Nuestras elites sufren de envidia a China

Por Roger Simon
17 de junio de 2020 1:36 PM Actualizado: 17 de junio de 2020 1:58 PM

Comentario

¿»Cui bono», quién se beneficia, cuando decenas de miles de crédulos conformistas marchan en las calles, incluso saquean y mutilan, protestando por cosas que ya se habían declarado como ilegales hace décadas?

Ninguna de estas personas se beneficia; el pequeño empresario o mujer o sus trabajadores, ni los desempleados o los empleados marginales, ni el policía o la mujer a punto de renunciar, ni los enfermos de una pandemia, ni las personas sin hogar, ni el adicto que intenta dejar las drogas, tampoco los que publican en la cuenta de Instagram @santamonicaproblems, ni las personas desafortunadas que se levantaron una mañana para descubrir que vivían en una zona autónoma sin seguridad, ni los residentes de las comunidades negras de Chicago, cuyos niños son asesinados en las aceras casi todos los días, ni siquiera los innumerables manifestantes.

Ciertamente, tampoco personas de todo tipo de razas y afiliaciones que consideran que las vidas negras importan (mayúsculas o minúsculas) o que Antifa es una organización que lucha por la igualdad en las vidas de los estadounidenses.

¿Quién se beneficia entonces de nuestro colapso nervioso nacional que nunca parece terminar?

Son las élites globalistas las que aún gobiernan la mayor parte de nuestra sociedad hoy en día, a pesar de la invasión de Donald Trump.

Y esas élites desean continuar gobernando a través de lo que esperan fervientemente como resultado de estas manifestaciones: más control gubernamental, particularmente el control gubernamental que los beneficia.

Lo han hecho en otros lugares con resultados que tal vez quieran emular acá, al menos hasta hace poco.

Llámalo Envidia China.

El Partido Comunista Chino, a lo largo de los años, ha encontrado una manera de regular su sociedad a un grado descomunal a través de una forma de comunismo que maximiza las ganancias y el poder de esas élites (los miembros del Partido), mientras mantiene a raya a las masas.

No es de extrañar que nuestras élites estén celosas.

La gente llama a los nuestros «globalistas» pero no son realmente globales. Son selectivamente globales, aunque en realidad son solo codiciosos y hambrientos de poder, como los ChiComs.

Ya sea planificado o no, o parcialmente planificado, la confluencia actual de catástrofes les ha ofrecido la oportunidad de avanzar en su causa contra su adversario natural, el Sr.Trump.

En lo macro, ese es el panorama de las elecciones 2020: las elites globalistas representadas momentáneamente por Joe Biden, contra el pueblo americano, representado por Donald Trump.

Muchos de esos estadounidenses, fuertemente influenciados por los medios de comunicación y repelidos por la retórica del presidente, no se dan cuenta de que él los está representando. Ignorantes, a menudo deliberadamente, se oponen a él con uñas y dientes.

Un número igual, o posiblemente mayor, como lo indica el millón de personas que ha solicitado boletos para su mitin en Tulsa, apoya a Trump.

Estamos en medio de una batalla real por el alma de nuestra nación, ya sea que siga siendo más o menos la república democrática que los Fundadores imaginaron o se convierta en una versión americanizada de lo que ha sido desarrollado por el PCCh.

Si gana este último, irónicamente, grupos como Black Lives Matter (BLM) y Antifa serán desechados una vez que se hayan logrado y asegurado la victoria.

Las élites tienen poco o ningún interés en esta chusma revolucionaria, a pesar de que actualmente son festejados, no solo por los sospechosos habituales del Partido Demócrata, sino por muchos de los leones de las corporaciones estadounidenses.

BLM está siendo cooptado, aunque no se dan cuenta. Muy pronto prescindirán de ellos. Antifa ya se considera de más.

Las élites no quieren «aplastar al estado». Quieren fortalecerlo y formalizarlo en la tradición comunista china para su propio beneficio. (cf. McKinsey & Company, nuestra firma de consultoría más poderosa, ya trabaja con los chinos en La Franja y la Ruta y con el gobernador Cuomo en la «reapertura» de Nueva York)

Y si China se desmorona debido al mal manejo del virus, mucho mejor. Los globalistas los reemplazarán con entusiasmo, mientras replican de cerca lo que han hecho. Como sabemos, la imitación es la forma más sincera de adulación.

Roger L. Simon es un autor galardonado, guionista nominado al Oscar y cofundador de PJ Media. Sus libros más recientes son «Yo sé mejor: cómo el narcisismo moral está destruyendo nuestra república, si aún no lo ha hecho» (no ficción) y «La cabra» (ficción).

Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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