Zhang Huikang, un hombre de mediana edad de Shanghai, se gana la vida modestamente vendiendo boletos de lotería deportivos en un puesto en la calle. Eso está muy lejos de su vida en los años ‘80, cuando era un arquero profesional en la nómina del equipo de fútbol chino elegido para participar en las Olimpíadas de Seúl de 1988.
Pero en 1991, cuando Zhang sufrió un golpe en la cabeza mientras jugaba para el Equipo de Fútbol de China Meridional de Hong Kong, fue expulsado y en 1993 se retiró a los 31 años. Además de su puesto, el cual maneja junto a su madre, recibe una pensión mensual de alrededor 135 yuanes (cerca de U$S 20).
Él es sólo uno de cientos de miles de jóvenes atletas que formaron parte del sistema estatal chino de deportes y fueron descartados por fracasar en la obtención de medallas. A muchos de ellos que fueron reclutados de niños, se les privó de una educación normal y fueron puestos bajo extenuantes regímenes de entrenamiento, dejándolos sin mecanismo de protección si no lo lograban o si alguna vez, inevitablemente, dejaban de ganar.
Para muchos de estos héroes caídos, el dicho chino “los hombres al robo y las mujeres a la prostitución” es, dolorosamente, acertado. Habiéndose perdido de la educación universitaria, los ex atletas luchan para encontrar trabajo y a menudo no les queda otra alternativa más que recurrir a trabajos turbios o degradantes.
Según un informe de 2010 por el medio estatal de comunicación Nanjing Daily, alrededor del 45 por ciento de los atletas en China quedan desempleados al retirarse.
Tang Ying, una mujer de 1,90 m. de la provincia Hunan, China, nacida en 1986, comenzó a entrenar para ser clavadista olímpica en un instituto local de deportes a la edad de 12 años. Cuando no lo logró en los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, se retiró dos años después y dejándola con articulaciones dañadas que duelen cuando llueve, así como riesgos adicionales para la salud en caso de embarazo.
Tang entonces trató de convertirse en profesora de Educación Física, pero se encontró con que el funcionario que le ofrecía el trabajo en realidad tenía interés en intimar con ella, tal como lo reportó Xinhua, una agencia de noticias manejada por el estado, en 2007.
En otra ocasión trató de obtener un trabajo en recursos humanos en su ciudad de origen, pero le dijeron que obtendría el puesto sólo si estaba dispuesta a convertirse en la amante de un funcionario del Partido.
Trabajando en un negocio de ropa en el que cobra sólo U$S 120 al mes y vendiendo muñecas en la calle en su tiempo libre, Tang contó a Xinhua que muchas de sus compañeras atletas son ahora mantenidas.
Una vez le ofrecieron 100.000 yuanes (alrededor de U$S 15.000) a cambio de tener una relación con un hombre adinerado, pero ella se negó.
“Prefiero tener trabajos de medio tiempo”, dijo.
De una lesión a una encarcelación
La República Popular de China ha participado en los Juegos Olímpicos desde 1980, pero recién a principios de 2000 el régimen puso como prioridad obtener medallas de oro a toda costa. En 2002, el estado comenzó con el Proyecto 119, que gastó enormes sumas y dedicó esfuerzos nunca antes vistos en producir atletas que ganaran medallas de oro, principalmente en deportes individuales como nado o atletismo.
Debido a que los medios estatales consignan su desempeño como un asunto de orgullo nacional, los atletas están bajo la enorme presión de tener éxito. Aquellos que quedan últimos han pedido disculpas televisadas entre lágrimas por “avergonzar a la madre tierra” o han sido catalogados como fracasos por los medios de comunicación.
Como Tang Ying, Zhang Shangwu, de la provincia de Hebei, norte de China, fue elegido para entrenar para un puesto en el equipo olímpico nacional a la edad de 12 años. Zhang se convirtió en gimnasta y ganó dos medallas de oro en 2001, en la Universidad de Verano de Beijing, a los 18 años. Fue aclamado como una estrella en ascenso, según el sitio web chino Baidu.
Pero en 2002, Zhang se desgarró el tendón de Aquiles durante el entrenamiento, rompiendo cualquier esperanza de competir en las Olimpíadas de 2004. Al regresar a Hebei, sus entrenadores ignoraron la lesión y le dieron movimientos crecientemente difíciles para dominar. Dejó el sistema en 2005 e, incapaz de obtener compensación alguna, tuvo que recurrir a hacer espectáculos en la calle.
Esta fue una extenuante vida. Zhang es bajo, su estatura está por debajo de la requerida para aspirar a un trabajo de guardia de seguridad, y a menudo dormía en cibercafés y bajo puentes. Vendió sus medallas de oro por alrededor de U$S15 cada una en un mercado de antigüedades.
En 2007, Zhang se convirtió en ladrón. Fue atrapado robando de varias escuelas deportivas en Beijing y fue sentenciado a más de cuatro años y medio de prisión.
Sin educación y olvidado
Al asistir a una de las miles escuelas de deportivas de China, los estudiantes a menudo pierden la oportunidad de aprender las materias que se estudian en la educación común algo que, dados los extremadamente competitivos exámenes de ingreso en el país, qué no le puede faltar a un futuro estudiante de universidad.
Los atletas que no son empleados directamente por el estado absolutamente no reciben subsidios luego de jubilarse. Nanjing Daily reportó que mientras hay 33.294 atletas en China, sólo 17.444 de ellos están en las nóminas salariales oficiales.
Incluso aquellos con derecho a subsidios estatales reciben insignificantes sumas por sus servicios, la compensación habitual es de alrededor de U$S 150 por mes.
Liu Chengju, una ex levantadora de pesas del noreste de China y viuda de un colega levantador de pesas que murió de una enfermedad respiratoria el año pasado, fue diagnosticada con cáncer de mama en 2013, según reportó el medio de comunicación Sina este junio. Su familia adeuda ahora una suma de 70.000 yuanes (alrededor de U$S 10.500).
En su hogar en Fushun, provincia de Liaoning, Liu tiene sólo unas pocas bolsas de ropa, algo de muebles, y una imagen de su marido ganando el campeonato de levantamiento de pesas en los Juegos Asiáticos de 1990.
Con ironía, Liu recordó cómo se consideraba suertuda por estar entre las tres personas seleccionadas de entre 30 para asistir a la universidad deportiva de Liaoning a fines de los ’80. Tenía 15 años en ese entonces.
Liu quiere que su hija, quien sufre de asma, estudie nutrición y viva una vida normal.
“Fui a la universidad deportiva a los 15 y me retiré a los 25”, dijo a Sina. “Este período de 10 años de mi vida fue como un espacio en blanco, transcurrió en un instante”.
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