Una familia de Florida que lucha para darle a su ser querido conectado a un respirador tratamientos alternativos contra el COVID-19 ha perdido otra batalla, esta vez en la Corte de Apelaciones del Primer Distrito de Florida.
La esposa y el hijo de Daniel Pisano se enfrentaron por primera vez a Mayo Clinic Florida en una audiencia de emergencia el 30 de diciembre en el Cuarto Circuito Judicial de Florida. Antes de eso, habían estado rogando al hospital que les permitiera intentar tratar a Pisano—quien ha estado conectado a un respirador durante 28 días—con el controvertido medicamento ivermectina, junto con una combinación de otros medicamentos y suplementos, como parte de un protocolo recomendado por Front Line COVID-19 Critical Care Alliance (FLCCC).
La juez Marianne Aho denegó la solicitud de la familia de una orden judicial de urgencia para obligar a la Clínica Mayo a permitir los tratamientos recomendados por un médico externo. Ellos apelaron la decisión.
El 14 de enero, la decisión de Aho fue confirmada por la Corte de Apelaciones del Primer Distrito de Florida. El grupo de tres jueces que decidió el caso incluyó al juez Thomas «Bo» Winokur, designado por el entonces gobernador Rick Scott en 2015; el juez M. Kemmerly Thomas, designado en 2016 por Scott; y el juez Robert E. Long, Jr., designado en 2020 por el gobernador Ron DeSantis.
«En seguida se emitirá una opinión de esta Corte explicando su razonamiento», indicaron los jueces en la orden que emitieron.
“Así que esperamos a ver cómo es eso, a menos que tome demasiado tiempo”, dijo Jeff Childers, abogado de la familia.
Daniel Pisano, de setenta años, no tiene el tiempo ilimitado, dice el doctor Eduardo Balbona, un médico independiente en Jacksonville que ha estado asesorando a la familia desde que se acercaron a él mientras investigaban otros tratamientos que podrían ayudar a su ser querido.
Balbona, quien ha estado monitoreando el tratamiento de Pisano en la Clínica Mayo a través de un portal online, testificó a favor de la familia Pisano en la primera audiencia.
La Clínica Mayo ha argumentado que el plan de tratamiento no se ajusta al protocolo estándar del hospital para el tratamiento de pacientes con COVID-19 y no saben cuáles serían los efectos de aplicar las recomendaciones de Balbona. El hospital dijo a la familia que Pisano tiene menos del cinco por ciento de probabilidades de sobrevivir, y todo lo que queda por hacer es esperar y ver si se recupera con el respirador. La Clínica Mayo no ha respondido a las solicitudes de comentarios.
La familia le ha suplicado a la Clínica Mayo que simplemente se haga a un lado y deje que Balbona pruebe lo que cree que podría funcionar. Sin embargo, la Clínica Mayo no permite que médicos externos traten a los pacientes.
Desde que los artículos de los medios mencionaron su participación en el caso, especialmente su confianza en recomendar la ivermectina, Balbona ha enfrentado una mezcla de críticas llenas de odio y clamores desesperados de ayuda.
Él dice que ha usado con éxito la ivermectina junto con el resto del protocolo FLCCC con modificaciones menores, en «docenas y docenas» de pacientes gravemente enfermos que sufren los efectos de COVID-19. Algunos de esos pacientes han acudido a él desde lugares tan lejanos como California.
Él no es el único que cree en la ivermectina y la combinación de medicamentos y suplementos que recomienda. Diferentes profesionales de la salud en todo el país se han pronunciado en los últimos dos años sobre la eficacia del uso de la ivermectina y el protocolo FLCCC para tratar el COVID-19.
El fármaco se ha utilizado durante 40 años y su creador ganó un Premio Nobel. Si bien la ivermectina se usa con mayor frecuencia para prevenir o matar parásitos en animales, también se ha usado ampliamente y con éxito durante años para tratar parásitos y virus en humanos en Estados Unidos y otros países. Hay una lista cada vez mayor de estudios revisados por pares que muestran la eficacia del medicamento en el tratamiento contra COVID-19.
La Administración de Medicamentos y Alimentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés) indica que hay ensayos clínicos en curso que investigan el uso del medicamento en el tratamiento de COVID-19 en una página web que advierte a las personas no automedicarse con ivermectina. La FDA publicó un tuit en agosto burlándose de quienes lo hacen. Y algunos políticos y medios de comunicación han criticado sin cesar a quienes afirman que la ivermectina podría ser una forma efectiva y económica de combatir el COVID-19.
