Exprisioneros de conciencia chinos encuentran esperanza después de 20 años de represión

Por Eva Fu - La Gran Época
29 de abril de 2019 5:41 PM Actualizado: 29 de abril de 2019 5:41 PM

NUEVA YORK – En la mañana de 25 de abril de 1999, cuando Pan Jun, de 22 años, subió al autobús en la universidad de Beijing, tenía tres peticiones que hacer al gobierno central chino: liberar a los 45 practicantes de Falun Dafa que habían sido arrestados ilegalmente en la ciudad de Tianjin; permitir que se practique libremente la disciplina espiritual; y permitir la publicación de sus libros en China.

Pan, un residente de Beijing que cursaba sus estudios universitarios en ciencias políticas en aquel entonces, llegaba a la sede central de la cúpula del Partido Comunista Chino (PCCh) en Zhongnanhai unas dos horas más tarde, para unirse a sus padres y a unos 10.000 practicantes de Falun Dafa que llegaron de todas partes del país para transmitir el mismo mensaje.

Parados en silencio a lo largo de las aceras que conducen al complejo de edificios, en una fila que se extendía por más de un kilómetro y medio, los peticionarios formaron la primera manifestación a gran escala desde las protestas a favor de la democracia en la Plaza Tiananmen que terminaron en un baño de sangre una década antes.

Pan Jun sostiene una pancarta durante un acto en Flushing, Nueva York, realizado el 20 de abril para conmemorar el 20° aniversario de una manifestación pacífica de los practicantes de Falun Dafa en Beijing, China. (Stefania Cox/La Gran Época)

Alrededor de las 21 horas de esa noche, todos estaban de camino a casa después de que el primer ministro Zhu Rongji escuchara sus inquietudes y ordenara la puesta en libertad de los detenidos. La muchedumbre se dispersó de la misma manera silenciosa en la que había llegado, sin dejar rastro de basura o restos de comida.

Pero la represión generalizada que se desencadenó solo tres meses después destrozó la esperanza de los practicantes por una solución pacífica.

Falun Dafa, también conocido como Falun Gong, es una disciplina espiritual que incluye ejercicios de meditación y un conjunto de enseñanzas basadas en los principios universales de verdad, benevolencia y tolerancia. Disfrutó de una inmensa popularidad en China a principios de la década de 1990, con entre 70 y 100 millones de personas practicándola para finales de esa década, según estimaciones del régimen chino citadas por los medios de comunicación occidentales en ese momento.

Esta popularidad fue considerada una amenaza por el entonces cabecilla del Partido Comunista Chino (PCCh), Jiang Zemin, quien prohibió la práctica en julio de 1999. La Oficina 610 –un órgano extrajurídico similar a la Gestapo– fue establecida para dirigir la persecución de Falun Dafa en todos los niveles del Estado.

Ciudadanos como Pan pronto se encontraron siendo víctimas de arrestos, hostigamiento y abuso por parte de un régimen empeñado en erradicar la práctica espiritual.

Según estimaciones del investigador independiente Ethan Gutmann, en todo momento había entre medio millón y un millón de practicantes se encontraban recluidos en diversos centros de detención de todo el país. Hasta la fecha, se  comprobó que 4135 practicantes de Falun Dafa murieron bajo custodia policial o estatal, según Minghui.org, un sitio web con sede en Estados Unidos que sirve como centro de intercambio de información sobre la persecución. Es probable que el número real de muertes sea mucho mayor, debido a la extrema dificultad de obtener y verificar la información sensible en China.

Castigado por ser bueno

De la noche a la mañana, los practicantes pasaron de ser ciudadanos comunes a enemigos públicos difamados.

“Estaba desilusionada”, dijo Cao Suqin, originaria de la provincia de Henan en el centro de China y ahora radicada en la ciudad de Nueva York, en una entrevista con La Gran Época. “Había sido patriota toda mi vida y creía que los policías apoyaban y protegían a la gente”.

Cao Suqin, una practicante de Falun Dafa de China en Flushing, Nueva York, antes de un acto de Falun Dafa, el 20 de abril de 2019. Cao, de 53 años, fue sentenciada a tres años en un campo de trabajo por sus creencias. (Stefania Cox/La Gran Época)

Cao, que entonces tenía 33 años, renunció a su trabajo en 1999 después de que las autoridades locales presionaran constantemente a su jefe para que la despidiera. Al año siguiente, 10 días antes de la festividad más importante del calendario tradicional chino, el Año Nuevo Lunar, fue separada de sus dos hijos, de 7 y 9 años, y sentenciada a tres años en un campo de trabajo en Henan. En el campo de trabajo forzado, Cao se vio obligada a hacer pelucas y tuvo que cumplir con una producción diaria que la obligaba a trabajar hasta 18 horas al día.

A Cao le costó describir el tiempo que pasó tras las rejas hace tantos años. Con lágrimas en los ojos, detalló la tortura que sufrió, además de las palizas regulares que le propinaban los agentes de policía en el campo de trabajo: los guardias ordenaron a otras reclusas que le infligieran todo tipo de tormento, incluyendo pincharle la mano repetidamente con agujas hasta que las heridas se le hincharan, y apretarle los pechos y las rodillas con tenazas.

