Niño muere de cáncer y su madre aprende el significado de una mancha azul que dejó en la alfombra

Por Jack Phillips - La gran Época
03 de junio de 2019 2:20 PM Actualizado: 19 de octubre de 2020 5:38 PM

Una madre compartió una historia desgarradora sobre una «mancha azul» en su alfombra y por qué es importante que los padres aprecien a sus hijos.

Heather Duckworth, compartió en una publicación de Facebook, la vez que se enfadó con su hijo Jacob, uno de sus trillizos, quien se las arregló para abrir un bolígrafo azul, manchándose él y a la alfombra.

«Lágrimas de frustración me picaron los ojos», escribió. «Estaba tan cansada y enojada. Muy, muy enfadada. No estaba enojada con mi hijo, que estaba tan azul como un pitufo, pero sí conmigo misma por haber dejado ese bolígrafo donde mi hijo pequeño podía alcanzarlo. Solo habíamos vivido en esta casa seis meses y ahora la alfombra estaba completamente arruinada».

«Me decepcionaba tanto cada vez que miraba esa mancha, era tan fea, un contraste llamativo contra nuestra alfombra tostada. Y no importaba lo que hiciéramos, esa mancha obstinada permanecía. Me hacía sentir avergonzada y decepcionada. Estaba enojada y me creía una fracasada por haber dejado ese bolígrafo al alcance. Esa mancha azul fue un gran negativo en mi vida, la odiaba», contó.

A pesar de todo, aunque su sentimiento es uno con el que muchos padres podrían identificarse, ofreció un cambio de perspectiva.

Imagen ilustrativa (Pezibear en Pixabay)

Heather nunca pudo quitar la mancha de la alfombra, ni siquiera después de que Jacob fuera diagnosticado con carcinoma de la corteza suprarrenal, una forma rara y agresiva de cáncer, que según Cancer.gov, es cuando las células cancerosas «se forman en la capa externa de la glándula suprarrenal». Se le diagnosticó cáncer aproximadamente un mes después del incidente del bolígrafo.

Luego de varios años de quimioterapia, operaciones y otros tratamientos médicos, Jacob, falleció.

Heather compartió que todavía ve la mancha azul y se acuerda de su hijo regularmente.

«Tendría un millón de manchas de tinta azul en mi alfombra si eso significara poder tener un día más con mi hijo», escribió la madre con el corazón roto.

Y añadió: «Con el paso de los años, esa mancha nunca se desvanece. Se mantuvo azul brillante en nuestra alfombra tostada. Aprendimos a esconderlo bien debajo de los muebles, pero cada vez que hacía una limpieza profunda y movía los muebles, esa mancha estaba ahí, mirándome fijamente. Me dejaba sin aliento cada vez que la veía, recordándome el dolor de mi pérdida. Y esa mancha que solía ser una monstruosidad y que me hacía llorar de frustración ahora me hace dar gracias a Dios por estos recuerdos».

Dijo que hace poco, su otro hijo dejó en su casa un «lodazal» que le recordaba a Jacob.

«Lágrimas frescas cayeron por mi mejilla mientras limpiaba ese lodo con una nueva perspectiva, encontrando una bendición en ese desorden y agradeciendo a Dios por el susurro que mantuvo mi corazón agradecido y enfocado en lo que es importante en la vida», recordó Heather.

Su publicación completa en Facebook dice:

La mancha azul

La otra noche estaba limpiando barro en el suelo que mi hija dejó escurrir de sus manos. La fiebre por el lodo es grande en nuestra casa y a menudo dejan un desastre viscoso y pegajoso. Mi hija limpió la mayor parte, pero yo estaba fregando el piso y empezaba a irritarme un poco por el lío. ¡Parecía que había baba por todas partes! Pero entonces, de repente, recordé otro momento de mi vida en el que estaba limpiando un gran desorden hace muchos años y los recuerdos me inundaron…

Hace 14 años …

Era casi la hora de dormir. Estábamos tan cerca. Estaba completamente exhausta y hecha un desastre a esa hora de la noche. La vida no paraba con nuestros trillizos de 2 años y su hermano de 4. No tenía tiempo para mí y habían pasado al menos cuatro días desde que me duché. Con cada segundo de mi día atendía sus necesidades y aunque estaba completamente exhausta, no lo hubiera hecho de otra manera. Tenía las manos ocupadas, pero también el corazón.

Imagen ilustrativa (PublicDomainPictures en Pixabay)

Acabábamos de terminar el ritual nocturno de la cena y los baños y habíamos reunido a nuestro equipo de muchachos en la sala de juegos para ordenar durante unos minutos antes de acostarnos. Teníamos algunas canciones en la radio y todos cantaban, bailaban y recogían sus juguetes.

