Una antigua historia china: Los melones de la Montaña Sol

Por Anónimo
05 de junio de 2019 3:01 PM Actualizado: 05 de junio de 2019 3:01 PM

Había una vez una bella montaña llamada Montaña Sol, donde vivía un viejo hombre que plantaba melones todo el año. No solo era un hombre honesto sino también compasivo. Ayudaba a todos, incluyendo mendigos, con entusiasmo.

Al pie de la montaña vivían dos hermanos que eran pobres y como resultado siempre tenían hambre. Ellos escucharon sobre este amable anciano y sabían que siempre cuidaba bien de los pobres, así que desearon encontrarlo y vivir con él.

Montañas sagradas y preciosa arboleda” 1365, de Fang Congyi. Tinta y colores sobre papel. Museo del Palacio Nacional, Taiwán. (Dominio Público)

Los hermanos emprendieron el difícil viaje hacia la cima de la montaña y le explicaron su situación al anciano, quien los recibió con felicidad y arregló un trabajo para ellos: cuidar sus melones.

«Los melones en la Montaña Sol son mágicos y maduran cada 49 años», le dijo el anciano a los hermanos. «Necesitan ser regados con una solución especial: una cubeta de agua de manantial del pie de la montaña que debe ser mezclada con dos gotas de tu sangre. Luego de 49 años, cada uno de ustedes tendrá su propio melón».

«Mientras trabajen duro, tendrán felicidad», continuó el anciano. «Pueden ir a trabajar ahora», dijo.

El anciano luego se fue también a trabajar.

El hermano mayor

Los dos hermanos comenzaron a bajar de la montaña para juntar el agua de manantial necesaria para los melones, cargando sus cubetas colgando de un palo sobre sus hombros.

Una vez que su cubeta estuvo llena de agua del manantial, el hermano mayor mordió su dedo mayor y goteó su sangre en el balde. Pero más tarde pensó: «Me voy a morir de cansancio si continúo acarreando agua y sacrificando mi sangre así».

Así que se le ocurrió un plan: para aliviar la labor física, arrojaría algo del agua de su cubeta mientras escalaba de regreso la montaña. Y para conservar su sangre, mezclaría tierra roja con el agua.

Además de recortar esfuerzos, el hermano mayor también hablaba mal de otros, diciendo que eran holgazanes mientras que él trabajaba duro.

Cuando vio el campo donde todos los melones estaban plantados, le pidió al anciano que le asignara un melón grande. El anciano simplemente se rió y le dijo, «Muchacho, si trabajas duro, definitivamente estarás contento con lo que obtengas».

El hermano menor

El hermano menor era bastante diferente a su hermano mayor.

Cuando vio el campo donde estaban plantados los melones, notó que muchos habían estado creciendo por un tiempo largo. Contó un total de 49 melones en el campo. Como había 49 personas en total trabajando allí cuidando melones, se dio cuenta de que algún día cada persona tendría su propio melón maduro.

El hermano menor se conmovió. Cuando trabajaba, pensaba sobre cómo los otros ya habían regado sus melones por muchos años y sacrificado tanto. Comparado al resto, no sintió digno de ser recompensado con un melón.

El hermano menor hizo la promesa de trabajar duro en el campo para verdaderamente ganarse el melón cuando llegara el momento. Mientras otros tomaban una cubeta de agua, él tomaba dos. Mientras otros agregaban dos gotas de sangre a cada cubeta, él agregaba cuatro. Él se ponía a trabajar en el campo antes de que los demás se levantaran y continuaba buscando agua luego de que los demás se iban a dormir.

Los melones sobre la Montaña Sol son mágicos y maduran luego de 49 años. (Luna y melón; Objeto número 1964.94; Museo de Arte de Harvard/Museo Arthur M. Sackler, donación de Earl Morse, Escuela de Derecho de Harvard, clase de 1930; Derecho de autor Presidente y socios de la Universidad de Harvard)

La cosecha

Esos 49 años pasaron rápido, y un día los melones estaban listos para la cosecha. Algunos eran grandes y otros eran pequeños; algunos estaban maduros y otros no.

El anciano llamó a cada uno al campo de melones y anunció: «Todos han trabajado duro por 49 años. Pueden ahora cosechar el fruto de su labor».

Luego le dijo a los melones: «Melones, grandes y pequeños, pueden ir a encontrarse con su amo ahora».

Antes de que terminara de hablar, todos los melones rodaron buscando a sus dueños.

El hermano mayor vio un gran melón y pensó: «¡Ven conmigo!»

Pero en cambio, el melón grande rodó despacio hacia el hermano menor, y fue el melón más pequeño el que rodó hacia el hermano mayor.

Libro de registros

El anciano le dijo a todos sus trabajadores que sus melones les darían alimento en base a lo que merecían comer.

Y así fue, cuando todos pidieron comida, los melones entregaron comida. El hermano menor recibió los mejores platillos y bebidas, mientras que el hermano mayor recibió solo comida simple y poco apetecible.

Cuando el hermano mayor se quejó de que el anciano no estaba siendo justo y quiso vengarse, el anciano simplemente le dijo que las acciones de cada uno estaban claramente registradas y que podía ver él mismo el registro.

El anciano agitó la mano hacia la viña de melones y dijo: «Melón, melón, por favor díselo tú mismo».

La viña se transformó instantáneamente en un libro que contenía un registro completo de la pereza y deshonestidad del hermano mayor. Los detalles específicos de cada incidente estaban todos registrados, incluyendo la fecha y hora.

Al ver esto, el hermano mayor bajó la cabeza con remordimiento y admitió su derrota.

Traducido por Dora Li al inglés, esta historia es republicada con permiso del libro «Cuentos atesorados de China», Vol. 1, disponible en Amazon.

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