En una reunión reciente de los principales dirigentes del régimen chino, el líder chino Xi Jinping envió la señal más fuerte hasta la fecha de que se está acercando rápidamente a Jiang Zemin, el ex dictador del Partido Comunista y principal antagonista político de Xi.
«La batalla contra la corrupción ha ganado una poderosa fuerza», dice una declaración llevada por el portavoz oficial Xinhua en una reunión del Politburó del 28 de diciembre presidida por Xi.
La última evaluación de Xi de la campaña contra la corrupción es la más positiva hasta la fecha. En la reunión anual con todos los funcionarios de la agencia anticorrupción del Partido Comunista en enero de 2015, Xi dijo que el trabajo contra la corrupción «no logró una victoria abrumadora», según Xinhua. En la próxima reunión en enero de 2016, Xi señaló que «la batalla contra la corrupción estaba ganando un impulso abrumador».
En la superficie, la campaña anti-corrupción de Xi Jinping parece un auténtico esfuerzo para erradicar la malversación en el régimen y para derrocar la cultura de la corrupción en China. Los periódicos chinos controlados por el estado y en el extranjero han comentado historias de funcionarios asustados y sus familiares cancelando grandes banquetes, intercambiando sus coches deportivos por salones modestos y renunciando al golf, un «juego de hombres ricos» al cual el Partido no le ha hecho buena cara durante mucho tiempo.
Y de acuerdo con cifras oficiales, los esfuerzos de Xi por «gobernar estrictamente al Partido» son sustanciales: más de un millón de funcionarios han sido purgados, de los cuales más de 200 son de alto rango civil y militar.
Pero la campaña anti-corrupción de Xi siempre ha tenido el propósito subyacente de eliminar a la facción política rival liderada por Jiang Zemin quien, de hecho, permaneció como gobernante durante más de una década después de entregar las riendas del régimen a Hu Jintao a través de mantener a sus leales en altos cargos. Muchos funcionarios inferiores también apoyaron a Jiang porque les permitió hacerse ricos y poderosos a través de la corrupción y la cleptocracia (gobierno corrupto).
Xi ha insinuado este año que su campaña está dirigida a arrebatarle el poder político a Jiang, algo que nunca se indica en el discurso oficial, pero es obvio al leer entre líneas.
Poderosos aliados políticos de Jiang que fueron purgados como Bo Xilai, Zhou Yongkang, Guo Boxiong, Xu Caihou y Ling Jihua- han sido frecuentemente nombrados y avergonzados por Xi en discursos oficiales y en editoriales en los periódicos del Partido. Se les ha descrito como ambiciosos conspiradores políticos que han sido expulsados del Partido y encarcelados.
La dirección de los principales órganos del Partido en manos de la facción de Jiang, la seguridad pública, la propaganda y las oficinas que supervisan a Hong Kong, han sido castigadas por investigadores anticorrupción por falta de «conciencia política y sensibilidad», por no seguir las ordenes de Xi o ejecutarlas de una manera adecuada.
Los tres aliados de Jiang de los siete miembros que constituyen el Comité Permanente del Politburó, el principal órgano de toma de decisiones del régimen, han sido notificados de forma directa o indirecta.
Los asociados del viceprimer ministro Zhang Gaoli, quienes llegaron a puestos importantes en Tianjin cuando Zhang era líder de la ciudad a nivel provincial, fueron investigados recientemente por corrupción, una medida que puede presagiar una eventual investigación del propio Zhang.
Mientras tanto, un periódico pro-Beijing de Hong Kong acusó al jefe de la legislatura china Zhang Dejiang y al jefe de propaganda Liu Yunshan de traer «calamidad» a Hong Kong y afirmó que hasta ahora han escapado de ser responsables porque su apoyo político es Jiang Zemin.
El propio Jiang parece estar en jaque desde agosto de 2015, cuando el diario estatal Diario del Pueblo publicó un editorial advirtiendo a los funcionarios de élite retirados de no interferir en la política contemporánea.
Jiang no ha sido visto en público desde la supervisión de un gran desfile militar en 2015. Tampoco asistió a los funerales de destacados cuadros del Partido, un signo siniestro en un régimen donde el verdadero estatus y el poder de los altos funcionarios se comunican a través de eventos aparentemente triviales.
En marzo de 2016, Zheng Enchong, abogado de derechos humanos radicado en Shanghai, le dijo a La Gran Época que Jiang y sus dos hijos han sido sometidos a algo así como una supervisión, citando «canales extremadamente fiables». Zheng, habiendo discutido con miembros poderosos de la facción de Jiang en Shanghai, está actualmente bajo arresto domiciliario.
En junio de 2016, La Gran Época conoció de un miembro de seguridad de cuadros jubilados de que Jiang fue retirado por la fuerza de su residencia el 10 de junio por los paramilitares chinos, quienes luego lo dejaron dentro de un complejo militar.
Que Jiang, y muy posiblemente su mano derecha y ex-segundo al mando del régimen Zeng Qinghong, están en serios problemas fue sugerido públicamente por Xi Jinping cuando habló de la «abrumadora fuerza» de la campaña contra la corrupción en la sesión del Politburó del 28 de diciembre. Esta declaración sugiere un «momento decisivo en este asunto», según Xin Ziling, un funcionario de defensa chino jubilado quien tiene una moderada posición en la máxima dirección.
«Ahora todos los miembros de la facción de Jiang, y aquellos que todavía tienen esperanza en ésta, pueden ver claramente la situación, y estarán enormemente sorprendidos», continuó Xin. «Pronto, las ratas dejarán al barco que se está hundiendo».
Xin cree que con Xi Jinping insistiendo acerca de la disciplina en el liderazgo de élite, «aquellos que resultan problemáticos tendrán que ser removidos».
«Zhang Dejiang ha creado problemas agudos en Hong Kong, y Zeng Qinghong todavía lo respalda», dijo Xin. Zhang, un miembro del Comité Permanente del Politburó, «muy posiblemente podría ser derribado; eso no es imposible».
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