Opinión
El escándalo del Spygate ha vuelto a aparecer en las noticias nacionales recientemente, principalmente debido a una declaración pública sarcástica del expresidente de Estados Unidos, Donald J. Trump.
El 26 de marzo, Trump dijo: «¿Dónde está Durham? ¿Es un ser humano vivo que respira? ¿Habrá alguna vez un informe de Durham?
Al parecer, el hecho de que Trump mencionara públicamente a Durham ha provocado que los periodistas de los principales medios de comunicación hayan decidido, de repente, que merece la pena informar sobre la oficina del abogado especial Durham, aunque solo sea para poder hacer girar las habituales narrativas falsas al respecto.
CNN fue el primero, seguido hace unos días por el New York Times, que publicó un «fascinante» artículo sobre cómo la investigación de Durham, sobre los orígenes del falso dossier de Christopher Steele, le ha llevado a la Brookings Institution, un influyente think tank de Washington, D.C., y a un investigador ruso, que solía estar empleado allí, llamado Igor Danchenko.
En estos días, cuando gran parte de los principales medios de comunicación se molestan en mencionar el escándalo del Spygate, se refieren a la investigación que el FBI inició a finales de julio de 2016, con el nombre en clave de «Crossfire Hurricane», como una investigación de «contrainteligencia».
Bueno, no fue así. Realmente no. Puede notar que pongo entre comillas las palabras «contrainteligencia».
La razón por la que hago eso cada vez que escribo sobre la investigación que el FBI le hizo a la campaña presidencial de Trump, en 2016, es porque no había una base de inteligencia real para esa investigación. La evidencia documental lo ha demostrado.
Las operaciones reales de contrainteligencia se basan en inteligencia válida de fuentes legítimas. Crossfire Hurricane no lo fue. No había fuentes de inteligencia válidas ya que las personas que proporcionaron la evidencia falsa, sobre Trump y Rusia, a las agencias federales resultaron ser agentes políticos que trabajaban para Hillary Clinton.
Lejos de ser una investigación de contrainteligencia válida, Crossfire Hurricane fue una operación de oposición política que hizo uso de poderes federales de investigación y vigilancia para intentar encontrar delitos mientras se espiaba, en las elecciones de 2016, al oponente político de Hillary Clinton.
Eso es lo que creo que el fiscal John Durham va a establecer una vez que haya terminado con su investigación.
El representante Devin Nunes (R-Calif.) ha estado diciendo durante cuatro años que el espionaje del FBI sobre la campaña presidencial de Trump, y luego sobre la propia administración Trump, no tenía un fundamento de inteligencia válido. La afirmación de Nunes ha sido reivindicada por las pruebas desclasificadas.
Y el pasado octubre, la nueva desclasificación de las notas del exdirector de la CIA, John Brennan, de su sesión informativa al entonces presidente Barack Obama, en julio de 2016, confirmó, una vez más, que Nunes tiene razón. Ninguno de los servicios de inteligencia estadounidenses o extranjeros aportó ninguna prueba real de inteligencia para poner en marcha el Crossfire Hurricane.
Resulta que no se trataba de una inteligencia sustancial sobre los misteriosos viajes o reuniones que tuvo en Rusia el exasesor de campaña de Trump, Carter Page, o las misteriosas maquinaciones en Ucrania del exgerente de campaña de Trump, Paul Manafort, o Michael Cohen recorriendo Praga pagando a los piratas informáticos, o algún supuesto romance que el exasesor de seguridad nacional de Trump, el general Michael Flynn, estaba teniendo con una académica rusa llamada Svetlana Lokhova, en la Universidad de Cambridge, lo que llevó al FBI de Obama a espiar a Trump y a sus asociados a través de una orden de vigilancia federal.
Las notas informativas presidenciales de Brennan revelaron el probable origen verdadero del engaño. Y el origen fue exactamente lo que muchos investigadores del Spygate habían sospechado durante mucho tiempo.
Las notas informativas de Brennan no solo revelaron que la CIA tenía inteligencia sobre el personal de campaña de Clinton que, supuestamente, le presentó un plan para lanzar una narrativa falsa acusando a la campaña de Trump de trabajar para Rusia, sino que la inteligencia también descubrió que el autor del plan era uno de los asesores de política exterior de Clinton. Además, las notas explosivas también dieron la fecha exacta en que Clinton aprobó que se siguiera adelante con este plan: 26 de julio de 2016.
¡Pero espera! Había más: la inteligencia recopilada por la CIA también reveló la supuesta razón para lanzar el engaño de la colusión entre Trump y Rusia: proporcionar una distracción que alejara la atención del público del creciente escándalo del servidor de correo electrónico de Clinton.
Las notas informativas condenatorias de Brennan, y el memorando enviado a James Comey y Peter Strzok, en septiembre de 2016, prueban que antes de que el FBI siguiera adelante y obtuviera su orden de vigilancia a Carter Page, a fines de octubre de 2016, el entonces presidente Barack Obama había sido informado completamente por Brennan que la campaña de Clinton, supuestamente, estaba lanzando un escándalo falso con Trump, Rusia y sus asociados cercanos como objetivos. Asociados como Carter Page, el general Michael Flynn, Michael Cohen y Paul Manafort.
Obama lo sabía, Brennan lo sabía, Comey y Strzok. ¿Cuánto sabía el vicepresidente Joe Biden?
Ahora podemos ver que muchos de los principales actores del Spygate dentro de la administración de Obama, mucho antes de que se llevaran a cabo las elecciones del 3 de noviembre de 2016, sabían que la campaña de Clinton estaba enviando agentes políticos bien financiados para lanzar un falso escándalo ruso, que apuntaba a Trump y a sus asociados de campaña.
Estos agentes se acercaron, a funcionarios federales politizados, con historias falsas que luego se utilizaron para poner bajo sospecha a los objetivos seleccionados. Luego, tanto los funcionarios federales como los agentes políticos bien pagados llevaron a los medios de comunicación filtraciones estratégicas sobre los objetivos.
No es una teoría de conspiración decir que los altos cargos de la administración Obama participaron en esto. Hay evidencia documental que respalda la acusación.
En lugar de ignorar a los agentes de Clinton, que se les enviaron para que les transmitieran estas historias falsas de Trump y Rusia, Comey y otros aparentemente decidieron seguir el juego.
Después de todo, Trump era un maníaco, un lunático, iba a hacer explotar el mundo entero, empezando por Corea del Norte. (Es útil recordar la atmósfera de histeria que se apoderó de la clase política de Washington ante la perspectiva de una victoria de Trump antes de que se celebraran las elecciones).
Y para cuando Trump ganó las elecciones presidenciales de 2016, la suerte estaba echada. Era demasiado tarde para recuperar alguna de estas pruebas falsas. Se vieron obligados a seguir adelante como si el engaño de la colusión Trump-Rusia aprobado por Clinton fuera real.
Cuando Durham termine su investigación y muestre lo que él y sus investigadores han encontrado, no creo que haga nada para contradecir todas las pruebas que ya están disponibles públicamente sobre el Spygate.
Las pruebas muestran lo que muestran. La única pregunta en este momento (y Trump tenía razón al preguntar sobre ello) es qué hará Durham con ellas.
Brian Cates es un escritor residente en el sur de Texas y autor de «Nobody Asked For My Opinion … But Here Is Anyway!» (Nadie pidió mi opinión… ¡Pero aquí está de todos modos!). Se le puede localizar en Telegram en t.me/drawandstrikechannel.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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