Los principales medios de comunicación de Estados Unidos ayudaron a crear más de dos años de histeria y ataques políticos sobre rumores de que el Presidente Donald Trump había conspirado con Rusia para ganar las elecciones de 2016.
Con los recientes hallazgos del consejero especial Robert Mueller, ahora se ha probado que esa narrativa era falsa. Pero el debate sobre la interferencia y propaganda extranjera en Estados Unidos no debería terminar ahí.
Una buena pregunta es: si a los medios noticiosos, incluyendo el Washington Post y el New York Times les preocupa tanto la influencia extranjera, como demostraron con su cobertura de los dichos de colusión, ¿por qué aceptan dinero para imprimir propaganda de un régimen extranjero?
El 28 de marzo, el New York Times publicó un aviso suplemento pago que llevaba principalmente artículos del portavoz de la propaganda oficial de China, Xinhua. Uno de los artículos en el injerto de ocho páginas llamado «International Daily», promovía el plan socialista para contrarrestar el cambio climático, Green New Deal, de la representante Alexandra Ocasio-Cortez (demócrata por Nueva York). ¿No constituye eso interferencia de un régimen extranjero en la política estadounidense?
El 27 de marzo, el Washington Post publicó propaganda estatal china similar en un injerto llamado «China Watch». El injerto incluía un «Especial Tíbet» que decía mostrar la «atmósfera festiva» en el Tíbet, donde el Partido Comunista Chino (PCCh) está tratando de aplastar la cultura y creencias tradicionales.
Opened my @washingtonpost today and apparently the “festive atmosphere in the Tibet Autonomous Region is more joyful than usual”. This respected newspaper really shouldn’t reprint Chinese government propaganda that looks like real news pic.twitter.com/V0y131OHjM
— Jonathan Stivers (@jonstivers) March 27, 2019
Un reciente informe de Freedom House que puntúa la libertad en una escala del 1 al 100, con 100 lo más libre, le dio al Tíbet una calificación de 1. Declara que las autoridades del PCCh están «suprimiendo cualquier signo de disenso entre los tibetanos, incluyendo manifestaciones de la particular creencia e identidad cultural tibetana».
Cuando se trata de libertades civiles y derechos políticos, Freedom Watch tiene una escala de cero a 40, 40 si tiene la mayor cantidad de derechos. Bajo la tiranía del PCCh, el Tíbet obtuvo menos 2. El Washington Post le permitió al régimen que suprime la libertad tibetana, publicar propaganda que hace que parezca lo opuesto—permitiéndole al PCCh engañar a los lectores del Post.
Recordemos que gran parte de la narrativa sobre la interferencia rusa en las elecciones de Estados Unidos era sobre troles pagos que gastaron varios miles de dólares en anuncios de Facebook. ¿Cuántos cientos de miles de dólares gasta el PCCh en entregar su propaganda directo a la puerta de los estadounidenses?
También recuerdo que cuando el director de Inteligencia Nacional (DNI) publicó el 7 de enero de 2016, un informe que decía que Rusia interfirió en la elección de 2016, la principal evidencia usada para esa conclusión fue que Rusia financiaba su medio de noticias RT, y que RT informaba negativamente sobre Hillary Clinton y de forma positiva sobre Trump.
En otras palabras, la base fundamental de la evaluación del DNI sobre la interferencia rusa—al menos en su informe público—era reportar en un medio noticioso extranjero. Para fortalecer sus aseveraciones, hizo notar que varias de estas historias en RT eran luego levantadas por otros medios en Estados Unidos.
Pero China ha ido aún más lejos al pagar a periódicos principales estadounidenses para imprimir directamente su propaganda.
El PCCh tampoco es ambiguo en sus intenciones. Es en realidad extremadamente directo sobre su intención de usar los medios y la propaganda como herramientas de guerra.
La guerra de medios se lista como parte de la doctrina de las Tres Guerras (“san zhong zhanfa”) del PCCh , junto con la guerra legal y la guerra psicológica. El sistema de tres guerras fue aprobado por la Comisión Militar Central del PCCh en 2003 por sus operaciones militares de información.
Su doctrina de la guerra de medios incluye la «manipulación de medios abierta y encubiertamente», según The Diplomat en 2015.
Mientras tanto, la guerra psicológica se trata de engañar a la gente a un nivel más fundamental. En vez de tratar de alterar la información superficial, busca alterar cómo interpreta la gente la información.
El uso que hace el PCCh de los principales periódicos estadounidenses para publicar su propaganda cabe perfectamente en esta estrategia militar de engaño.
Esto se vincula directamente con un término que volvió a entrar a la discusión popular en medio de la histeria sobre la colusión con Rusia: desinformación.
La desinformación a menudo se confunde con mala información y propaganda, pero los tres conceptos difieren bastante. La mala información es el uso de información falsa, y la propaganda está diseñada para evocar una respuesta emocional o subconsciente a pesar de los hechos.
La desinformación se trata de diseminar información falsa, con un grano de verdad, a través de canales confiables y creíbles en una sociedad objetivo. O sea, canales legítimos como los principales periódicos de Estados Unidos.
Bajo la Unión Soviética, las operaciones de desinformación a menudo usaban complejos sistemas de medios noticiosos controlados, organizaciones sin fines de lucro falsas, y expertos plantados. Estos eran usados para crear falsas notas al pie para favorecer argumentos o crear eventos falsos—los cuales podían ser luego usados para narrativas políticas.
Sin embargo, hoy bajo el régimen chino, todo lo que necesitan hacer es gastar un poco de efectivo y los guardianes de la información estadounidenses publican esa desinformación por voluntad propia.
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de La Gran Época.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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