La última dinastía imperial de China, la Qing, fue fundada con una sacudida. En el siglo XVII, los guerreros de Manchuria, procedentes del frío noreste, rompieron la Gran Muralla y conquistaron la decadente dinastía Ming.
Durante los siguientes 250 años, estos extranjeros lograron gobernar a cientos de millones de chinos adoptando la cultura china. Bajo su gobierno, el territorio de China se incrementó tres veces y el imperio fue ampliamente considerado con asombro por los grandes pensadores de la Ilustración europea.
Madrugadores y trabajadores
El grupo étnico manchú, que comprende una pequeña porción de la población masiva de China, hizo grandes esfuerzos para gobernar de manera eficiente y en armonía. Al gobernar desde la Ciudad Prohibida en la capital del norte de China, Beijing, los emperadores Qing llevaban una vida de esmerada diligencia. En particular, los tres grandes —Kangxi, Yongzheng y Qianlong— que presidieron durante un período de 140 años de prosperidad son recordados por su disciplina personal y su devota dedicación.
A las 5 a.m. el emperador se levantaba para ser vestido. Sus túnicas eran seleccionadas de acuerdo con las diferentes estaciones, meses, ocasiones e incluso diferentes momentos del día. Una vez vestido, el rey rezaba a Buda, y luego pasaba la mañana absorbiendo con vigor lecciones de los registros históricos transmitidos por sus antepasados. A través del aprendizaje constante, aspiraba a racionalizar su propio gobierno.
A las 7 a.m. el emperador terminaba sus estudios e iba a tomar su desayuno. De acuerdo con la costumbre manchú, los monarcas Qing tomaban dos comidas principales al día, una por la mañana y la otra por la tarde. Dos departamentos —la Oficina de Asuntos Palaciegos y el Departamento de la Casa Imperial— se encargaban de la dieta del emperador.
Política enfocada
Los grandes emperadores Qing atendían la corte desde temprano y con efectividad. Fue durante esta época que el emperador anunció su política y dio sus órdenes.
Los funcionarios que representaban a diferentes órganos consultivos y agencias gubernamentales enviaban informes imperiales o memoriales al emperador, que le eran leídos en el desayuno. Luego elegía a qué personas debía entrevistar individualmente a partir de una lista de oficiales disponibles proporcionados por un eunuco, y luego iba a la corte para una sesión de una hora y media.
La corte era solo obligatoria en algunos días del mes lunar, pero los emperadores diligentes llevaban a cabo sesiones más frecuentes, por lo general a partir de las 09:30 a.m. El emperador Kangxi (1654-1722) veía a sus funcionarios casi a diario.
Después de las reuniones, el emperador se retiraba a sus aposentos del palacio, y se dedicaba a su papeleo. Una pluma de tinta bermellón, designada para su uso exclusivo, era para las anotaciones que haría a los documentos imperiales. En los días ocupados, un emperador podría quedarse hasta altas horas de la noche revisando su política ejecutiva.
Meditación
Cuando el emperador no estaba ocupado con los asuntos del Estado, probablemente pasaba la tarde leyendo o disfrutando de algunas actividades de ocio culto: pintura, poesía u óperas. Los emperadores dormían temprano, a las 9 p.m., para poder despertar antes del amanecer del día siguiente.
La educación y la religión eran parte integral de la visión del mundo de los monarcas iluminados Qing, comenzando con el primer emperador, Shunzhi, quien estableció la tradición de culto budista diario. Aparte de una sesión en la mañana, el emperador pasaba gran parte de la tarde participando en la oración budista u otros rituales transmitidos a través de su herencia manchú.
Todos los rituales importantes, como los que respetaban el Cielo y la Tierra, o ceremonias de la tierra y granos, estaban seguros de ser atendidos y dirigidos personalmente por el emperador.
Los más exitosos gobernantes Qing eran también hombres altamente espirituales que escribieron mucho sobre la cultivación y filosofía budista. Todos los emperadores recibieron enseñanzas clásicas de tutores chinos. Incluso su lugar de residencia llevaba el título de Casa de Cultivación Mental.
Los emperadores Qing también fueron excelentes artistas. Qianlong (1736-1795) fue conocido por su pericia caligráfica, y Kangxi, al más puro estilo confuciano, pasaba su tiempo libre investigando las tradiciones musicales del este y oeste. Los manchú patrocinaron las artes y la cultura desde un período temprano en su imperio, lo que sin duda contribuyó a su éxito para gobernar el pueblo chino.
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