Horas antes de que el presidente Trump se reuniera con Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, el 25 de julio tuiteó: “¡Las tarifas son lo más grande! Un país que ha tratado injustamente a Estados Unidos en lo comercial, o negocia un acuerdo justo, o recibirá un golpe de tarifas”.
Antes de la reunión, la UE prometió jugar duro con Estados Unidos. Amenazó que impondría tarifas sobre USD 294.000 millones de exportaciones de EE. UU. si Trump imponía tarifas sobre automóviles y autopartes fabricadas en la UE.
Muchas personas se preocuparon por el inminente conflicto. La UE es la segunda economía más grande del mundo y el aliado más cercano a EE. UU. Una guerra comercial a dicha escala sería como una lucha de titanes. Ambas partes podrían salir gravemente heridas.
Pero aparentemente, la UE cedió. Los europeos accedieron a no solo reducir las tarifas, sino a importar más bienes agrícolas y gas natural líquido de EE. UU.. Además, Trump anunció que las dos grandes economías trabajarán juntas para lograr los tres ceros: cero tarifas, cero subsidios y cero barreras comerciales no arancelarias.
Estas no son solo buenas noticias para el comercio. El 26 de julio, el representante comercial de EE. UU. Robert Lighthizer dijo al Comité de Asignaciones del Senado que se tenía en vista un nuevo Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano, el cual se espera “beneficiará a los trabajadores, campesinos, rancheros y empresas estadounidenses”.
Trump está ganando la guerra comercial. Los críticos y algunos aliados de Trump cuestionaron su estrategia de luchar la guerra comerciar en todos los frentes. Es un riesgo demasiado grande, dijeron. La sabiduría convencional dice que hay que enfocarse en un rival y derrotarlo antes de pasar al siguiente.
No es así con Trump. Aquí puede ser donde radica su genialidad. Esta es probablemente la razón de que Trump sea un multimillonario, y la mayoría de sus detractores no lo sean. El ascenso de Trump como una estupenda fuerza política es básicamente una historia de desafiar las convenciones.
Trump sabe que el arte supremo de la guerra se trata de dominar al enemigo sin tener que luchar. Las discusiones comerciales pueden infligir dolor, y las elecciones del Congreso están a la vuelta de la esquina. Si las disputas se extienden y como resultado la economía se desploma, los votantes estadounidenses se pondrían amargos contra su presidencia y el Partido Republicano. Trump habla fuerte y lleva un palo grueso en cuanto al comercio. Corea del Sur y la UE pestañearon.
Trump también sabe cuándo pelear. Luego de la aprobación de la reducción de impuestos, Trump podría haberse enfocado en otras iniciativas importantes, como su plan de infraestructura. Pero él sabía que ellos debían mantenerse al margen. La economía de EE. UU. había estado en pleno auge, las empresas de EE. UU. crearon más empleos que el número de trabajadores disponibles, algo que ocurre por primera vez desde que el Buró de Estadísticas de Empleo comenzó a recoger datos en el año 2000. Es un momento perfecto para ajustar las cuentas con los socios comerciales.
Aún más importante, Trump conoce las debilidades de sus oponentes y no teme aprovecharlas. Veamos el caso de la UE. En las guerras comerciales, la UE puede alinearse con EE. UU., o se puede aliar a China. La UE y Estados Unidos comparten muchos valores principales, como la libertad, el Estado de derecho, la libertad religiosa y los derechos humanos, todos los cuales son rechazados en China. Además, Estados Unidos es la única entidad que puede brindar seguridad y defensa a la UE.
A China no podría importarle menos, y quizás hasta disfrutó de la agresión de Rusia y las amenazas nucleares de Irán contra Europa. China es conocida por romper las reglas de las organizaciones internacionales. Países europeos, al igual que Estados Unidos, son víctimas del agresivo robo de IP de China. Trump supo todo el tiempo que la UE no tenía más opción que elegir a EE. UU.
Con la tregua con la UE, ahora Trump puede dirigir su mirada a Oriente. La economía china ha mostrado signos de debilidad. Sus acciones han tropezado en territorio ‘de osos’, con tendencia bajista. Su mercado de bonos corporativos está a punto de colapsar. Un tsunami de defaults acaba de azotar al sector chino de préstamos entre particulares. En un choque frontal con Estados Unidos, la economía china, ya desacelerada, caería en picada, provocando la destrucción de millones de empleos y más descontento social. Eso es lo último que quiere ver el Partido Comunista.
Trump no desaprovechará esta oportunidad. Mientras se implementan tarifas por USD 50.000 millones sobre productos chinos, Trump ha propuesto una segunda tanda de tarifas por USD 200.000 millones a los productos chinos. Y podrían haber más. El Partido Comunista Chino no tiene los medios para contrarrestar el blitzkrieg. Sabe que está en un juego peligroso que no puede ganar. China se sentará a negociar en la mesa y hará concesiones a Trump. No es una cuestión de si lo hará, sino de cuándo.
Los titulares en la prensa estadounidense siempre están llenos de adjetivos como “errático”, “caótico”, “tumultuoso” e “incoherente” cuando se trata de Trump y sus políticas. Esto es en parte debido a que la mayoría de los periodistas en los grandes medios de comunicación son descaradamente anti-Trump y pro-demócratas. Por otro lado, estos periodistas parecen no querer hacer ningún esfuerzo por entender el pensamiento de Trump. Descartan las ideas de Trump sin pensarlo dos veces, y creen que estas son para burlarse y rechazarlas.
Por supuesto, están completamente equivocados. The Nation, que no es exactamente un bastión de derecha, publicó un artículo de opinión el 24 de julio que decía que la política exterior de Trump estaba dirigida por una estrategia bien definida. Las iniciativas comerciales de Trump también tienen un tema dominante. El objetivo es el comercio recíproco y justo. Las tarifas son medios para luchar las guerras comerciales, no son el fin. Y todo indica que la ofensiva de Trump está funcionando.
Las opiniones vertidas en este artículo son propias del autor y no necesariamente representan la opinión de La Gran Época.
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