Muchas veces caemos en un círculo vicioso de frustración que nos lleva poco a poco a estar enfermos sin encontrar una salida, ¡pero no te desanimes! Te presentamos aquí la historia de Kim Thi Han, una profesora decepcionada y frustrada que encontró el camino en una práctica espiritual relatado en primera persona.
El trabajo de maestra me ocasionaba ansiedad y frustración. Mi matrimonio estaba al borde del colapso, y mi salud se deterioraba día a día. Eso me ocurría en 2012.
Era una joven profesora idealista que me sentía decepcionada al ser testigo de todo tipo de conducta que estaba lejos de la ética profesional, no solo en mi escuela sino también en el entorno educativo.
Esta situación de los maestros contradecía mi visión de los educadores que imparten altos estándares de conducta a sus alumnos. Debido al declive general de la moralidad en la sociedad, muchos de mis estudiantes eran revoltosos y rebeldes, lo que contribuyó aún más a mi angustia.
En lugar de estar por encima de la situación, mis pensamientos negativos consumían mi energía y afectaba a todos los que me rodeaban, desde los estudiantes hasta mi esposo, hijos y suegros. También empecé a padecer una serie de enfermedades y situaciones difíciles.
Por fortuna, lo que parecía un devastador espiral descendente resultó ser justo lo contrario gracias a un camino de superación espiritual que mi esposo me sugirió después de descubrir un libro en Internet.
El libro resultó ser simple pero profundo; sugiere que mejorar el carácter es la clave para resolver los problemas. A medida que lo leía, mis relaciones comenzaron a sanar, tanto en casa como en la escuela. Profesionalmente también fue de mucha ayuda en el esfuerzo por cumplir con mis responsabilidades de impartir a los estudiantes no solo conocimiento sino también valores.
Comparto esta historia con la esperanza de proporcionar nuevas perspectivas a otros profesores que se enfrentan a retos similares, esperando que mi experiencia les ayude a disolver esas barreras para a educar mejor a sus estudiantes y así se conviertan en ciudadanos responsables y honrados que contribuyan a una sociedad con ética y valores.
Una joven maestra decepcionada
Me gradué de la universidad de maestros en 2006 a la edad de 22 años, y tuve la suerte de encontrar de inmediato un trabajo estable: enseñaba a estudiantes de 16 a 18 años de edad.
Había estudiado a los grandes maestros de la historia; siempre creí que el estándar moral de un docente debe ser alto y que debería tomar la fama y la fortuna con ligereza.
Sin embargo, vi a mi alrededor muchos maestros que violaban la ética de la profesión. Algunos se centraron en ganar dinero y dieron prioridad a la enseñanza privada fuera de la escuela. Otros, en su anhelo de ser promovidos, estaban más interesados en la fama que en satisfacer las necesidades de sus estudiantes e incluso se involucraban con ellos.
Los estudiantes, por su parte, eran problemáticos e irrespetuosos; fue muy doloroso evidenciar que no me sentía calificada para enseñar a los jóvenes que mostraban un comportamiento tan pobre.
Con el tiempo, los pensamientos negativos inundaron mi mente. Pensé: si conductas tan inapropiadas proliferan en las escuelas, ¿hacia dónde va la sociedad?
Me sentí desilusionada e indefensa contra la corriente, pero la carrera que elegí fue la enseñanza y no veía la salida. Lentamente, no fui capaz de mantenerme firme en mis ideales y al final me vi atrapada en la competencia de solo trabajar por ganar dinero.
La ira y la frustración en mi hogar y la escuela
Me casé en 2007 y mi primer hijo nació al año siguiente; pero debido a mi creciente preocupación por hacer dinero, poco a poco empecé a ver a mi esposo como pobre y débil. Eso lo convirtió en el blanco más conveniente para desahogar mi ira y frustración reprimida.
Para el 2012 teníamos ya el segundo hijo, pero nuestro matrimonio estaba a punto de desmoronarse. Los conflictos se intensificaron y la relación entre mis padres y mis suegros llegaron al límite.
Ya no podía controlar mi amargura. Constantemente me quejaba de mi vida y confrontaba a los demás. En casa siempre gritaba a mis hijos y discutía con mi suegra. En la escuela no soportaba a los estudiantes y con frecuencia perdía la paciencia cuando cometían errores. Fui grosera e irritable y llegué a lanzarles tiza cuando hacían algo malo.
En mi corazón sabía que me deslizaba por un camino oscuro y egoísta. ¡Intenté cambiar! Visitaba templos budistas y buscaba adivinos, pero me di cuenta que solo les interesaba el dinero.
Mi estado emocional y el estrés comenzaron a hervir como la fiebre, manifestándose en enfermedades y condiciones físicas. Desarrollé problemas de presión arterial, trastornos vestibulares, dolores de estómago, insomnio y más. A veces mis síntomas se volvían tan malos que eran insoportables y llamaba a mi padre o tío para que vinieran a la escuela y me llevaran a casa.
