A medida que la COVID-19 se va extendiendo por todo el mundo, el régimen chino ha ido intensificando sus planes para exportar sus vacunas a otras naciones, aplicando sistemáticamente la «diplomacia de las vacunas». No obstante, las vacunas fabricadas en China han generado reticencias alrededor del mundo debido a la falta de datos transparentes sobre su eficacia.
El 20 de enero, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Hua Chunying, afirmó en una conferencia de prensa que al menos 40 países habían expresado su interés en aplicar las vacunas contra la COVID-19 fabricadas en China. También dijo que algunos líderes extranjeros ya habían recibido vacunas chinas, entre ellos el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y el presidente indonesio Joko Widodo.
El régimen chino promovió repetidamente la disponibilidad y asequibilidad de sus vacunas en una conferencia de prensa conjunta dirigida por el Consejo de Estado el 20 de octubre de 2020.
Varios países y regiones de ingresos medios y bajos han dicho que comprarán vacunas chinas, atraídos por sus precios más bajos en comparación con las fabricadas por las compañías farmacéuticas europeas y estadounidenses.
La mayoría de las vacunas chinas están aún en fase de ensayo clínico.
El organismo regulador de la sanidad brasileña ha constatado recientemente que la vacuna desarrollada por la empresa farmacéutica estatal Sinovac solo tiene una eficacia del 50.4 por ciento, superando apenas el umbral del 50 por ciento establecido por la Organización Mundial de la Salud para su aprobación reglamentaria. La cifra era muy inferior al 78 por ciento de eficacia que el fabricante del medicamento había afirmado inicialmente.
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha criticado a China por la baja efectividad de sus vacunas y ha cuestionado la credibilidad de las mismas.
En Filipinas, Risa Hontiveros, una legisladora de la oposición, criticó a la administración de Duterte por seguir «insistiendo en su preferencia por las vacunas fabricadas en China, sin aprobación de uso de emergencia y con datos inconsistentes».
Un artículo publicado el 10 de diciembre de 2020 por AFP advirtió sobre la «ofensiva de encanto» de Beijing, señalando que la campaña de Beijing para promover sus vacunas fue en parte para desviar la ira y las críticas por la mala gestión inicial que China llevó a cabo, y para consolidar su influencia en Asia y más allá.
En Singapur, Bilahari Kausikan, exfuncionario del Ministerio de Asuntos Exteriores, dijo: «Ahora mismo, no tomaría ninguna vacuna china, porque no hay datos suficientes», según un artículo del New York Times publicado el 25 de enero.
El 15 de enero, YouGov, un grupo de análisis y datos de investigación con sede en Londres, dio a conocer los resultados de una encuesta en la que se preguntó a 19,000 personas de 17 países sobre su actitud hacia las vacunas contra la COVID-19 fabricadas en 12 países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Australia, Rusia, China, Irán, Singapur, Corea del Sur e India. Se preguntó a los participantes si se sentían cómodos con las vacunas de cada país. China obtuvo una puntuación media de -19, situándose en el penúltimo lugar, por detrás de Irán (-30).
Vacunación de la población sin haber completado los ensayos
Desde julio del año pasado, el régimen chino ha exigido a millones de ciudadanos que tomen vacunas de fabricación nacional para «uso de emergencia», a pesar de que las empresas farmacéuticas aún no habían completado las pruebas en ese momento. Hasta la fecha, solo una desarrollada por Sinopharm ha sido aprobada por los reguladores chinos.
En un artículo de la edición en chino de la BBC publicado en octubre de 2020, el profesor de bioquímica Jin Dong-Yan, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Hong Kong, se mostró preocupado por la seguridad de las vacunas chinas no verificadas.
Jin creía que China no había cumplido con los requisitos éticos de la medicina y argumentaba que China había abusado de la definición de «uso de emergencia».
También señaló: «China está anulando su propio sistema de revisión de medicamentos y vacunas; está arruinando su industria farmacéutica y de vacunas, como hizo la antigua Unión Soviética o China antes de sus reformas económicas [a finales de los años 70]».
Por otra parte, el experto advirtió que podría ser arriesgado para las personas sanas ponerse vacunas que no hayan completado el ensayo clínico, señalando que aún podrían infectarse con la COVID-19 e incluso desarrollar una enfermedad grave.
Si no se hubieran vacunado, al ser relativamente jóvenes y físicamente fuertes, probablemente desarrollarían síntomas leves o nulos si se infectaran.
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