Un día en la vida
Todos los días nos levantamos y nos apresuramos para ir a nuestro trabajo o a la escuela. Nos convertimos en parte de una rutina que parece encapsularnos. En esta serie, tomaremos un momento de nuestro ajetreado y acelerado mundo, saldremos de nuestra rutina e imaginaremos cómo pudo haber sido la vida en distintas culturas y épocas.
La Escuela de Pintura de Kano
La Escuela de Pintura de Kano fue la principal escuela de pintura de Japón durante más de 300 años, desde el siglo XVI hasta el XIX. La escuela se fundó en el siglo XV por Kano Masanobu en Kioto, y según el sitio web del Museo Metropolitano de Arte, en poco tiempo se convirtió en la «escuela de pintura más prolongada e influyente de la historia de Japón».
El sitio web continúa:
«A lo largo de los siglos, la escuela de Kano estaba compuesta de muchos estudios en los que grupos de artesanos bien preparados y hábiles trabajaban juntos para prestar servicio a clientes de casi todas las clases adineradas, incluidos los samuráis, la aristocracia, el clero budista, los santuarios sintoístas y los comerciantes que cada vez eran más acaudalados».
No hay mucha información sobre la práctica de los talleres de Kano antes del siglo XIX. Sin embargo, puede haber suficiente información para imaginarnos cómo sería ser un estudiante en ese lugar.
Para esto, usaremos el ensayo de Brenda G. Jordan, «¿Copiando de principio a fin?: La vida de los estudiantes en la escuela Kano», del libro «Copiando al maestro y robando sus secretos», de 2003, para ayudarnos en nuestro viaje mental hacia la vida cotidiana de un estudiante en una escuela Kano.
Imaginando la vida de un estudiante en una escuela de Kano
Hoy es otro día en la Escuela de Pintura Kano. Desde que empezamos a estudiar a las 7 de la mañana, nos despertamos temprano para prepararnos. Hoy, como la mayoría de los días, será largo, y trabajaremos desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche aprendiendo el oficio de la pintura.
Casi todos los que estamos en la escuela procedemos de familias de alto nivel. Llegamos aquí cuando éramos jóvenes, de unos siete u ocho años. Desde entonces, hemos dedicado nuestra vida a aprender el arte de la pintura. Incluso ahora, al despertar de nuestro sueño, los olores y las vistas de los colores en el estudio vigorizan nuestros sentidos.
Cuando llegamos por primera vez siendo niños, se puso a prueba nuestro interés y dedicación. Nos obligaban a realizar tareas diarias como limpiar y pasear al perro. Nos enseñaban muy poco sobre pintura, pero esto no nos disuadía. En realidad, esto hacía parte de nuestra educación; no solo nos enseñaba a mantener el estudio limpio, sino también nos enseñaba la importancia de aprender a través de la observación discreta.
Muchos observábamos a los alumnos más avanzados mientras realizábamos nuestras tareas diarias. Hay una jerarquía clara en la escuela: el maestro está en la cima, los nuevos estudiantes en la base y todos los demás en el medio. Los alumnos avanzados incluso se sientan cerca de la ventana, donde hay suficiente luz, mientras que los demás se sientan lejos de la luz.
El maestro se queda casi siempre en su habitación privada y solo hace críticas de obras de arte cuando se las llevan. Rara vez, o nunca, da clases de pintura. Así que muchos de nosotros aprendimos inicialmente observando a los otros estudiantes. No solo aprendimos a pintar, sino a comportarnos con el carácter que se le exige a un pintor.
Nunca estaba claro cuándo íbamos a empezar a pintar, así que algunos tomamos la iniciativa. Empleábamos lo que aprendíamos al observar a los demás estudiantes. Aprendíamos más con el ejemplo que con la explicación. Con frecuencia, complacíamos al maestro cuando superábamos nuestros miedos y tomábamos las herramientas de pintura para empezar a practicar.
Nuestra práctica consiste principalmente en copiar otras obras. Empezamos copiando pinturas de objetos sencillos antes de pasar a objetos más complejos. Luego copiamos la figura hasta llegar a las pinturas de los maestros. Este proceso puede tomar más de diez años de estudio; algunos estudiantes ni siquiera terminan después de veinte años.
El maestro, citando los consejos de Hayashi Moriatsu sobre la pintura, reiteraba la importancia de copiar:
«El pintor que no [copia], que siempre se confía a [su propia] voluntad, es poco hábil e indigno (…) La persona que desea dibujar correctamente de la manera correcta y emplea [la copia] cada vez sin cambiar las reglas de los antiguos es alguien que comprende que es inadecuado; [él] comprende la sacralidad de los hombres de antaño, se anima a intentar alcanzar el verdadero camino de la pintura, y desea buscar el espíritu divino».
Terminamos aprendiendo que nuestro éxito en la pintura depende del éxito de nuestros compañeros, de nuestro maestro y de las generaciones anteriores. Aprender a pintar también se convierte en aprender el lugar que ocupamos en nuestra comunidad; se convierte en aprender a ser desinteresados.
Copiamos y copiamos y copiamos hasta que ciertos movimientos y procedimientos se convierten en una segunda naturaleza para nosotros. Solo entonces subimos de rango dentro de la jerarquía de la escuela, y solo después de subir de rango nos revelan nuevas pinturas para copiar.
Parece que hay un cierto secreto de la pintura que se revela copiando. A altas horas de la noche, algunos estudiantes se escabullen para examinar en detalle los cuadros del maestro; otros se escabullen para encontrar cuadros ocultos para copiar con la esperanza de obtener este secreto más rápidamente.
Al subir de rango, aprendemos todo lo relacionado con la escuela, incluidos los asuntos comerciales. Dependiendo de nuestro nivel de habilidad, posiblemente ayudemos a dirigir la escuela o a ayudar al maestro con las pinturas por encargo. Si demostramos que somos competentes en todos los aspectos, nos graduamos de la escuela, tomamos el nombre de nuestro maestro y comenzamos nuestra vida como pintores profesionales.
Hasta entonces, cada uno de nosotros tiene su espacio en el piso, de unos 12 pies por 6 pies, una estera de tatami y un baúl que contiene todos nuestros materiales de arte. Este espacio, compartido con nuestros amigos, se convierte en nuestro mundo, un mundo a través del cual conectamos con el sentido de la belleza que poseían aquellos que nos precedieron, una belleza que esperamos compartir con nuestra gran comunidad.
Eric Bess es un artista representativo activo y es estudiante de doctorado en el Instituto de Estudios de Doctorado en Artes Visuales (IDSVA).
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