Despertar de una pesadilla
Al final, mi esposo encontró una salida a mi angustia y miseria. En 2012, justo cuando nuestro matrimonio estaba al borde del colapso, él encontró un libro en Internet que le ofrecía esperanza. Después de leerlo, me sugirió que yo también lo estudiara.
Zhuan Falun, es el principal libro de enseñanzas de una disciplina tradicional china de autocultivación llamado Falun Dafa, o Falun Gong, que se basa en los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Como profesora, me preocupaba por mis alumnos a pesar de mis defectos, por lo que esos conceptos resonaron en mi mente.
Las dos veces que intenté leer a Zhuan Falun, sucumbí a la fatiga y me detuve después de unos minutos. La tercera vez, decidí hacerlo hasta el final y me sorprendió que su contenido llegó a mi corazón, sacudiéndome hasta lo más profundo.
Era como un despertar después de una larga pesadilla. El libro me ayudó a entender lo importante del buen comportamiento; además entendí que necesitaba cambiar, y los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia me mostraron el camino.
Reflexioné sobre mi comportamiento durante los últimos cinco años de enseñanza y me sentí demasiado avergonzada al reconocer que era una maestra que carecía de virtud. Al mismo tiempo me sentía optimista porque al fin encontraba el camino para ser buena persona y convertirme en una excelente maestra.
Mejora el carácter y sanan las relaciones familiares
De inmediato puse en práctica estos principios. ¡Dejé de quejarme y contender con todos los que me rodeaban! En lugar de criticar y pelear con otros, escuché el punto de vista de las otras personas y puse primero los sentimientos de ellos antes que los míos. Me tomé muy en serio lo que aprendí de Zhuan Falun sobre las consecuencias más profundas que surgen cuando se es egoísta, poco amable o maleducado con los demás.
Al mejorar mi carácter, guiada por los principios de Falun Dafa, vi que mis relaciones familiares mejoraban, en especial con mis padres y suegros.
Al año siguiente, en 2013, mi suegra también comenzó a practicar Falun Dafa. Mi madre dejó de preocuparse y las relaciones con los parientes se volvieron cálidas y armoniosas. Hoy, siete años después de haber comenzado con Falun Dafa, casi 20 personas de ambos lados de mi familia también lo practican.
Cambios positivos en mis estudiantes
En el entorno educativo actual, la gestión en las aulas de clases es a menudo un gran reto para los profesores. El rápido declive moral de la sociedad ha llevado a muchos jóvenes a ser rebeldes y fuera de control, en general no son tan respetuosos con los mayores como las generaciones anteriores, incluso con sus maestros y padres. Algunos profesores recurren a reprimendas y castigos severos y es un círculo vicioso del que nadie parece ser capaz de encontrar una salida.
También me sentía atascada, cansada e indefensa. Sin embargo, después de aprender los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia y aplicarlos a mi vida, gané mayor confianza en que este era el puente para llegar a mis estudiantes y alentar su buena naturaleza interior.
Algunos de mis estudiantes eran adictos a los videojuegos y a menudo no entraban a clase para ir a los cibercafés. Empecé durante el recreo en ir a buscarlos y aconsejarles con benevolencia que volvieran a la escuela. Con el tiempo, el número de alumnos que faltaban se redujo drásticamente.
Hice lo mejor que pude para dar un buen ejemplo siguiendo los principios de Falun Dafa en mi propio comportamiento; siempre los escuchaba con atención, amabilidad y cortesía, pero firme en mi enseñanza. Sobre todo animé a mis estudiantes a ser buenas personas siguiendo los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia.
El comportamiento de mis alumnos gradualmente cambió para mejor. Se volvieron educados y serviciales. Algunos se tomaron el tiempo para limpiar el aula por propia iniciativa, otros dejaron de maldecir y decir palabras groseras ¡No había necesidad de recurrir a reglas estrictas ni a castigos severos!
Muchos padres se alegraron al ver los cambios positivos en sus hijos. Vinieron a agradecerme en privado y quisieron darme regalos y dinero para expresar su gratitud. Cada vez que me encontré con esto, me negué amablemente y aprovechaba la oportunidad para explicarles que, como practicante de Falun Dafa, no buscaba ninguna recompensa sino que solo cumplía con mis responsabilidades de maestra.
Nueva escuela, jóvenes con problemas
En 2014 me cambié a un nuevo puesto en un centro de educación más cercano a mi casa donde volví a enseñar a jóvenes de 16 a 18 años de edad. El centro era una escuela secundaria enfocada en las habilidades profesionales, y eran en su mayoría estudiantes que no habían avanzado en el sistema escolar regular.
