En la oscuridad de los toques de queda de Chile relucen sobre las calles desiertas los «chalecos amarillos», vecinos que se han organizado para desvelarse y proteger sus casas, barrios, negocios y supermercados de los saqueos y el vandalismo que acompañan a las protestas en el país austral.
Armados con palos y silbatos, los «chalecos amarillos» aparecen cada noche en barrios como los de la periferia de Santiago de Chile para evitar que sus vecindades se vean alcanzadas por la ola de vandalismo que ya ha saqueado al menos 330 supermercados a nivel nacional, entre ellos varios incendiados posteriormente.
Lejos de protagonizar altercados como hace pocos meses hacían los «chalecos amarillos» de Francia, estos de Chile se han vuelto los mejores socios de los militares desplegados cada noche en las calles del país, a pesar de que claramente vulneran la prohibición del toque de queda, que ordena a todo el mundo permanecer en sus casas.
«Necesitamos proteger el punto de abastecimiento que tenemos aquí, no para los intereses comerciales de ninguna empresa, sino para la tranquilidad y normal funcionamiento de nuestras vidas y de nuestros barrios», explicó a Efe Alejandro Mellado, uno de estos «chalecos amarillos».
Junto a sus vecinos, Mellado custodia un supermercado en la comuna (municipio) de Ñuñoa, justo frente a la autopista Vespucio, el anillo vial que circunvala la ciudad y que funciona como una suerte de frontera con la periferia de la capital chilena.
En ese punto llegaron a juntarse hasta 200 «chalecos amarillos» el sábado por la noche para evitar que una turba cruzara la autopista desde la comuna de Peñalolén para saquear la tienda.
«Si entraba la turba no solo lo iba a robar sino también a incendiarlo», señaló Mellado, a quien le preocupa también proteger los pequeños negocios de sus vecinos.
«Se paseaban de un lado a otro. Había un camión que iba y venía con las matrículas tapadas», narró a Efe Rodrigo Carrasco, otro de los vecinos de cara somnolienta que integraban esta patrulla amarilla fosforescente.
Para este vecino se trata de «poner resistencia a los problemas que están pasando, porque la solución no es robar, independientemente de los reclamos», que apoyan la mayoría de estos «chalecos amarillos», entre ellos mayores pensiones y salarios y menores precios de luz, gas, educación universitaria y salud.
Tratan así de evitar a toda costa convertirse en el escenario de los numerosos vídeos virales que están recorriendo las redes sociales en los últimos días, donde muchedumbres salen de los supermercados con carros llenos de productos, entre ellos electrodomésticos como televisiones de gran tamaño.
Unas horas antes el supermercado de la misma cadena en la comuna de Maipú fue asaltado y las imágenes de los «chalecos amarillos» apaleando e incluso disparando con una escopeta a los asaltantes revolucionaron las redes.
Sin embargo, este episodio ya era familiar para los «chalecos amarillos» de Ñuñoa, pues ese hecho mismo lo vieron unas noches atrás en otro supermercado que estaba unos metros más abajo, que fue saqueado dos noches seguidas y a la tercera incendiado.
«Se demoraron cinco minutos en saquearlo entero. Yo conté como 4000 individuos. ¿Cómo lo quemaron? Alguien tiró una bomba (molotov) por el sector de las cajas, y uno más lanzó otra desde dentro. Yo lo vi. Todo organizado y todos con capuchas. Después atacaron el metro», relató a Efe Felipe Moralo, el más joven de este grupo.
Antes de concluir su narración, los vecinos se pusieron en estado de alerta, una figura se distinguía en el horizonte de la calle, pero la tensión se rebajó enseguida, pues era otro vecino que se sumaba a la vigilancia.
Varios de ellos ya han propuesto repetir estas experiencias con otro tipo de contingentes como cortes de luz o terremotos. «Nos hace falta unirnos más como vecinos. Yo por ejemplo no conocía a ningunos de ellos y llevo viviendo un año aquí», dijo Carrasco.
Al rato pasó un camión con una veintena de militares del Ejército de Chile que se bajaron para saludar a los vecinos y evaluar cómo se desarrollaba la noche.
«Estas últimas noches están mucho más tranquilas», aseguró a Efe uno de los militares arma en mano, solo horas después de que en el centro de Santiago unas 100.000 personas se manifestasen para reclamar la salida del presidente Sebastián Piñera.
Tras rechazar comida y agua ofrecida por los «chalecos amarillos», el contingente militar continuó su patrulla y los vecinos se quedaron al mando de ese lugar, ante una autopista silenciosa, aguardando hasta el amanecer, cuando otro grupo vendría a relevarlos, y así cada noche en este Chile convulsionado.
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