«Debería avergonzarse de ejercer la medicina, de demandar a la Clínica Mayo para suministrarle medicina para caballos a un ser humano, debido a la basura de Internet», dijo una persona en un mensaje de voz al consultorio de Balbona luego de que se mencionara su testimonio en la corte en un artículo de The Epoch Times.
“Su licencia debería ser revocada, pedazo de basura sin valor. Está matando gente, no ayudándolas, y acosar a la Clínica Mayo porque no eres lo suficientemente bueno para ser su médico es repugnante. Repugnante. Usted y los médicos como usted deberían estar excluidos de la sociedad. Debería darle vergüenza. Repugnante. Adiós y buen viaje. Espero que se contagie de COVID. Adiós».
Balbona dice que borra mensajes como ese y continúa con su tratamiento de los pacientes.
Es «la intolerancia y el odio lo que me toma por sorpresa», dijo, sobre los mensajes de su oficina que ahora se ven «inundadas por el odio».
«Todo lo que hago en el tratamiento contra COVID está dirigido a reducir la respuesta inflamatoria, que está fuera de control, y mejorar el flujo sanguíneo a los pulmones y evitar las complicaciones de los coágulos», dijo.
“Quizás el mayor cambio que he hecho de los protocolos en el hospital y con FLCCC es aumentar la dosis de dexametasona. La dosis de dexametasona en FLCCC es relativamente baja, de 6 mg, y generalmente la aumento a 18 mg diarios en los casos más graves. Ese es un cambio lógico, y me doy cuenta de que el soporte del estudio es de 6 mg».
“Hay una razón para cada medicamento y todo lo que hago para tratar el COVID con mi protocolo. Tengo que ser capaz de defenderlo ya que sé que será atacado. Es un mundo loco en el que estamos”.
Christie DeTrude, de Suiza, Florida, está segura de que las recomendaciones de Balbona salvaron a su esposo, Dewey. Él acababa de jubilarse la primavera pasada, a los 59 años, tras una larga carrera como instalador de tuberías. Con 90 kilos y 1.80 metros de altura, gozaba de una salud inmejorable, con unos fuertes «músculos de campesino luego de una vida entera girando una llave inglesa», afirma.
Cuando buscó tratamiento contra el COVID-19 en una clínica de urgencias en julio, un médico le recetó ivermectina.
«Pero lo que no sabíamos en ese momento era que no era una dosis lo suficientemente alta, porque se supone que se basa en el peso», dijo Christie DeTrude. «La suya era una dosis muy baja, y la suspendieron después de cinco días y dijeron que sería dañino para su hígado y riñones si continuaban, lo cual no es cierto».
En su octavo día de la enfermedad, había desarrollado neumonía, y la clínica de atención urgente le dijo que fuera al hospital para recibir tratamiento con plasma de convalecencia y oxígeno. El médico que lo remitió prometió que no sería admitido, dijo Christie DeTrude.
Cuando lo dejó en la sala de emergencias de Mayo Clinic Florida, le dijeron que regresara a recogerlo de 4 a 5 horas.
«Una vez que llegó a Mayo, se hicieron cargo por completo, y no hubo consentimiento informado», dijo DeTrude. «No le dieron información ni nos dejaron tomar una decisión. Tomaron todas las decisiones por él, y siguen un protocolo estándar».
«No hubo opciones, no hubo discusión (…) simplemente siguieron subiendo el oxígeno», dijo DeTrude.
La Clínica Mayo no respondió a las solicitudes de comentarios por parte de The Epoch Times sobre el caso de DeTrude, el caso de Pisano o los protocolos de tratamiento contra COVID-19, en general.
DeTrude dijo que, con el tiempo, su marido se había debilitado tanto que no podía levantarse de la cama del hospital. Ella sentía que los tratamientos del hospital no estaban funcionando. Quería llevárselo a casa. El hospital no aceptó darle el alta y no le permitió visitarlo, dijo.
Los días pasaron. Luego, semanas. Dice que, por sus llamadas telefónicas, se dio cuenta de que su marido se estaba debilitando. Su 60º cumpleaños llegó y se fue. Y aún así, dice que el hospital no le permitía visitarlo.