Tian Yunhai, de la provincia de Liaoning, en el noreste de China y ahora también residente de la ciudad de Nueva York, describió los acontecimientos posteriores a julio de 1999 como intensamente surrealistas.

“Desde que era muy pequeño, me había portado bien y nunca hice nada para lastimar a los demás”, dijo. “Así que en mi mente, la prisión y los crímenes no eran algo que me tuviera que preocupar ni remotamente. Nunca supe que por ser una buena persona, pasaría más de 10 años tras las rejas”.

Por negarse a abandonar sus creencias, Tian, que ahora tiene 46 años, pasó más de 13 años entrando y saliendo de las prisiones y campos de trabajo forzado, donde la tortura y el trabajo esclavo agotador y monótono eran dos constantes.

“Una vez allí, todos tus derechos, ya sea la libertad personal o la libertad de pensamiento, te son negados”, dijo Tian.

“Así que la única otra cosa que podían hacer era utilizar la tortura física para forzarte a un sometimiento mental”.

Al principio, escuchar el crepitar de las porras eléctricas del guardia hacía que Tian se congelara instantáneamente, sin embargo, ser electrocutado se convirtió en algo tan común que pronto se adaptó a eso.

Tian dijo que una vez los guardias lo esposaron a un calentador y le quitaron la ropa exterior. Como estaba conectado a los tubos de hierro, su cuerpo formó un enorme circuito con el calentador. Cuando los guardias lo electrocutaron, cada centímetro de su cuerpo sufrió un espasmo por la corriente eléctrica que circulaba por su carne, durante 20 minutos.

El practicante de Falun Dafa Tian Yunhai en Flushing, Queens, el 20 de abril de 2019. (Mimi Nguyen-Ly/La Gran Época)

Tian recordó a los guardias sonriendo mientras lo miraban convulsionar en agonía. Habrían continuado la sesión de tortura si la familia de Tian no hubiera llegado para una visita a la prisión.

“El calvario interior por el que estaba pasando es imposible de expresar con palabras”, dijo.

Temiendo a las represalias, durante esos raros momentos en que estaban juntos Tian nunca le contó a su familia acerca de ese sufrimiento.

Pan contó en una entrevista en la ciudad de Nueva York, donde ahora reside, que en las semanas posteriores a julio de 1999, los agentes de seguridad se colocaron frente al edificio del apartamentos de su familia y siguieron a sus padres a todas partes, desde sus lugares de trabajo hasta el supermercado.

En 2002, Pan fue enviado a un centro de lavado de cerebro, donde fue recluido en aislamiento en una celda de 7 metros cuadrados que contenía solo una cama y un retrete. Durante medio año, los guardias le permitieron permanecer en una sola posición: sentado en el borde de la cama. No se le permitía hablar, acostarse, pararse o caminar. Tampoco pudo ducharse durante todo el tiempo que estuvo allí.

Cuando Pan fue liberado, sus hombros, antes derechos, quedaron caídos, sus piernas se volvieron extremadamente débiles debido a una prolongada inactividad y sufrió una pérdida temporal del habla.

Más tarde fue enviado a un hotel convertido en un centro de detención en Beijing. Esta vez logró escapar, pero fue capturado y sentenciado a un año y medio en un campo de trabajo, también en Beijing, por el supuesto crimen de “subvertir el Estado”. Allí tuvo que sentarse en un taburete de plástico durante 10 horas todos los días, empaquetando DVDs.

Un nuevo comienzo

Los tres exdetenidos se radicaron en Estados Unidos hace unos meses. Hablaron de su alivio por no tener que vivir sus vidas con un miedo constante.

“Se siente como volver a casa. Nadie puede volver a hostigarme”, dijo Cao, y agregó que se sentía aliviada de encontrar una comunidad en su nueva ciudad.

“Se siente como volver a 1999, donde todos pueden estudiar, compartir y practicar los ejercicios juntos. Cada practicante se siente como una hermana o un hermano”.

Pan dijo: “Estados Unidos está fundado sobre la base de la libertad y la democracia. Cuando los puritanos vinieron desde Inglaterra, también buscaban la libertad para creer en Dios”.

Añadió que el hecho de poder participar en eventos públicos, como una vigilia con velas celebrada en el exterior del consulado chino de la ciudad de Nueva York el 20 de abril para conmemorar el 20º aniversario de la manifestación de Zhongnanhai, le hace apreciar aún más su nueva vida.

“Pude ver realmente cuánto se valora a la libertad aquí, y qué tan cerca está”, dijo Pan.

Los practicantes dijeron que su renovada libertad en Estados Unidos les permitió difundir sus historias a un público más amplio.

Tian aterrizó en la ciudad de Nueva York alrededor del Año Nuevo Lunar chino. Mientras aprecia a su país adoptivo, sus pensamientos permanecen con sus compatriotas en su país de origen.

Durante el año nuevo, Tian escribió y envió tarjetas de saludos a los reclusos de Falun Dafa en varios centros de detención en China para desearles lo mejor.

“Incluso si las tarjetas no pueden pasar la inspección de seguridad para llegar a los practicantes, les permitirá a los guardias ver que los practicantes detenidos no han sido olvidados, sino que todavía hay gente en el extranjero velando por ellos”, dijo Tian.

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