Un monje Tibetano que fue encarcelado y torturado casi hasta la muerte por el Partido Comunista Chino debido a su creencia, se mantuvo inamovible y nunca renunció a su fe.
Palden Gyatso, un monje budista tibetano, es un testimonio de que nadie puede quitar la fuerza del espíritu humano cuando se tiene una fe.
Después del levantamiento tibetano de 1959, Gyatso fue arrestado por funcionarios chinos por negarse a abandonar sus creencias, de acuerdo al informe de Free Tibet. El monje pasó los siguientes 33 años en prisiones chinas y campos de trabajo forzado, y sufrió las formas más brutales de tortura.
Gyatso recordó que en septiembre de 1990, un funcionario chino le dio una descarga eléctrica con el dispositivo colocado en su boca. El monje cayó inconsciente, los funcionarios lo golpearon tan fuerte que se despertó cubierto de orina, heces y sangre, según sus relatos publicados en la página de Facebook Stories Of Tibetans.
A pesar del sufrimiento extremo, Gyatso nunca dejó de cumplir con las enseñanzas pacíficas de su fe, y el aspecto más sorprendente de su resistencia fue que no le guardó resentimiento a sus torturadores.
En 1992, Gyatso fue liberado y escapó a Dharamsala, India. Consiguió llevarse algunos de los instrumentos que utilizaron para torturarlo como prueba de los crímenes cometidos por el régimen chino.
Desde entonces dedicó su vida a exponer las atrocidades del comunismo, y en 1995 incluso testificó ante un tribunal de las Naciones Unidas.
Sus memorias «Fire in the Snow» (Fuego en la nieve) fueron publicadas en 1997 y se encuentran entre las obras más destacadas de la literatura sobre tortura y supervivencia.
El monje tibetano murió en 2018 tras una larga lucha por la libertad y los derechos humanos del Tibet. Tenía aproximadamente entre 85 y 87 años según el calendario tibetano.
71 años de persecución religiosa
El movimiento Tibetano, basado en la verdad, la justicia y la no violencia, es objeto de persecución del Partido Comunista Chino (PCCh) desde 1950. Cada vez que se pronuncia por su libertad, el aparato represivo y de propaganda del régimen chino avanza con todo su peso sobre el pueblo tibetano.
Sin embargo, el régimen comunista chino no se limitó al Tibet, extendió su persecución a otros grupos religiosos como los uigures, las iglesias cristianas y los practicantes de Falun Gong.
Falun Dafa, también conocido como Falun Gong, es una disciplina milenaria china cuya enseñanza esta basada en los principios de Verdad, Benevolencia, Tolerancia, ejercicios suaves y una meditación sentada.
En 1999, Jiang Zemin, el exsecretario general del PCCh, lanzó una campaña de persecución contra Falun Dafa, que continúa hasta hoy.
Cuando Jiang lanzó la persecución contra los practicantes de Falun Gong, adoptó una política de “difamar su reputación y destruirlos física y económicamente”. Los practicantes que se negaron a “reformarse” fueron detenidos ilegalmente en instituciones psiquiátricas, centros de lavado de cerebro, campos de trabajo y prisiones donde sufrieron crueles torturas mentales y físicas e incluso la muerte.
Según, Minghui.org, está confirmada la identidad de 4632 practicantes que fueron perseguidos hasta la muerte. Es posible que el número real de practicantes muertos sea mucho mayor dado que siguen siendo objeto de persecución y víctimas de sustracción forzada de órganos mientras están con vida.
El 14 de enero de 2021, la Comisión Ejecutiva del Congreso de EE. UU. sobre China (CECC, por sus siglas en inglés) publicó su Informe Anual 2020, revelando que las autoridades del PCCh continúan deteniendo a los practicantes de Falun Dafa.
Muchos países se pronunciaron en contra de la persecución a Falun Dafa, como la Comisión Europea que adoptó el “Régimen Global de Sanciones en Materia de Derechos Humanos”, la versión de la Unión Europea de la Ley Magnitsky: que se aplica en situaciones de «genocidio, crímenes de lesa humanidad, tortura y otros tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes, esclavitud, ejecuciones y asesinatos extrajudiciales, sumarios o arbitrarios, la desaparición forzada de personas, los arrestos o detenciones arbitrarias».
Algunas de las sanciones implican la prohibición de viajar y el bloqueo de activos tanto de personas como de entidades involucradas en hechos de violación a los derechos humanos.
Se espera que las medidas puedan detener décadas de crímenes de lesa humanidad y evitar más pérdidas de vidas inocentes.
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