Una practicante de Falun Gong que estuvo prisionera en el campo de trabajo forzado durante 17 meses cuenta las torturas que sufrió en cautiverio.
La Sra. Xie, practicante de Falun Gong, habló con un periodista de La Gran Época sobre su detención ilegal en uno de los principales campos de trabajo forzado de China, Masanjia.
La Sra. Xie sobrevivió 17 meses en Masanjia. Su sufrimiento comenzó en noviembre de 2005, cuando un grupo de policías de civil que se hicieron pasar por empleados de una distribuidora de agua la arrestaron ilegalmente.
Después de meterse en su casa, la golpearon hasta dejarla inconsciente y confiscaron todas sus cosas. La Sra. Xie fue arrestada sin ningún tipo de acusación ni garantía. No se le permitía ver a su familia y no podía ser representada por un abogado.
Sustracción de órganos
La Sra. Xie realizó una huelga de hambre durante 15 días y luego fue enviada al Campo de Trabajo Forzado para Mujeres de Masanjia. Allí fue que Xie se enteró de que a los practicantes de Falun Gong le extirpaban los órganos en vida para después venderlos para trasplantes.
Antes de pasar por exhaustivos exámenes de salud, le dijeron que si su salud no estaba en buenas condiciones, podría irse a casa. No fue sino hasta que se enteró de la sustracción de órganos que entendió el verdadero significado de esa frase.
Los exámenes eran muy detallados, e incluyeron rayos X, exámenes del corazón y el hígado, ecografías, análisis de sangre y de orina, etc. En ese momento le pareció muy extraño que se usara una jeringa tan grande para sacarle sangre.
¿Por qué tanta preocupación por la salud de las detenidas en Masanjia? En ese campo de trabajo forzado, torturar a las prisioneras es moneda corriente, y las torturas eran especialmente crueles para las practicantes de Falun Gong que se negaban a abandonar sus creencias.
Durante su detención, la Sra. Xie se dio cuenta de algo muy extraño: algunas practicantes de Falun Gong que se mantenían muy firmes y se rehusaban a renunciar a su creencia, eran torturadas con frecuencia, pero de un día para otro, desaparecían sin dejar rastro. “Sus sentencias no habían terminado, y sus pertenencias quedaban en el campo”, dijo.
A fines de marzo de 2006, una familia fue a Masanjia a visitar a su hija, una practicante de Falun Gong llamada Liu Mingwei.
Cuando a la familia le negaron la entrada, comenzaron a gritar en la puerta del campo, amenazando con exponer ante el mundo la terrible práctica de la sustracción de órganos en vida si los oficiales no les autorizaban la visita.
En ese momento, Xie recordó que la policía solía decirle: “Si no abandonas la práctica [de Falun Gong], se te va a mandar a la chimenea [del crematorio]”. Antes pensaba que se trataba de una amenaza de muerte, pero no se había dado cuenta de la relación con la sustracción de órganos.
Al mirar atrás, la Sra. Xie recuerda una advertencia que le había dado un policía poco después de que la persecución empezara.
En octubre de 1999, Xie viajó a Beijing con su hijo de seis años para apelar por su derecho a practicar Falun Gong. Antes de llegar al Buró Estatal de Cartas y Llamadas –el buró oficial para presentar quejas sobre el Estado– la policía los arrestó y los detuvo en una estación de policía cercana a la Plaza Tiananmen.
Viendo que estaba con un niño de seis años, un oficial de policía, que parecía buena persona, le dijo: “Mírate, con un niño tan pequeño. Si no das tu nombre, te enviarán a un campo de concentración. Y ya nadie te volverá a ver. Una vez que entras, no sales más”.
Muchos practicantes de Falun Gong se rehusaron a dar sus nombres al ser arrestados para proteger a su familia, amigos y colegas de las represalias. Investigadores del tema han informado que estos detenidos anónimos eran muy vulnerables ante el crimen de la sustracción forzada de órganos. Ya que eran anónimos, nadie podía encontrarlos, y no había riesgos de que se descubriera qué había pasado con sus órganos.
Preocupada por su hijo y aterrada después de sufrir torturas mentales y físicas, la Sra. Xie dio su nombre.
Fue liberada en marzo de 2007, y poco después se encontró con un ex colega suyo, Li Shiying. Li le dijo que su esposa acababa de recibir un trasplante de hígado en el Hospital General del Ejército de Liberación.
Desde que su esposa ingresó al hospital hasta el día de la cirugía pasaron solamente 21 días. “El médico dijo que el hígado había sido donado por alguien que practicaba qigong. Definitivamente era un hígado saludable”, le explicó Li.
Al escuchar esta historia, la Sra. Xie quedó horrorizada. Se dio cuenta de que ella debió haber estado en la lista de potenciales donantes vivos que manejaba el régimen chino. Es muy probable que la información sobre sus órganos y compatibilidades haya sido registrada en una base de datos luego de esos extraños exámenes de salud.
Torturas
La Sra. Xie contó a La Gran Época que en el Campo de Trabajo Forzado de Masanjia se utilizan muchos métodos de tortura. Además de los bancos de tigre, el confinamiento solitario y los lechos de muerte, también había detenciones en sótanos y calabozos con agua.
La Sra. Xie vio el calabozo con agua con sus propios ojos. “El calabozo estaba ubicado debajo de la sala de calderas. Estaba lleno de agua. Cuando encerraban a alguien allí, esta persona solo podía asomar la cabeza, el resto permanecía debajo del agua”, dijo.
“Pero los practicantes de Falun Dafa afuera de China denunciaron el calabozo con agua, así que en 2005 drenaron el agua, y el calabozo quedó abandonado”.
La Sra. Xie fue torturada de muchas maneras. Recuerda que la policía le decía: “Hay una norma para las muertes aquí en el campo. Si mueres, es por enfermedad. Si te matan a golpes, se cuenta como suicidio”.
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