Nota del editor: La Gran Época publica una serie de artículos que exponen el uso de la tortura por parte del régimen chino contra los grupos a los que persigue, así como el sufrimiento y el daño que causa a quienes la sufren.
Lo que sigue es la experiencia del Ying Zhu, de nacionalidad china-canadiense, que fue sometida a 33 días de tortura psicológica continua en China.
Secuestrada, interrogada, amenazada y mentalmente maltratada es la forma en que Ying Zhu, de nacionalidad chino-canadiense, describe cómo fue tratada por las autoridades después de llegar a China desde Montreal para visitar a sus padres en mayo de 2001. Su madre se había sometido a dos operaciones de corazón y Zhu tenía muchas ganas de ir a verla.
Era la primera visita de Zhu a China desde que emigró a Canadá en 1997; en ese momento era residente permanente. Pero a su llegada a la estación del tren en la ciudad de Guangzhou, fue inmediatamente detenida e interrogada por personal del Ministerio de Seguridad Nacional. Luego la llevaron a otro lugar y la interrogaron y presionaron durante más de 30 días.
“No se me permitió salir por la puerta durante los 33 días. No se me permitía contactar a nadie ni hacer una llamada telefónica. Estaba totalmente aislada del mundo exterior”, dijo Zhu, una practicante de Falun Dafa, una disciplina espiritual de meditación también llamada Falun Gong.
Mientras tanto, sus padres la habían estado esperando y no tenían idea de dónde estaba. Las autoridades locales les dijeron que no sabían nada de ella.
Zhu estuvo vigilada por 12 personas, tanto hombres como mujeres, las 24 horas del día, en turnos de tres personas a la vez, incluso cuando dormía y usaba el baño, y el baño no tenía ninguna puerta.
“No podía dormir con tres personas observándome y con la bombilla de 120 W encendida las 24 horas del día. Nunca la apagaron”, explicó Zhu.
“Cada uno de mis movimientos, temperamentos, expresiones y emociones fueron grabados y archivados. Me sentía muy tensa y nerviosa. Usar el baño era humillante y difícil, ya que ellos estaban en la habitación. Mi salud comenzó a deteriorarse y mi sistema interno se volvió caótico. Sabía que estaban tratando de quebrarme”.
Todos los días, tres personas, además de las que la vigilaban, venían a interrogarla. No solo trataron de persuadirla para que dejara de practicar Falun Dafa, sino que además le hicieron preguntas detalladas sobre cada persona de su libreta de direcciones.
Coaccionar a los practicantes para que dejen de practicar Falun Dafa es una parte fundamental de la campaña de persecución del Partido Comunista Chino contra esta antigua disciplina, lanzada por el entonces cabecilla del Partido, Jiang Zemin, en 1999.
Amenaza velada del ‘profesor de psicología’
Zhu también recibió dos visitas de un hombre que decía ser un “profesor de psicología” que le dijo que había obligado a muchos prisioneros de conciencia de Falun Dafa a renunciar a su creencia. Dijo que muchos fueron enviados a hospitales psiquiátricos para recibir “tratamiento psiquiátrico”. También le dijo que en China era fácil hacer denuncias y acusaciones falsas, señalando que un famoso mariscal del Ejército Popular de Liberación había sido inculpado y enviado a prisión, donde murió.
“Comencé a preocuparme de que me enviaran a un hospital psiquiátrico, porque yo no tenía intención de renunciar a Falun Dafa”, dijo.
“Sabía que estaba tratando de intimidarme, pero aun así estaba asustada. Sabía claramente que lo que dijo era una realidad en China. Muchas personas inocentes fueron falsamente acusadas y severamente perseguidas por diversas razones en los últimos 50 años de régimen comunista. Me preocupaba que si moría aquí, nadie sabría cómo había desaparecido o qué me había pasado”.
Gracias a una fuerte y organizada campaña de rescate en Canadá –que incluso fue mencionada a Zhu por uno de los guardias– finalmente fue liberada después de 33 días, pero luego fue mantenida bajo vigilancia en casa de sus padres.
Antes de regresar a Canadá, se le pidió a Zhu que prometiera por escrito no participar en Canadá en actividades que fueran en contra del régimen chino y que reportaría cualquier actividad relacionada a los funcionarios del régimen chino, pero ella se negó a hacerlo. También se le amenazó con que su vida y sus estudios en Canadá podrían estar en peligro si hablaba de lo que le había ocurrido cuando estuvo detenida.
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