Algunos medios de comunicación e investigaciones mostraron que un porcentaje relativamente alto de quienes trabajan en entornos de atención médica son reacios o se niegan a recibir la vacuna contra el COVID-19.
Un proyecto de investigación que hace seguimiento a las opiniones y experiencias del público con las vacunas contra el COVID-19 ha descubierto que casi un tercio de los trabajadores de la salud estaban «reacios a vacunarse», y dijeron que probablemente o definitivamente no recibirían una vacuna contra el COVID-19 incluso si esta estuviese disponible de forma gratuita y fuese considerada segura por los científicos–una cifra ligeramente superior al porcentaje de la población general.
Una encuesta de diciembre publicada por la Kaiser Family Foundation sobre el proyecto de seguimiento de opiniones hacia la vacuna muestra un aumento en el porcentaje del público en general que dice que definitivamente o probablemente recibiría una vacuna contra el COVID-19, que ahora es del 71 por ciento, frente al 63 por ciento en septiembre. Al mismo tiempo, el 27 por ciento de la población en general tiene «dudas sobre las vacunas».
De acuerdo con la encuesta, la indecisión sobre las vacunas es mayor entre los republicanos (42 por ciento), las personas de 30 a 49 años (36 por ciento) y los residentes rurales (35 por ciento), seguidos de los trabajadores esenciales (33 por ciento). La indecisión más baja de vacunas se da entre los demócratas (12 por ciento), los de 65 años o más (15 por ciento) y los miembros de hogares con problemas de salud graves (22 por ciento).
Las principales preocupaciones entre quienes dudan en recibir una vacuna contra el COVID-19 son las inquietudes sobre los posibles efectos secundarios, y el 59 por ciento cita esto como una de las principales razones, seguida de una falta de confianza en el gobierno para garantizar la seguridad y eficacia de la vacuna (55 por ciento), y la preocupación de que la vacuna sea demasiado nueva (53 por ciento), según la encuesta.
Mientras tanto, el porcentaje de trabajadores de la salud que «dudan en vacunarse» es ligeramente más alta que la de la población general, situándose en 29 por ciento, según la encuesta. Al mismo tiempo, han surgido varios informes que muestran altos índices de personal de atención médica de primera línea que se niegan a recibir la vacuna.
A principios de esta semana, el gobernador de Ohio, Mike DeWine, dijo que alrededor del 60 por ciento de personas que trabajan en hogares de ancianos en su estado han optado hasta ahora por no recibir la vacuna contra el COVID-19.
«No los vamos a obligar, pero nos gustaría que ellos tuvieran un mayor acatamiento», dijo DeWine en una conferencia de prensa el miércoles, en referencia al personal del asilo de ancianos, informó The Columbus Dispatch.
Los comentarios de DeWine se produjeron luego que Ohio experimentara su mes más mortífero de la pandemia, y el medio señaló que 2426 personas murieron por COVID-19 en diciembre.
California y Texas también están experimentando un alto índice de rechazos por parte de los trabajadores de la salud, según reportaron los medios.
Los funcionarios de salud pública dijeron que alrededor del 50 por ciento de los trabajadores de primera línea en el condado de Riverside en California han optado por no recibir la vacuna, informó Los Angeles Times, mientras que más de la mitad de los trabajadores del hospital en el Hospital Comunitario St. Elizabeth de California optaron por no recibir la vacuna.
En Texas, un médico del Houston Memorial Medical Center le dijo a NPR a principios de diciembre que cerca de la mitad de las enfermeras en las instalaciones no recibirán la vacuna.
El epidemiólogo de Harvard, Marc Lipsitch, le dijo al Los Angeles Times que un alto porcentaje de rechazo hacia las vacunas podrían ocasionar problemas.
«Nuestra capacidad como sociedad de regresar a un nivel más alto de funcionamiento depende de tener la mayor cantidad de personas protegidas como sea posible», dijo Lipsitch al medio.
El Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, dijo a principios de diciembre que entre el 70 y el 75 por ciento de los estadounidenses necesitarían recibir la vacuna para «obtener ese paraguas de inmunidad colectiva».
En Estados Unidos se han autorizado dos vacunas contra el COVID-19 para uso de emergencia, una de Pfizer y la otra de Moderna. Los paneles científicos consideran que ambos productos son seguros y efectivos, y que los beneficios superan los riesgos.
El tema de las vacunas es asunto de controversia desde hace un tiempo, en parte porque algunos sienten que la presión a vacunarse, impulsada por el imperativo de lograr la inmunidad colectiva lo más rápido posible, es una violación de las libertades personales.
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