“Logré que un sacerdote católico viniera a darle los últimos ritos, y el sacerdote dijo que el estado mental de mi marido era como el de un prisionero de guerra, que sin duda estaba sufriendo un trauma por el aislamiento de su familia, de su fe, por no ver el sol. Había perdido 35 libras», dijo.
Parte del problema era que no le permitían llevarle comida vegana, dijo.
«Muchas de las comidas no le gustaban a mi marido. Y cuando estás con oxígeno, eso afecta a tu apetito, y él necesitaba ayuda para comer, pero no me dejaban ser esa persona», dijo.
Tras 18 días, Christie DeTrude contrató a un abogado para que la ayudara a presionar al hospital para estabilizar a su esposo y pudiera llevárselo a casa. Mientras tanto, buscó un médico externo que pudiera ayudarla.
Con ese objetivo, asistió a una manifestación por la libertad médica en Jacksonville en agosto, con la esperanza de encontrar algo o alguien que pudiera aconsejarla. Varios médicos hablaron sobre tratamientos alternativos contra el COVID-19 que los hospitales no estaban usando, incluida la ivermectina.
Al día siguiente, los llamó a todos. Solo el Dr. Balbona se acercó al teléfono para hablar con ella, dijo.
A petición de Christie DeTrude, Balbona le prometió al hospital que se haría cargo del cuidado de su esposo. Ordenó oxígeno, medicamentos y asistencia médica a domicilio para la familia, dijo.
Mientras esperaba que los médicos de Mayo accedieran a darle el alta, Christie DeTrude rezaba todos los días para que su esposo pudiera aguantar un poco más.
Después de 46 días en Mayo Clinic, Dewey DeTrude finalmente fue dado de alta e inmediatamente comenzó a seguir las instrucciones del Dr. Balbona, tomando ivermectina, fluvoxamina para prevenir coágulos de sangre y propranolol para tratar la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático de su estadía en el hospital. También tomó vitamina C, vitamina D y zinc. Comió alimentos saludables y pasó tiempo bajo el sol. En cuestión de días, quedó claro que su esposo se estaba recuperando, dijo Christie DeTrude.
Ahora, cuatro meses después, «está trabajando a tiempo parcial y yendo al gimnasio», dijo. «Ha completado la fisioterapia y trabaja para recuperar su resistencia y capacidad pulmonar. Y si no fuera por el Dr. Balbona, estoy segura de que habría muerto en el hospital».
Gene Bennett, un ingeniero de campo retirado de IBM de 77 años, cuenta una historia similar.
Estaba disfrutando de la vida en Bryceville, Florida, ayudando a su hijo a despejar cinco acres de tierra para construir una casa cuando el COVID-19 impactó en enero de 2021.
Una ambulancia lo trasladó al Hospital Ascension St. Vincent’s Riverside en Jacksonville, donde fue tratado con remdesivir.
«Tuvieron que seguir aumentando mi oxígeno cada vez más», dijo Bennett. «Por fin llegué al punto de siete litros por minuto, que es oxígeno casi puro. Y sabía que no estaba mejorando. Me daba cuenta de que me estaba debilitando cada vez más. Así que cuando el médico hizo su ronda el lunes por la mañana, le dije: ‘Este es mi último día de tratamiento con remdesivir y sé que no estoy mejorando. ¿Cuál es el siguiente paso?'».
«Me miró y con mucha calma me dijo: ‘Sr. Bennett, no tenemos un próximo paso. Él dijo: ‘Hemos hecho todo lo que podemos hacer por usted. No hay nada más que podamos hacer por usted'».
Durante la noche, Bennett pensó mucho en la conversación. Al día siguiente, le preguntó al médico: «¿Habla en serio? ¿No hay nada más que este hospital pueda hacer por mí?»
«Él dijo: ‘No, señor. El siguiente paso es que sea conectado a un respirador'».
«Bueno, no voy a hacer eso», recuerda Bennett haberle dicho. «Quiero que me den de alta de este hospital»:
Rápidamente se dio cuenta que ya no era una decisión que pudiera tomar por sí mismo.
El Hospital Ascension St. Vincent’s Riverside no respondió a una solicitud de comentarios.
“No me iban a dar de alta porque tenía un alto nivel de oxígeno”, dijo a The Epoch Times. «Así que finalmente, después de haberles armado un alboroto, por decirlo suavemente, durante todo el día, mi hijo me recogió» esa noche.
