OAKLAND, California – Harto de la delincuencia, en lugar de desesperarse, un residente de Oakland mantuvo la esperanza. Con un pequeño gesto, trató de llevar la tranquilidad a su barrio instalando una estatua de Buda.
La historia del Buda de Oakland comenzó en 2009, cuando Dan Stevenson y su esposa, Lu, se cansaron del tráfico de drogas, la prostitución y la basura de su barrio. Queriendo cambiar la energía negativa del barrio, se les ocurrió la idea de colocar una estatua de Buda en la esquina de la avenida 11 con la calle 19, cerca de su casa.
Compraron una estatua de Buda de hormigón en una ferretería local. Para instalarla, Stevenson utilizó un trozo de barra de acero y epoxi para sujetar la estatua a una roca de la acera de la esquina.
Desde la instalación, el santuario ha crecido hasta hacerse más grande que la vida.
«Ha dado un vuelco total al lugar. La prostitución se ha ido, han desaparecido las drogas y la basura», dijo Stevenson a The Epoch Times. «Me sorprendió gratamente, pero me dejó un poco atónito, la verdad».
Con el tiempo, lo que empezó como una estatua de Buda se convirtió en una elaborada estructura con múltiples estatuas, incienso encendido, velas y ofrendas de comida. Entre las estatuas que se añadieron están la de Guan Yin y, hace un año, la de San Judas, colocada en la parte trasera del santuario.
San Judas es conocido por ayudar en causas perdidas.
Stevenson explicó que el santuario fue construido por una pareja vietnamita, Henry y Vina, que se encargaron de mantenerlo para que la gente pudiera cantar y rezar. Dijo que desde entonces se han mudado, pero otros vecinos mantienen ahora el santuario.
«Entre 50 y 75 personas al día acuden a ese lugar, y a veces más, porque si pasa un autobús turístico o algo así -y no sé quién lo dirige-, la gente sale, hace fotos… y luego vuelven a entrar y se van. … No teníamos ni idea de lo que ocurriría en estos 15 años o lo que sea que hayan pasado. Ha crecido y también ha crecido internacionalmente», dijo Stevenson. «Y haga lo que haga por ellos, parecen más felices yéndose que cuando aparecieron. Tiene que ser algo bueno».
En 2014, el reportero del SF Chronicle Chip Johnson pidió a la Policía de Oakland que comprobara las estadísticas de criminalidad en el barrio de Eastlake y descubrió que la delincuencia había descendido un 82 por ciento entre 2012 y 2014. La policía señaló que no podía afirmar definitivamente que la estatua de Buda fuera la causa. Desde entonces, los informes policiales han mostrado una disminución constante de la delincuencia en la zona, con solo un pequeño repunte entre 2018 y 2020.
Stevenson dijo que en 2012 la ciudad intentó retirar la estatua de Buda. Dijo que alguien presentó una queja para quitar la estatua, citando la separación de la iglesia y el estado, ya que la estatua estaba en propiedad pública.
Stevenson dijo que como ahora «no hay basura … hay que quejarse de algo; ¿por qué no elegimos a Buda? … No he oído a nadie quejarse de la basura».
Dijo que era algo grande; un trabajador municipal fue a su puerta y le dijo que iban a retirar la estatua con un martillo neumático.
Así que Stevenson se conectó a Internet y alertó a los vecinos de los alrededores de la propuesta de retirada. Dijo que la ciudad recibió tantas reacciones y protestas para mantener la estatua que un funcionario de la ciudad le llamó y le pidió que «bajara el tono».
Stevenson dijo que la ciudad acabó poniendo la situación en «revisión» y desde entonces parece haberla olvidado.
Stevenson no es budista, pero eligió a Buda porque le parece neutral y no polémico.
«Me gusta mucho la contemplación. La contemplación tranquila me impresiona, y él lo hace muy bien», dijo.
Stevenson solía enseñar Estudios Asiáticos y dijo que se identifica con el taoísmo y que tiende a ser cínico, pero lo que ha ocurrido a lo largo de los años, dijo, ha sido una agradable sorpresa.
Jesse, residente en el barrio e inversor inmobiliario, se mudó a él hace unos años porque vio la estructura con las estatuas mientras pasaba en coche e inspeccionaba la zona, y pensó que sería una buena idea comprar una casa cerca del santuario. Contó a The Epoch Times por qué le gusta pasar por allí una vez a la semana para dar una oración.
«Me parece relevante mantener el bienestar, más que buscar escalar alguna cima», dijo Jesse.
Otra residente, Laura Gerard, dijo a The Epoch Times: «Siento que aporta belleza al barrio, paz; es un lugar espiritual.»
Gerard dijo que Henry y Vina le pidieron que ayudara a mantener el santuario. Ahora, junto con su marido y otros vecinos, comparten las tareas de cerrar y abrir las puertas y cuidar del santuario.
Nos cuenta: «Hay mucha gente que visita esa estructura, mucha gente la cuida, celebra pequeños eventos allí en diferentes fiestas y diferentes celebraciones. Es muy agradable ver ese tipo de actividad en el barrio».
La estatua de Buda, que ha sobrevivido a dos intentos de retirada, uno por parte de delincuentes que se vieron frustrados por las barras de refuerzo y el epoxi, y otro por la ciudad, sigue en paz y aquí para quedarse.
Evolución del Santuario
Stevenson dijo que la esquina de la avenida 11 con la calle 19 solía parecer un vertedero, literalmente. Dijo que la gente tiraba sofás, colchones y todo lo que no quería.
Decía que llamaba al ayuntamiento y, tras dos o tres llamadas, por fin aparecían y lo limpiaban todo. Dijo que llamó tantas veces que sabían su nombre.
Dijo que poco después de que lo limpiaran, vertían más basura.
«Todas las mañanas nos despertábamos con este montón de basura», dijo.
Dijo que instaló la estatua de Buda durante el verano, y que estaba rodeada de follaje, por lo que nadie la veía realmente, lo cual era intencionado.
«Porque trabajo con energía», dijo.
Entonces llegó el otoño y, de repente, la estatua de Buda quedó al descubierto porque se habían caído las hojas.
Como nadie sabía que estaba allí, parecía que la estatua de Buda había aparecido instantáneamente, pero llevaba allí unos dos meses, dijo.
Un día, Stevenson se dio cuenta de que alguien había pintado el Buda de blanco.
«No me lo esperaba», dijo. Poco después, empezaron a aparecer pequeñas ofrendas, como peras y naranjas, o cacahuetes, o una Coca-Cola, o lo que sea. Y pensé: ‘Hmm, qué interesante. Sí, supongo que a alguien le gustan'».
Stevenson dijo que poco después la familia vietnamita, Henry y Vina, llamaron a su puerta y le preguntaron si podían ocuparse del lugar.
«Es tuyo; cuídalo. … Es para todos; es algo comunitario», dijo Stevenson. «Ni siquiera había pensado en las ramificaciones de eso en absoluto».
Dice que Henry construyó todos los edificios que se pueden ver hoy en día, y que unas 20 familias están vinculadas al santuario.
«Quiero decir, literalmente, era una roca con Buda sentado sobre ella; eso es todo; eso es todo lo que he hecho. Sí, eso es todo lo que pensé que necesitábamos», dijo.
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