Muchos de los estudiantes tenían problemas de aprendizaje y mal comportamiento como robar, apostar y ser adictos a los videojuegos. Mostraron una amplia gama de actitudes rebeldes como ser desafiantes, desorganizados y con falta de disciplina, por no mencionar el hecho de que a menudo descuidaban sus tareas.
¡Era lamentable! Muchos eran jóvenes en riesgo que venían de situaciones familiares difíciles, con padres que estaban separados o divorciados o que trabajaban fuera de casa con poco tiempo para dedicar a sus hijos.
El primer día en el centro me sorprendió. El aula parecía más bien un campo de batalla y me llevó media hora estabilizar la clase. Los estudiantes jugaban y peleaban entre sí, saltaban sobre los pupitres, juraban y maldecían como si no existiera docente en la sala. No escuchaban ni les importó lo que tenía que decir, incluso cuando levanté la voz en un intento de controlar la clase, se rieron de mí cuando traté de razonar con ellos.
Después de muchos días, todavía no sabía cómo manejarlos. Estaba tan exhausta al final del día y desanimada, que a menudo lloraba cuando llegaba a casa y no dejaba de fumar.
Durante mi transformación, cambian mis estudiantes
Al leer el libro de Falun Dafa todos los días, gradualmente me quitó la carga de la mente y fortaleció mi convicción, de que mi única solución era llevar los principios de Verdad, Compasión y Tolerancia a mis estudiantes, ¡era el mejor regalo que podía darle! Quería enseñarles a ser buenas personas que beneficien a la sociedad, y hacer del mundo un mejor lugar.
Una vez que fui clara y firme, todo se volvió más simple y directo. Estaba más relajada, fui capaz de tener buenos pensamientos y pensar en enfoques generosos y benevolentes para la enseñanza.
Les expliqué a mis estudiantes la antigua creencia de causa y efecto en la vida: «que el bien será recompensado con el bien y el mal con la retribución del mal». Cada vez que surgía una situación desafiante, me tomaba el tiempo para analizar lo correcto y lo que no lo era, todo basado en los principios enseñados por Falun Dafa, y analizaba la situación con mis estudiantes permitiéndoles comprender con profundidad el buen comportamiento de la gente digna.
Para fomentar el civismo y los buenos principios, entretejí historias de la cultura tradicional china en mis lecciones. Honraba los ideales morales y los valores universales ancestrales siempre que había una oportunidad, aunque muchas veces tenía que utilizar los elementos apropiados para inculcar disciplina.
En general, utilicé ideas simples para enseñar temas complejos y mostré cómo las habilidades y conocimientos que se enseñaban eran relevantes y significativos en la vida de mis estudiantes. Me preocupé de hacer mis conferencias interesantes, atractivas, animadas y con buen humor. Nada complicadas o demasiado difíciles de entender.
Con estos cambios y la manera en que interactuaba con mis estudiantes resonaron en ellos los buenos valores. Debido a que los escuchaba y me interesaba por sus vidas, logré que hasta los alumnos más difíciles comenzaran a escucharme con atención.
Muchas veces cuando me molestaba, los alumnos me recordaban y decían: «Maestra, recuerde los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia». Eso siempre de inmediato me ayudó a calmarme y analizábamos juntos cualquier situación. Me gratificó ver con la rapidez que mejoraron su comportamiento.
Algunos estudiantes pidieron prestado el libro Zhuan Falun para leer y pronto dejaron malos hábitos como fumar, jugar videojuegos y maldecir.
Agradecida por la contribución como docente
Después de tres años, era hora de que mis estudiantes se graduaran, pero ellos convirtieron la ceremonia en un día especial en mi honor. De alguna manera se enteraron de que era mi cumpleaños y en secreto planearon una fiesta para mí. Luego, aquellos alumnos que en el pasado eran los más rebeldes, limpiaron en silencio el salón después de la celebración.
Me conmovió ver el cambio en ellos y que se transformaron en jóvenes adultos que se preocupaban por los demás. Demostraron que estaban dispuestos a entrar en el mundo como ciudadanos responsables de los que sus familias estarían orgullosas y que serían buenos para la sociedad.
Estoy muy agradecida de tener esta oportunidad de compartir mi historia y espero llegar a otros profesores que enfrentan desafíos similares en el salón de clases. Espero que los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia de Falun Dafa los ayude, así como lo hizo con mi profesión y también con mi vida.
Nota del Editor:
Kim Thi Han vive en Vietnam.
Falun Dafa es una práctica de cultivación de mente y cuerpo que enseña los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia como una forma de mejorar la salud, el carácter moral y alcanzar la sabiduría espiritual.
Para más información sobre la práctica, visite www.falundafa.org. Todos los libros, música de ejercicios, materiales e instrucciones están disponibles sin ningún costo.
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