A la mañana siguiente, la esposa de Bennett lo llevó con el Dr. Balbona, su médico durante muchos años. Balbona salió al estacionamiento de su consultorio para ayudarlo a salir del auto.
«Apenas podía caminar con un andador sin ayuda; así de mal estaba», dijo Bennett. Dice que Balbona le dijo: «Tiene el caso más grave de COVID que he visto. Pero tengo un medicamento que he estado usando y he tenido mucho éxito con él».
Bennett no necesitaba ser convencido.
«¿Qué es? Lo aceptaré», recuerda Bennett haber dicho. «Sé que me estoy muriendo. Simplemente lo siento».
“Él nos dijo a mí y a mi esposa: ‘La mayoría de las personas que tienen un COVID tan grave como usted no sobreviven. Estamos detrás de la curva, pero vamos a tratar de ayudarlo a superar la curva. El medicamento que me gustaría recetarle normalmente es un medicamento contra el parásito del corazón en perros, que es el uso más común'».
“Él dijo: ‘Lo usan en todo el mundo. Ha existido durante 40 años, y es muy barato, pero muy eficaz'».
“Él dijo: ‘Nunca, jamás, le daría a un paciente un medicamento que pensara que sería perjudicial para ellos’. Y yo le creí totalmente, y simplemente acepté el hecho de que estaba haciendo lo que pensaba que era correcto».
“Pensé, no tengo ninguna opción. Sé que si no tomo algo para detener esto, me va a matar”.
Ese día compraron un suministro de ivermectina de USD 30 en una farmacia. Bennett estaba tan débil que apenas podía alimentarse. Su esposa y su hijo le dijeron más tarde que pensaban que iba a morir.
Pero después de cinco días con lo que le recetó el Dr. Balbona, que incluía vitamina C, vitamina D, zinc, esteroides y un diurético para eliminar el líquido de los pulmones, empezó a mejorar.
“Soy un firme creyente y juraría sobre la Biblia que si no me hubieran recetado ivermectina, habría muerto. Si no hubiera salido de St. Vincent’s y me hubiera revisado y acudido a él para que me recetara la ivermectina, hoy no estaría hablando con ustedes. Me salvó la vida. ¿Y por cuánto dinero? Treinta dólares».
Desde entonces, él ha leído muchas investigaciones sobre la eficacia de la ivermectina en el tratamiento contra la COVID-19.
«No puedo decirle si es 100 por ciento efectivo para todos, pero puedo decirle que lo fue para mí. Personalmente, no puedo entender por qué el gobierno se resiste a dar estos tratamientos. ¿Por qué no hacen el anuncio de que está disponible y dejan que sea una elección individual?».
La ivermectina ha sido aprobada para el tratamiento contra COVID-19 en su totalidad o parcialmente en 22 países.
Durante el año pasado, Bennett recuperó la salud por completo, recuperando aproximadamente la mitad de las 45 libras que perdió mientras estaba enfermo.
El hermano de su esposa murió a inicios de enero por COVID-19. Le rogaron al hospital probar con ivermectina. El hospital se negó.
La madre de su nuera también murió por COVID-19 en un hospital de Jacksonville Beach, luego de que la familia suplicara probar la ivermectina y el hospital se negara, dijo Bennett.
Una portavoz de la FDA dijo que proporcionaría la cantidad de reportes de pacientes que tuvieron problemas luego de automedicarse con ivermectina. Tres días después, esa información no se había proporcionado a The Epoch Times.
La Oficina de Asuntos de Medios de la FDA dijo que se requeriría una solicitud formal en virtud de la Ley de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés) para obtener detalles acerca de cuándo podría aprobarse el uso de ivermectina como tratamiento contra el COVID-19, y sobre los daños fidedignos de las personas que han utilizado la ivermectina para combatir la enfermedad.
“Las formas más efectivas de limitar la propagación de la COVID-19 incluyen recibir una vacuna contra la COVID-19 cuando esté disponible para usted y seguir las pautas actuales de los CDC”, recomienda el sitio web de la FDA.
The Epoch Times habló con una docena de personas que han usado ivermectina formulada para humanos como tratamiento contra el COVID-19 en casa. La mayoría obtuvo recetas para el medicamento a través de servicios médicos online. Ninguno informó haber tenido efectos secundarios, incluso aquellos que admitieron haber usado ivermectina formulada para animales.
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