Rápidamente guardaba los juguetes, ansiosa por meter a mi equipo en la cama para poder ducharme unos minutos. Cuando de repente, oí a uno de los chicos decir: «Uh, Oh».

Me di vuelta justo a tiempo para ver tinta azul cayendo por toda la alfombra cuando un bolígrafo explotó en la mano de uno de mis trillizos. Chilló con deleite mientras la tinta goteaba de su mano y salpicaba su pijama limpio.

Me quedé boquiabierta cuando vi salpicaduras azules en el suelo y un grueso charco de tinta absorbiéndose en nuestra alfombra, nuestra alfombra nueva. Grité rápidamente a mi marido que estaba lavando los platos, para que viniera a ayudarme. Me sentí instantáneamente muy molesta cuando agarré a mi hijo y lo llevé al baño para limpiarlo y mi esposo comenzó a limpiar esas manchas azules brillantes dejadas en la alfombra.

Lágrimas de frustración se amontonaron en mis ojos. Estaba tan cansada. Y enojada. Muy, muy enfadada. No estaba enojada con mi hijo, que estaba tan azul como un pitufo, pero sí conmigo misma por haber dejado ese bolígrafo donde mi hijo pequeño podía alcanzarlo. Solo habíamos vivido en esta casa durante 6 meses y ahora la alfombra estaba completamente arruinada.

Limpiamos la mancha durante una hora esa noche, pero aún así permaneció.

Al día siguiente, vinieron limpiadores de alfombras… y lo intentaron varias veces, pero esa mancha ni siquiera se decoloró… simplemente resplandecía, brillante y azul.

Me decepcionaba mucho cada vez que la miraba, era tan fea, un contraste llamativo contra nuestra alfombra tostada. Y no importaba lo que hiciéramos, esa mancha obstinada permanecía. Me hacía sentir avergonzada y decepcionada. Me sentía enojada y fracasada por haber dejado el bolígrafo al alcance de mi hijo pequeño. Fue un gran negativo en mi vida. La odiaba.

Al mes siguiente, mi dulce hijo, el que esparció tinta azul por toda la alfombra, fue diagnosticado con cáncer. Dos años después, falleció.

Imagen ilustrativa (Rudy and Peter Skitterians en Pixabay)

Se había ido, ¿pero la mancha de tinta azul? Todavía estaba allí… y ahora… era un recuerdo constante de él. Era un recordatorio constante de mi frustración por algo tan trivial… algo tan poco importante en el esquema de la vida.

Era un recordatorio constante de que la vida es un lío, pero eso es lo que hace que valga la pena vivir.

Un recordatorio constante de que no hay que preocuparse por las cosas pequeñas.

Un recordatorio constante de que «las cosas» no son importantes, pero las personas sí lo son.

Un recordatorio constante de que los accidentes ocurren.

Un recordatorio constante de dejar ir las cosas pequeñas y aferrarse a lo que es importante.

Con el paso de los años, esa mancha nunca desapareció. Se mantuvo azul brillante en nuestra alfombra tostada. Aprendimos a esconderla bien debajo de los muebles, pero cada vez que hacía una limpieza profunda y movía los muebles, la mancha estaba ahí, mirándome fijamente. Me dejaba sin aliento cada vez que la veía, recordándome el dolor de mi pérdida.

Y esa mancha que solía ser una monstruosidad y me hacía llorar de frustración ahora me hace dar gracias a Dios por estos recuerdos.

Me recuerda que la vida es un lío. Habrá derrames en el piso de la cocina. Un pez dorado cayendo dentro del coche. Ventanas rotas con bolas de béisbol. Las cestas de la lavandería desbordadas y el fregadero lleno de platos. Huellas de los dedos en las puertas de cristal y lápices de colores por toda la mesa. Y habrá manchas de tinta azul en la alfombra nueva.

¿Pero esos desastres? Vienen de vivir, amar, crecer y aprender. Me hacen sentir agradecida. Y son una bendición disfrazada.

imagen ilustrativa (M W en Pixabay)

¿Y sabes que?

Tendría un millón de manchas de tinta azul en mi alfombra si eso significara poder pasar un día más con mi hijo.

Miré ese lodo por todo el piso y me recordó a esa mancha azul. Me sentí muy humilde al darme cuenta de que en algún lugar hay una madre sentada junto a su hijo enfermo en un hospital… deseando poder estar en casa limpiando sus desórdenes con él sano, tal como yo lo hice todos esos años atrás.

Lágrimas frescas caían por mi mejilla mientras limpiaba ese lodo con una nueva perspectiva -encontrando la bendición en este desorden- y agradeciendo a Dios por el susurro para mantener mi corazón agradecido y enfocado en lo que es importante en la vida.


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