Sendero Luminoso mantiene campamentos de esclavos en la Amazonía de Perú

Por EFE
27 de abril de 2019 4:23 PM Actualizado: 27 de abril de 2019 4:23 PM

El grupo comunista-terrorista Sendero Luminoso mantiene desde los años 80 en la espesura de la selva amazónica de Perú campamentos de esclavos indígenas, que en la actualidad reúnen a unas 500 personas, y ha asesinado a miles de ellos, según revelaron a Efe los autores de un libro sobre este tema.

Comparables a los crímenes cometidos por el régimen de Pol Pot y los Jemeres Rojos en Camboya, los detalles de esta historia han sido rescatados del olvido y la indiferencia por los periodistas peruanos José Arrieta y Víctor Tipe en «El valle de la muerte. Las masacres ocultas de Sendero Luminoso», publicado por el sello G7 Editores.

Arrieta y Tipe señalaron a Efe que recabaron testimonios inéditos de personas rescatadas en la selva central y suroriental de Perú, en el conflictivo Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), por donde aún se desplazan remanentes de Sendero Luminoso y organizaciones de narcotraficantes.

Tipe dijo que buscaron contar «cómo se vivía en los campamentos, cuál era el trato que le daba Sendero a este grupo» de secuestrados que, según señaló, «era una cantidad enorme de gente», que la Comisión de la Verdad estimó en unas 5000 personas en los años 90.

Julián Pumasunco (izq) y Joaquín Hinostroza (der) caminan junto a un símbolo comunista pintado por Sendero Luminoso el 29 de agosto de 1995 al regresar a su pueblo de Huamanquiquia, a 700 Km. de Lima, Perú, 12 años después de haber sido desplazados por la violencia entre las tropas del ejército y la guerrilla. (MARIE HIPPENMEYER/AFP/Getty Images)

Arrieta añadió que también intentaron dar «un llamado de atención a los gobiernos y a la sociedad en general» sobre la situación de los esclavos, en su mayoría de los pueblos ashaninka y machiguenga, así como colonos que habían llegado a la zona desde localidades andinas como Ayacucho, Huancayo y Huancavelica.

Los senderistas arribaron al lugar a inicios de los años 80 por una decisión del comité central que dirigía su fundador, Abimael Guzmán, y se llevaron «a todas las poblaciones bajo su control al monte» a finales de esa década, cuando las fuerzas de seguridad lanzaron una gran operación para retomar el control.

«Ahí comienzan a vivir en estos campamentos pequeñísimos, moviéndose cada dos, tres meses, nunca en lugares estables. En un momento dado deben haber habido unos cien campamentos, ahora no se sabe cuántos son», detalló Arrieta.

Durante estas décadas, Sendero ha mantenido la misma política con los indígenas y los colonos del Vraem, desde que era comandado en la zona por Óscar Ramírez Durand, «Feliciano», y en los últimos años por Víctor Quispe Palomino, «José».

Dos pobladoras de Quinua, Ayacucho, 585 kilómetros al sureste de Lima, 27 de abril de 1992, protestan ante las autoridades civiles por las malas condiciones en las que viven a causa de la sequía, la pérdida de cosechas y su continua lucha contra los terroristas de Sendero Luminoso. (GERARDO MAGALLON/AFP/Getty Images)

Arrieta relató que los senderistas separan a las familias en diferentes campamentos para asegurarse de que no se fuguen y durante años han usado a las mujeres para «producir hijos para la revolución» e incluso «existen testimonios de mujeres que han tenido siete hijos y nunca los han conocido».

Tipe agregó que les narraron episodios tan extremos como el asesinato de enfermos para extraerles la grasa que necesitaban para el mantenimiento de las armas, así como casos de canibalismo.

Según remarcó Arrieta, cuando recibieron el primer testimonio de este tipo lo vieron «con escepticismo», pero después otras personas que no se conocían y de distintas edades «hablaban del mismo tema».

Los autores también se enteraron de sucesos desconocidos hasta ahora, como un enfrentamiento en la comunidad de Etzoniari que el 28 de julio de 1993 dejó entre 300 y 500 muertos, en la que ambos consideran la mayor masacre cometida por Sendero Luminoso.

Foto de un comité de autodefensa civil en un pueblo de Ayacucho, Perú tomada en mayo de 1992. (STR/AFP/Getty Images)

«A las seis de la mañana de ese día entra una columna numerosa, según los testigos de unas 500 personas, entre nativos y colonos, gente que había sido arrastrada a la fuerza por Sendero, sorprende a la comunidad, y empieza una batalla», narró Tipe a Efe.

Ese enfrentamiento terminó unas seis horas después, cuando Sendero impuso el poder de sus armas de fuego sobre las lanzas y las flechas, tras lo cual asesinó cruelmente a los prisioneros, entre ellos unos 25 niños que fueron quemados vivos en una choza.

«De eso hay testimonios, probablemente esta sea la matanza más grande, en un solo día, de la que se tiene conocimiento en toda la época de la violencia», reiteró Tipe.

El periodista comentó que esta fue «la batalla final» de la resistencia indígena, ya que a partir de ese momento los senderistas controlaron la zona y desaparecieron muchas comunidades, aunque años después han vuelto a ser ocupadas por sobrevivientes.

Incluso varios de los jóvenes rescatados, muchos de los cuáles nacieron en los campamentos y son descendientes de colonos de origen andino, integran en la actualidad un grupo conocido como «brahma», que combate a Sendero junto a militares y policías.

«Están en todas las operaciones exitosas que se han realizado en el Vraem. Ellos combaten con nuestros soldados, con nuestros policías, se han convertido en un grupo de élite», sostuvo Arrieta.

Los periodistas reiteraron que durante las últimas décadas fueron miles las personas que murieron a manos de los senderistas, pero «por no tener un documento de identidad, porque nacieron ahí, no figuran en ningún registro».

«Y sin embargo fueron cruelmente asesinadas», concluyeron.

 

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