Opinión: Hay que poner fin a la tragedia socialista de Venezuela

Por Brad Johnson
18 de abril de 2019 4:49 PM Actualizado: 30 de enero de 2021 1:29 PM

Opinión

El caos está creciendo en Venezuela, con una tasa de asesinatos que es una de las más altas del mundo, y su desenlace está lejos de ser certero.

El país ahora castigado por la pobreza, que vive con apagones eléctricos, hambruna generalizada, corrupción desenfrenada y distintas enfermedades, es un caso de estudio de las consecuencias del socialismo cuando se lo implementa por completo.

El socialismo fue introducido por la fuerza en Venezuela después de un período de 40 años de relativa estabilidad y prosperidad que comenzó poco después de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, Venezuela utilizó sus vastas reservas de petróleo recientemente descubiertas y el capitalismo para así desarrollar rápidamente el negocio petrolero y la economía en general.

Venezuela pudo disfrutar de una tasa de crecimiento económico casi tan grande como la de Estados Unidos y se convirtió en el país más rico de América Latina, con una economía mayor que la de China y una de las más grandes del mundo.

Tuve el placer de visitar Caracas, la capital venezolana, hacia el final de esta era de prosperidad y puedo testificar que era todo lo que uno esperaría, con una clase media grande y bien educada, un sistema jurídico eficaz y una economía próspera. La robusta economía venezolana no era un mono que sabía un solo truco y dependía enteramente de la industria petrolera, como algunos han tratado de argumentar para desviar la culpa de las políticas socialistas sobre los problemas económicos actuales.

Rafael Caldera fue el último presidente durante los 40 años de relativa estabilidad y prosperidad en Venezuela. Mucho después de su muerte, Caldera sigue siendo importante por lo que representa. Caldera fue dos veces presidente de Venezuela y es, hasta el día de hoy, ampliamente reconocido por haber sido un hombre honesto y brillante. Una vez completado su segundo mandato como Presidente, se retiró silenciosamente a su casa con su familia, similar a lo que hizo el primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

A lo largo de su carrera, Caldera abrazó la democracia, el pluralismo y la reforma social. Durante su primer mandato presidencial (1969-1974), Caldera se dedicó a la construcción de viviendas, a mejorar la infraestructura y la educación, incluso durante los períodos de menores ingresos, debido a los precios  internacionales más bajos del petróleo. Duplicó el número de escuelas secundarias públicas y triplicó el número de universidades, colegios e institutos técnicos, y construyó cientos de miles de casas y otros edificios y estructuras como carreteras, vías férreas, represas y acueductos.

Durante su segundo mandato (1994-1999), también hizo de la lucha contra la corrupción una prioridad. Él fue un producto de los 40 años de paz y prosperidad y fue un servidor genuino y honesto de su pueblo, creyó en una economía libre y abierta de la tradición capitalista, y tanto el sistema jurídico como el de la justicia social funcionaron bien para todos, exactamente lo contrario de lo que hoy en día encontramos en Venezuela.

El exoficial militar y socialista dedicado Hugo Chávez, que fuera elegido legalmente para reemplazar a Caldera como presidente en 1999, hizo todo lo posible para aplicar totalmente el socialismo y borrar de la memoria venezolana los exitosos 40 años de gobiernos democráticos civiles. Desde el principio, Chávez consolidó su poder y convocó a una asamblea constituyente para otorgarse el poder de desmantelar las instituciones y los valores democráticos. Esta temática, de borrar el pasado, es ahora llevada a cabo por la izquierda política estadounidense y los principales medios de comunicación de EE. UU., que son defensores de las fallidas políticas socialistas de Chávez que fueron fielmente aplicadas.

En un giro irónico, Caldera publicó su último libro en 1999, en el que afirmó que “los venezolanos aprendieron a vivir en libertad. Cualquier proyecto político que ignore esta realidad está condenado al fracaso”. Esta profecía explica en dos frases por qué Chávez y el actual tirano socialista Nicolás Maduro tienen que destruir todo recuerdo de Caldera y la democracia, para que no puedan ser comparados con la riqueza y la justicia social que tan exitosamente existieron bajo el anterior sistema capitalista y democrático.

La realidad es que como presidente, Chávez gastó de manera salvaje e irresponsable y usó todos los fondos petroleros y cualquier otro ingreso que pudiera obtener para sus políticas populistas socialistas, como la redistribución de la riqueza, la redistribución de la tierra y las cooperativas centralizadas “propiedad de los trabajadores”.

A medida que la industria petrolera comenzó a fracasar por la falta de reinversión, los bajos precios y la eliminación de todos los que tenían alguna experiencia en la industria, la economía comenzó a contraerse, y Chávez amplió sus esfuerzos para obtener dinero de cualquier fuente disponible para poder continuar con sus ya fallidos programas socialistas.

Chávez se volvió contra las empresas extranjeras y periódicamente hacía cosas como aumentar las tasas de regalías sobre el petróleo e inventar impuestos atrasados no pagados para cobrar fraudulentamente a las empresas miles de millones de dólares. Chávez también obligó a las empresas extranjeras a entregar grandes porciones de sus operaciones comerciales a Venezuela como parte de una nacionalización selectiva, al punto que varias de las más grandes empresas se fueron exasperadas.

Chávez obtuvo temporalmente una tasa de desempleo más baja y reforzó otras estadísticas que hicieron que la economía venezolana pareciera mucho más fuerte de lo que realmente era, esencialmente robando dinero donde podía para apoyar sus políticas. Estas estadísticas son, hasta el día de hoy, pregonadas por la izquierda en los Estados Unidos y todos los defensores socialistas para argumentar que el mandato presidencial de Chávez fue de alguna manera positivo. La verdad es, por supuesto, todo lo contrario.

A medida que la economía continuaba deteriorándose y la escasez se desarrollaba bajo su mala administración, Chávez redobló las políticas socialistas adicionales e instituyó controles de precios, impuso cuotas de producción, nacionalizó grandes granjas, se apoderó de muchos supermercados y nacionalizó industrias.

La violación de la economía al tomar toda la riqueza para sus gastos a corto plazo destruyó cualquier posibilidad de prosperidad a largo plazo. La lógica socialista para Chávez era que las decisiones económicas debían basarse en preocupaciones sociales y no en el ánimo de lucro, que es naturalmente la diferencia precisa entre algo sostenible o no, y la razón de que el socialismo siempre fracase.

Hoy, Maduro reemplazó a Chávez, quien murió de cáncer en 2013. Maduro no fue seleccionado por su brillantez, valentía o carisma, ya que carece de los tres. Fue elegido por su lealtad al dictador Chávez. Ahora está al mando bajo terribles circunstancias que lo sobrepasan absoluta y completamente. Seleccionará el camino de menor resistencia que le permita conservar su vida y sus ganancias mal habidas. Ahora mismo, es más fácil para él permanecer en el poder e intentar aplastar cualquier resistencia.

Muéstrele un camino que no termina bien y Maduro aprovechará cualquier oportunidad para hacerlo lo mejor que pueda. Los líderes de la policía y el ejército venezolanos son todos leales a Maduro y no es probable que se produzca un golpe de Estado, pero hay que poner fin a todo esto.

Estacionar un portaaviones con un grupo de tareas frente a la costa y realizar un par de sobrevuelos probablemente ayudaría.

Brad Johnson es un alto oficial de operaciones retirado de la CIA  y exjefe de unidad. Es presidente de Americans for Intelligence Reform.

Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.

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