El ministerio de Defensa de Rusia afirmó que la compañía militar privada Wagner se dispone a entregar su armamento pesado, pero no hay indicios de que el grupo tenga intención de cumplir la orden.
El anuncio del ministerio de Defensa se emitió pocos días después de un motín del Grupo Wagner contra la cúpula militar rusa. La medida es el primer indicio de que el presidente ruso, Vladimir Putin, podría tener la intención de disolver compañía militar privada como consecuencia de esa rebelión.
El Grupo Wagner mantiene actualmente unos 25,000 combatientes y armamento pesado igual al de algunos ejércitos pequeños, incluyendo tanques, aviones, sistemas de defensa aérea y obuses —armas que ha utilizado en Ucrania, con las que derribó seis helicópteros rusos y un centro de comando aéreo a finales de la semana pasada.
Putin dijo que a todos los miembros de Wagner que desearan unirse al ejército de Rusia se les ofrecerían contratos como parte de un acuerdo de paz entre Wagner y el estado ruso. Sin embargo, el líder de Wagner, Yevgeny Prigozhin, afirmó que menos del 2 % de los combatientes de Wagner aceptaron la oferta e indicó que ellos rechazarán la nueva estructura de mando.
El director de la Guardia Nacional rusa, Viktor Zolotov, declaró el 27 de junio que sus fuerzas recibirían los tanques y la artillería de largo alcance, lo que posiblemente indica que la Guardia Nacional empezará a asumir algunas de las funciones que antes desempeñaba Wagner o estará mejor preparada para defenderse de futuros motines.
Rebelión de Wagner
La exigencia de que el Grupo Wagner entregue su armamento pesado se produjo pocos días después de que el grupo tomara el control de la ciudad rusa Rostov del Don y enviara columnas de tropas hacia Moscú, llevando al país al borde de la guerra civil.
Ese motín fue el punto de ebullición de una larga y muy publicitada disputa entre Prigozhin de Wagner y los altos mandos militares rusos.
En una serie de discursos virales en Telegram, Prigozhin llevaba meses denunciando que la incompetencia del ejército ruso había provocado una escasez masiva de munición y el envío de un número abrumador de reclutas sin formación al frente de Ucrania.
La enemistad entre Wagner y la cúpula militar rusa estalló la semana pasada, cuando Prigozhin afirmó que las fuerzas rusas habían llevado a cabo ataques aéreos contra las bases de retaguardia de Wagner, matando a los que luchaban por Rusia. El ministerio de Defensa ruso negó las acusaciones.
Tras ese incidente, Prigozhin prometió purgar el «mal» de la cúpula militar rusa y anunció su «marcha por la justicia» de Ucrania a Moscú.
Las exigencias de Prigozhin incluyeron la destitución del jefe del Estado Mayor ruso, Valery Gerasimov, y del ministro de Defensa, Sergei Shoigu, según una transcripción de una conversación entre Prigozhin y la cúpula militar publicada en Telegram por Wagner y traducida por Meduza.
«Nos quedaremos aquí hasta que tengamos [a Gerasimov y Shoigu], bloquearemos la ciudad de Rostov e iremos a Moscú», dijo Prigozhin.
Prigozhin añadió que creía necesario eliminar a los «payasos seniles» de la burocracia rusa para «acabar con la desgracia» de las pérdidas de Rusia en Ucrania.
«Estamos salvando a Rusia», dijo Prigozhin.
Futuro incierto para Wagner en Bielorrusia
Putin condenó a Prigozhin como traidor poco después del motín, comparando la rebelión de Wagner con la revolución de 1917, que destruyó el Imperio ruso y luego llevó a los bolcheviques al poder.
Prigozhin, un exconvicto y restaurador, fundó Wagner en 2014 después de servir a Putin como proveedor de catering para el Kremlin. Desde entonces, las tropas de la empresa han combatido en numerosos escenarios, como la República Centroafricana, Libia, Mali, Sudán y Siria, además de Ucrania.
Wagner está designado por varias naciones como grupo terrorista y ha sido ampliamente condenado por sus numerosas violaciones de los derechos humanos, incluido el uso frecuente de mazos como método de tortura y ejecución.
No obstante, el grupo se ha ganado un gran número de seguidores de culto en Rusia por su retórica nacionalista y su negativa a ceder terreno en Ucrania, incluso cuando el ejército ruso rendía ciudades enteras a la vez.
Durante el motín, Putin hizo un llamado a sus aliados clave, incluidos los líderes de Bielorrusia, Turquía e Irán. El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, negoció supuestamente la paz entre Putin y Prigozhin, evitando una posible guerra civil.
Como parte de ese acuerdo, Prigozhin y sus leales seguidores serían enviados de Rusia a Bielorrusia, en una especie de exilio moderno, mientras que los que permanecieran en Rusia podrían regresar a su país o bien alistarse en el ejército.
Como parte del acuerdo también se retiraron los cargos penales contra Prigozhin y Wagner, aunque sigue sin estar claro qué futuro podría tener Wagner en Bielorrusia, si es que tiene alguno.
Tampoco está claro cómo Lukashenko llegó a mediar en la crisis. El dirigente ha declarado desde entonces que fue necesario para evitar que Bielorrusia cayera en su propia guerra civil como consecuencia del colapso ruso.
Sin Rusia, dijo Lukashenko, Bielorrusia quedaría destruida.
«Si Rusia se derrumba, quedaremos bajo los escombros. Todos pereceremos», declaró Lukashenko a la prensa el 27 de junio.
En los últimos años, Lukashenko se ha esforzado por vincular el destino de su país al de Rusia. El año pasado, Bielorrusia sirvió como un punto de escala crítico para las tropas rusas que invadieron Ucrania, y este mes, la nación comenzó a albergar armas nucleares tácticas para Rusia.
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