Estamos en una época sin dudas plagada de opciones televisivas. Es innegable la gran cantidad de alternativas variadas que hay hoy en día para ver en televisión y la masividad de talentos que están surgiendo últimamente gracias al prestigio de todas las series que hay para ver en la actualidad; sin dudas podemos afirmar que estamos en una época en la que el mejor cine, ese que se creía haber perdido esta vivito y coleando en la televisión donde todos los años surgen opciones de gran calidad donde gente cada vez más prestigiosa se incorpora y aporta su granito de arena para seguir propiciando ese crecimiento.
Bueno, dentro de todo ese auge de series la mejor que yo he visto en mi vida es la sublime ‘Breaking Bad’, llena de personajes tan pragmáticos como deliciosos, de conflictos tan interesantes como poderosos, de momentos tanto cómicos e ingeniosos como oscuros e impactantes y con una estructura narrativa sencillamente PERFECTA acompañada por un poderío visual y musical digno de todos los aplausos del mundo.
(SPOLIERS A PARTIR DE AQUÍ)
Después del final de esa obra magna que fue ‘Breaking Bad’ se anuncio este spin-off que relataría las andanzas que transformaron al querido Saul Goodman (aquí llamado Jimmy McGill) en el abogado espontaneo e inescrupuloso que trataba de hacerle la vida un poco menos complicada a Walter White/Heisenberg. Ahora ¿este personaje es capaz de aguantar una serie por si solo? En la serie nombrada anteriormente su función era más la de un alivio cómico de lujo, que aparecía siempre en el momento justo para contrastar un poco con la oscuridad del personaje de Bryan Cranston, así que por lo menos conmigo, mi expectativa era la de ver una serie decididamente cómica, donde veríamos a nuestro Goodman resolver con picardia distintos aspectos que lo terminaron convirtiendo en el abogado que todos conocemos.
Pero la verdad es que nada más lejos de la realidad, ya que nos encontramos con una serie con un fuerte meollo dramático y a un Saul Goodman (a partir de aquí llamemosle Jimmy McGill) bastante lejos de ser el abogado desfachatado y vivaz que conocimos en ‘Breaking Bad’, dandosele una vuelta de tuerca deliciosa que le da una nueva personalidad sin perder un ápice de su esencia y pasa de ser un secundario de lujo a ser un personaje con todas las de la ley.
Es que aquí Jimmy McGill es un fracasado, una persona que no ha logrado cubrir ninguna de las expectativas que se había propuesto y que, sin embargo busca siempre hacer lo correcto sin importar lo que le cueste. Es un personaje complejo que quiere dejar de lado su pasado como estafador y convertirse en un abogado prestigioso y respetado, quiere manterse leal a su hermano enfermo, ignorar la tentación del dinero de la familia Kettleman porque «es lo correcto». Pero al mismo tiempo no puede dejar de lado su vivacidad y su chispa para conseguir lo que quiere como demuestra en el brillante segmento del cartel publicitario o toda la jugarreta con los gemelos y Tuco (cameo glorioso), el pasado del Resbaladizo Jimmy sigue tirando, entonces ¿Qué es Jimmy al final? ¿Un abogado prestigioso o un estafador con traje?
La respuesta le llega, luego de luchar con dilemas y demonios, gracias al giro brillante e inesperado que resulta ser la traición de su hermano Chuck, que le revela que no puede seguir siendo el abogado que él quiere ser sencillamente porque el pasado siempre tirará y siempre utilizara su viveza para lograr sus propios beneficios, y esto a Chuck, que fue un abogado hecho y derecho no le cuaja y decide cortarle la carrera y punto. Es un giro, brillante coherente y demoledor. Pero eso no hace más que reforzar el camino de Jimmy para lograr a ser lo que es en ‘Breaking Bad’, ya que esta vez por lo menos ya sabe quién es, sabe que talentos posee y no piensa detenerse hasta lograr el éxito, todos esos sentimientos se resumen al final con la simpleza de Odenkirk sonriendo mientras conduce y suena «Smoke on the water» cerrando la temporada con una perlita digna de ‘Breaking Bad’.
Por supuesto no solo Jimmy/Saul forman parte de la función, también tenemos a nuestro querido Mike Ehmantraut que tal como vemos sigue siendo genial como en la anterior serie ya que no solo lo vemos de vuelta con su aire lacónico y esos códigos samurai que tanto nos gustaban sino que también cuenta con todo un episodio para desarrollarse y este resulta ser sin dudas, el mejor episodio de la temporada, ya que cuenta con una intensidad y una carga trágica digna del mejor episodio de ‘Breaking Bad’. Además sigue desprendiendo genialidad por los cuatro costados, el momento en el que se carga a tres tipos utilizando únicamente un sándwich de pimiento es digno de aplaudir.
Los demas secundarios, sin llegar todavía al nivel de un Hank o de un Jesse son simpáticos y no son meras herramientas sino personajes por si mismos, destacándose Michael McKean como el hermano de nuestro protagonista y Rhea Seehorn como su incansable compañera; de Bob Odenkirk y Jonathan Banks no hay nada que aclarar, ambos están BRILLANTES como en sus anteriores apariciones y le agregan matices nunca vistos a sus personajes.
En fin, estamos a una primer temporada que asienta de manera brillante a nuestro personaje principal y su entorno y que toma un camino propio, tomando por suerte, la genialidad y la excelencia de su antecesora. Sin dudas lo mejor todavía esta por llegar.
PUNTAJE FINAL: 9/10
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