a otra justo antes.
El consenso entre muchos de los participantes fue que lo mejor que pueden hacer estas concentraciones es crear conciencia. Rizzo espera algo más.
«Quizá haga que más gente adquiera valor al pasar por allí, porque el valor es contagioso», dijo.
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