El candidato republicano a la vicepresidencia, el senador J.D. Vance, afirmó el 31 de octubre que su teléfono fue pirateado por entidades chinas.
En declaraciones durante un episodio del podcast «The Joe Rogan Experience», Vance dijo que hackers chinos vulneraron su teléfono móvil, pero que la mayoría de sus mensajes estaban encriptados usando aplicaciones de terceros, como Signal.
«No creo que realmente hayan conseguido nada. Ya lo averiguaremos. Aparentemente, no pudieron obtener los mensajes encriptados que se enviaron», dijo Vance.
La confirmación se produjo menos de una semana después de que el FBI y la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de las Infraestructuras (CISA) publicaran una declaración conjunta en el que reconocían una investigación sobre «el acceso no autorizado a infraestructuras de telecomunicaciones comerciales».
Las agencias «notificaron inmediatamente a las empresas afectadas, prestaron asistencia técnica y compartieron rápidamente información para ayudar a otras posibles víctimas», según la declaración.
Vance afirmó que los piratas informáticos con sede en China fueron capaces de entrar en su teléfono utilizando la infraestructura de back-end creada originalmente para dar cabida a la Ley Patriota y la Sección 702 de la FISA.
The Epoch Times no pudo verificar de forma independiente las afirmaciones del senador Vance.
La CISA declinó hacer comentarios al respecto.
The Epoch Times también solicitó comentarios al FBI y al Departamento de Justicia, pero no recibió respuesta al cierre de esta edición.
Vance declaró que cree que el teléfono del expresidente Donald Trump fue hackeado por actores con sede en China.
Las autoridades le informaron de que la filtración formaba parte de una operación china de mayor envergadura, denominada «Salt Typhoon», cuyo objetivo era infiltrarse y explotar la infraestructura estadounidense, dijo el senador.
Existe también la operación «Volt Typhoon», de nombre similar. Esta iniciativa está asociada a un grupo de piratas informáticos chinos que consiguió infiltrarse en miles de sistemas estadounidenses, incluidas infraestructuras críticas, como los sistemas de control del tráfico aéreo y del agua.
La información sobre el intento de hackeo salió a la luz en medio de una reñida carrera presidencial que se ha visto empañada por frecuentes injerencias extranjeras por parte de grupos cibernéticos de China, Rusia e Irán. Se trata del segundo hackeo conocido de la campaña de Trump tras un ataque de phishing iraní en agosto. En aquel intento, piratas informáticos respaldados por Teherán se infiltraron en las cuentas de un miembro de la campaña y filtraron la información a la prensa y a la administración Biden.
«Tenemos un verdadero problema», afirmó Vance.
Los intentos extranjeros de influir en las elecciones estadounidenses no son nada nuevo, pero sí lo son su creciente estridencia y sus distintos niveles de éxito.
Los esfuerzos chinos para influir en el resultado de las elecciones presidenciales de 2024, en particular, se han vuelto más agresivos y más influyentes que en años anteriores.
Un memorando no clasificado sobre seguridad electoral, publicado por la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (ODNI) en julio descubrió que el régimen chino «está tratando de ampliar su capacidad para recopilar y supervisar datos en las plataformas de redes sociales de Estados Unidos, probablemente para comprender mejor -y eventualmente manipular- la opinión pública».
Por su parte, la empresa de redes sociales Meta identificó al grupo «Spamouflage», respaldado por China, como la mayor operación de influencia en línea del mundo, y descubrió que actores chinos crearon unas 4800 cuentas falsas en las redes sociales haciéndose pasar por estadounidenses para perseguir sus propios fines.
La hoja informativa sobre seguridad electoral más reciente de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (ODNI) afirma que China «probablemente no planea influir en el resultado» de las elecciones estadounidenses, pero esa conclusión parece contradecir anteriores informes de la ODNI.
Uno de esos informes reveló el año pasado que las autoridades comunistas chinas estaban más dispuestas a interferir en las elecciones estadounidenses ahora que en ciclos anteriores precisamente porque «no esperaban que la administración actual tomara represalias» tan severas como las que habría tomado la administración Trump.
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